üç

2.2K 82 4
                                    


–Tengo que irme, Serkan. Otro día seguimos hablando, ¿vale?

–¿No queréis que os acerque? Parece algo urgente.

Eda negó con la cabeza frenéticamente, ya alejándose, y agarró la mano de Melo entre las suyas, instándola a ir más rápido.

–¿Qué ha pasado? ¿Está bien?

Ceren estaba una calle más adelante, llamando a Fifi, que estaba pidiendo un taxi.
Ayfer las había llamado cuando Eda no la contestó a las llamadas, avisándolas de que estaba de camino al hospital.

–¿Qué ha pasado? ¿Qué le ha pasado a mi bebé? –Preguntó Eda, sintiendo que se ahogaba, con la garganta cerrada y el cuerpo temblando.

–Dada, por favor, tienes que tranquilizarte. No puedes ponerte así ahora, ¿me oyes? No puedes desmayarte. Azad va a querer verte en cuanto llegues y si ve a su madre tan preocupada se asustará.

Eda asintió, cogiendo aire de la mano de Ceren. Se tocó el tatuaje de Serkan y oyó las olas del mar en su mente, olió su perfume, sintió su presencia, que tan cerca acababa de tener. Cerró los ojos y se le imaginó allí con ella, ayudándola a respirar, como hizo hace tanto tiempo en el avión, cuando apenas se conocían. Se le imaginó con el ceño fruncido, pidiéndole al taxista que fuera más rápido, ansioso por llegar a ver a Azad.

Una lágrima cayó por su mejilla sin que pudiera evitarlo y se la quitó lo más rápido posible.
Serkan tenía tanto derecho como ella a estar de camino al hospital. Tenía derecho de que se le avisara también cuando algo le ocurriera a su hijo. Y ella le estaba quitando ese derecho segundo a segundo, minuto a minuto, año a año.

–Tendría que haberle dejado venir, chicas –Se lamentó, tapándose la cara –Tendría que haberle dicho a Serkan que viniera, que es su hijo al que tenemos que ir a ver.

–Ahora lo importante es ver cómo está Azad, Eda. No te martirices –La pidió Fifi, pagando al conductor antes de salir apresurada, como las demás.

En el hospital las esperaba Ayfer, que tenía los hombros rodeados con una pequeña manta de lana y que estaba mordiéndose las uñas como hacía siempre que estaba nerviosa.

–Lo siento, cariño. Lo siento muchísimo. Yo...

–¿Qué ha pasado? ­–Preguntó Eda, cortándola, buscando a su hijo por el lugar.

–Estábamos en la terraza leyendo El Principito y Azad estaba jugando interpretando a los personajes. Se ha puesto a saltar por las sillas y a decir que estaba volando hasta las estrellas, para estar con su papá. Y de un momento a otro se ha tropezado y se caído. Se ha doblado el tobillo, pero estaba tan asustado que no paraba de llorar. Le he traído aquí de inmediato y le están vendando. Dicen que es solo un esguince, pero que necesitará reposo.

Ayfer tenía la mirada perdida y culpable. No era capaz de mirar a su sobrina a la cara, avergonzada por no haber sabido cuidar mejor de Azad.

–No ha sido nada grave, Eda. Piénsalo así. Tienes que recomponerte y buscar una sonrisa para darle a tu hijo, ¿me escuchas? –La dijo Fifi, abrazándola por los hombros, al ver que su amiga se había echado a llorar.

–Quiero proteger a mi niño de todo dolor y solo le estoy causando más al hacerle creer que su padre está vivo en las estrellas –Dijo, con la voz rota y titilando.

–Eda...

–No quiero que te preocupes ni te culpes por esto, ¿vale? –Se dirigió a su tía, apretándola la mano con afecto –Ha sido un accidente y ya está. Yo solo... tengo que hablar con Serkan. Y con Azad.

Ala rasi ➳ edser Where stories live. Discover now