extra 2

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hoy hace un mes que acabe de escribir ala rasi y me apetecía reencontrarme con serkan y azad así queeeee dejo esto por aquí de sorpresita✨

☽✧.。. *

Azad no podía dormir. Había algo en la oscuridad que le seguía dando miedo a pesar de tener ya 12 años. Le intentaba mostrar a sus padres que era mayor, que no necesitaba las estrellas del techo de su habitación, aunque por dentro su alma se estuviera partiendo ante la idea de que pudieran desaparecer y se quedara solo luchando contra la noche eterna. Pero ahora no podía dormir. No había luz en su habitación y no podía dormir.
Se levantó despacio intentando no despertar a Sirius que estaba a los pies de su cama, pero el animal en seguida notó el movimiento y se irguió. Sacó la lengua y miró a Azad, que solo fue capaz de ponerse un dedo en los labios para pedirle que guardara silencio mientras le acariciaba detrás de las orejas. Salió de su cuarto con su escolta personal y bajó las escaleras descalzo, para no hacer ningún ruido que alertara a sus padres.

Entró a la cocina a buscar agua con limón, pero un carraspeo le hizo saltar del susto y se tapó la boca, ahogando un grito, al ver a su padre en el sofá. Serkan le hizo un gesto con el dedo, pidiéndole que se acercara y Azad miró a Sirius, frunciéndole el ceño.

–Podrías haberme avisado de que estaba aquí –Le recriminó al perro, como si este hubiera sido capaz de hacer algo.

Arrastró los pies lentamente hacia el sofá, con el pantalón de pijama casi tapándoselos. Tenía la costumbre de robarle el chándal a su padre para dormir con ese puesto y no le importaba que le quedara enorme. A Serkan tampoco parecía haberle importado nunca, de hecho Azad pensaba que hasta le hacía sentir orgulloso.
Le miró cuando llegó a su lado y él palmeó el cojín para que se sentara y señaló con la cabeza hacia su regazo. Hasta entonces, Azad no se había dado cuenta de que su madre también estaba allí, dormida sobre el estómago de Serkan, mientras él le acariciaba el pelo distraídamente.

Sirius se tumbó en el suelo a sus pies y descansó la cabeza entre sus patas, cerrando los ojos.

–¿Estás bien? –La voz suave de su padre le sobresaltó de nuevo y Azad se sonrojó, sin saber qué decirle.

Serkan levantó el brazo, permitiéndole acurrucarse en su costado y le besó la frente.

–¿Qué ha pasado, campeón? –Le susurró, para no despertar a Eda.

–Es una tontería, papá. Solo quería bajar a por agua con limón.

–Nada de lo que te pase será una tontería jamás, Azad –Le aseguró su padre, apretándole más fuerte contra él –Entiendo que no quieras decírmelo. No estás obligado a compartir todo lo que piensas o sientes con tus padres. Y también es lógico que te sientas más cercano a mamá. Quizá mañana se lo podrías comentar. Pero ya sabes que, si puedo hacer algo por ti, solo tienes que pedírmelo, bebé, porque lo haré.

Azad sabía que su padre, desde que se habían encontrado, tenía esa tormenta de dudas sobre él. Sobre el hecho de que prefiriera a Eda, que no  se sintiera a gusto del todo en su presencia, que le dejara de querer. Y siempre que le oía decir algo así, notaba que su corazón se rompía, porque seguía sin saber cómo hacerle ver que era su héroe, la persona a la que más admiraba, el hombre en el que se quería convertir.

–Eso sí es una tontería, rehberim  –Exclamó, dándose cuenta de que había alzado el tono y tapándose la boca al instante –Es una tontería –Repitió, en un murmullo –Que pienses que no quiero contarte lo que me pasa es una tontería, papá. Pero me da vergüenza y no quiero que pienses que sigo siendo un niño pequeño.

Serkan alzó una ceja, quitándole un mechón de la frente. Azad encogió las piernas y se abrazó a ellas, apoyando su cabeza sobre sus rodillas y girándose hacia su padre.

–Quiero las estrellas de vuelta en el techo de la habitación, papá. No quiero seguir estando a oscuras.

–¿Eso es lo que te daba vergüenza decirme? Porque realmente me estás haciendo muy feliz. Te prometo que hasta lloré mientras las quitaba, mamá te lo puede confirmar.

Azad escondió una risa y se apoyó en el pecho de su padre.

–No me gusta la oscuridad.

–A mí tampoco, mi niño. A mi tampoco. Y eso no es un problema. Es normal tenerle miedo a algo. Y la oscuridad puede ser muy peligrosa. ¿Sabes por qué le tengo yo miedo? –Le preguntó. Él negó con la cabeza, jugando con un mechón del pelo de su madre que había soltado Serkan –Le tengo miedo porque la oscuridad fue la única compañía que tuve durante cinco años. Y cada vez que la sentía cerca, me daba cuenta de lo perdido que estaba. De lo perdido que estaba sin tu madre. Y de lo mucho que la echaba de menos. Y de lo necesaria que era en mi vida. Y de lo tanto que la necesitaba para luchar contra esas sombras. Y aunque sigo teniéndole miedo a la oscuridad, porque no quiero que vuelva jamás, desde que volví a tener a mi hada en mis brazos, solo he visto luz. Porque tú madre es mi estrella, la que manda lejos a mi oscuridad. Y tú lo eres también. Sois mis dos estrellas, campeón. Y desde que os tengo, ya no hay tanto miedo en mí. Así que, está bien tener miedo, pero siempre que tengas algo que te ayude a espantarlo. Si las estrellas del techo te van a servir, Azad, las volveré a poner. Compraré más. Lo que sea. Porque, aunque en la vida hay luces y sombras, las luces son latidos y aire, y sin ellas, no podríamos vivir.

Azad se movió para mirar a su padre con los ojos mojados y le sonrió, lanzándose a sus brazos. Serkan le atrapó contra su pecho, evitando que diera a Eda y le besó el pelo.

–¿Eso es lo único que pasa? ¿Necesitas algo más?

–Bueno –Susurró sobre el cuello de su padre, algo sonrojado –Ya que estamos de confesiones. ¿Me darás consejos para ligar?

Serkan se tapó la boca para no reírse en alto y separó a su hijo para cogerle la cara.

–¿Con quién quieres ligar, bebé?

–Con un chico de mi clase –Admitió, rascándose la nuca, avergonzado.

–Muy bien, escucha con atención. Te voy a contar lo que hice los primeros meses que conocí a tu madre, para que no repitas mis errores y te ahorres el sufrimiento. Y después te voy a contar lo que he hecho desde que la he vuelto a tener a mi lado, para que sí me hagas caso en eso, y puedas ser tan feliz como nosotros.

Así que Serkan le contó esa noche su historia de amor con Eda. Y Eda, que llevaba mucho tiempo despierta, ocultó una sonrisa mientras escuchaba a su marido contarle con pasión todo lo que habían vivido a su hijo, orgullosa de la familia que estaban construyendo.

Ala rasi ➳ edser Where stories live. Discover now