🔞Volkacio - Navidad🔞

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Estaban ambos recostados en el sofá, la oscuridad del lugar era disipada únicamente por las luces del árbol navideño y las cálidas velas que encendieron con anterioridad.
Todo estaba silencioso, sólo podían oír sus quietas respiraciones junto con caricias suaves que dejaban sobre las ropas del otro. Hacía mucho no disfrutaban de una calma absoluta como aquella.
Con una dulce sonrisa, Horacio elevó su rostro hacia el comisario, comenzando un delicado beso, sus sedosos labios le brindaban toda su atención a los de Volkov, envueltos en la melodía de sus respiraciones mezclándose y sus labios jugueteando.
El de cresta, sin separarse ni detenerse, se sentó a horcajadas sobre Viktor, rodeándole con sus brazos para profundizar el beso. Un gemido salió de él cuando sintió los largos dedos del comisario enterrarse en sus muslos, elevando aquella caricia por debajo de su camiseta para despojarle de ésta, separándose momentáneamente.
Sus labios volvieron a buscarse, pero ahora con más necesidad, introduciendo sus lenguas sensualmente con placenteros movimientos.
Aquel roce causó que ambos soltaran suspiros, sintiendo que la temperatura comenzaba a aumentar a su alrededor, quemándoles en la necesidad de obtener más del otro mientras frotaban deliciosamente sus erecciones.
Volkov se levantó del sofá sin soltar al peliazul. Le llevaba en brazos, con sus gruesas piernas rodeándole. Acorraló al moreno en la pared del pasillo, dejándole en el suelo para posar su mano sobre la erección de éste, acariciando y apretando exquisitamente. Los gemidos que soltaba le encendían de sobremanera, y Horacio lo notó, dando toda su atención al endurecido miembro del peligris. Quitó hábilmente el pantalón del ruso, liberándole al fin.
Viktor disfrutaba del cálido toque de aquella mano que le masturbaba complaciente mientras se besaban ruidosamente. Recorrió todo el cuerpo de Horacio con caricias decididas, las cuales le animaron a éste a aumentar la velocidad del vaivén de su mano, desencadenando un festín de graves gemidos provenientes de Volkov, más aún cuando vió al peliazul de rodillas, introduciendo sin demora su miembro en aquella cálida y húmeda boca.
Succionaba con fuerza, usando aún su mano para masturbar la base de la longitud. Aquello le estaba enviando poderosas descargas de placer al comisario, pero su plan no era ese, necesitaba algo más.
Posó suavemente su mano en el mentón de Horacio, levantándole con delicadeza. Volvió a besarle, pero aquel era un beso tierno y frágil, cada roce era una caricia que sus labios le propinaban enviando un mensaje de amor. Esa elegancia en el beso hizo que sus corazones se agitaran incluso más que antes, fundiéndose en cuidadosos toques y furtivos suspiros.
En silencio, Volkov tomó las manos de Horacio y le llevó hasta la habitación de éste, sentándolo al borde de la cama.
Temblaba de miedo y anticipación ante lo que pediría, jamás había hecho esto antes y su agitado corazón le dificultaba las cosas. Con voz temblorosa susurró
—H-horacio, yo...a mí m-me gustaría saber si...si me podrías ayudar, yo...— un suspiro frustrado y empapado en terror le cortó sus palabras, pero no se rindió en su intento por hacerse entender —Q-quisiera saber si podemos c-cambiar de...ya sabes...yo, es decir, tú...— una risita tanquilizadora por parte del peliazul le hizo comprender que había captado su mensaje, atrapando sus manos en la absoluta oscuridad de aquella habitación. Sólo le veían gracias a la tenue luz que la luna reflejaba, logrando distinguir sus suaves facciones y el brillo de sus ojos.
Horacio volvió a besarle, con tal delicadeza como si le fuese a quebrar. Sus lenguas jugaban y sus manos recorrían todo a su paso con calientes toques. Poco a poco, beso a beso, fueron deshaciéndose de cada prenda, cubriéndose únicamente por los mimos y roces que se entregaban.
El de cresta recostó a Volkov con cuidado, quedando sobre él, entre sus piernas mientras el obsceno sonido de sus húmedos besos resonaba allí.
—Acuéstate bocabajo— susurró con suavidad Horacio. Ya en aquella posición, los nervios del ruso volvieron, agitado por lo que vendría, pero los dulces besos que dejaba el peliazul en su espalda comenzaron a revertir aquello. Pudo disfrutar de la atención que aquellos labios le proporcionaban con tanto esmero. Cada cicatriz en su lechosa piel fue tiernamente besada, haciendo que sutiles suspiros escaparan del comisario.
Los sedosos labios del de cresta llegaron hasta el final de su espalda, y continuaron bajando. Lentamente, las manos del moreno separaron las carnes del peligris, comenzando a lamer deliciosamente su entrada. Aquello sobresaltó a Volkov, esa rica sensación provocó aplastantes gemidos. Estaba deleitándose en la atención que le daba esa lengua, gimoteando el nombre del peliazul en respuesta. Sentía que se deshacía ante su toque.
De manera innata, levantó sus caderas, apoyando su peso en sus rodillas, cosa que fue de gran ayuda. Horacio acarició su rosado orificio con un lubricado dedo, introduciéndolo de a poco. El cuerpo del ruso quedó estático ante la rara sensación, atento a cada movimiento del contrario. Con suaves movimientos, el moreno logró introducir dos dedos, dejando preocupadas caricias y volviendo a besar el cuerpo de Volkov decenas de veces.
—shhhh...tranquilo, deja que tu cuerpo se acostumbre, todo estará bien, no te haré daño— susurró sobre su piel. Logrando calmarle una vez más.
—¿Crees que pueda ahora?— preguntó Horacio tras varios minutos masajeando su interior con cautela, recibiendo un tímido asentimiento de parte de Viktor.
Con bastante lubricante, posicionó su miembro en la entrada del ruso, no había prisas, quería que se sintiera bien y disfrutara, por lo que tardó una eternidad en entrar por completo, repartiendo caricias y pronunciando cariñosas palabras.
Una vez dentro, no tardó en dar con el punto sensible del comisario, oyendo un gratificante gemido que escapó de él. Comenzó así un suave vaivén que estaba hundiendo a ambos en un precipicio de placer absoluto. Los jadeos de ambos les estimulaban aún más, acelarando sus movimientos y multiplicando sus quejidos empapados en deleite. Volkov enterraba sus dedos en la almohada, alzando sus caderas en busca de más.
No importaba cuantos minutos pasaran, estaban envueltos en la deliciosa sensación de sentirse mutuamente, suplicando por el otro.
El peliazul jamás pensó ver a aquel ruso de dos metros derritiéndose bajo él, soltando dulces plegarias por sus finos labios y totalmente dispuesto para él.
Sin detenerse, amasaba aquellas pálidas carnes entre sus dedos, llevando a Volkov a otra dimensión en cada certera estocada. Podía sentir cómo sus carnes le apretaban y le envolvían con fervor exquisitamente en cada penetración. No quería que aquello llegara a su fin tan rápido.
—Date vuelta— pidió sutilmente Horacio, volviendo a entrar en él una vez estuvieron frente a frente.
Buscó los labios del ruso, uniéndose en un sensual y abrasador beso que acunó sus gimoteos.
Sus respiraciones cálidas se mezclaban, mirándose a los ojos con lujuria y una tierna conexión. Sus corazones quemaban dentro suyo, potenciando cada sensación.
Viktor arqueó la espalda atrapando con desesperación las sábanas entre sus dedos, inclinando su cabeza hacia atrás y gruñendo deliciosamente. Soltó las sábanas para atrapar la tersa piel del moreno y aferrarse a él ante lo que venía. Volvieron a besarse torpemente, el tiempo se había detenido a su alrededor, llegando entonces ambos a su límite y derramándose en el otro, sintiendo sus calientes fluidos acariciarles mientras eran expulsados desde sus palpitantes miembros entre placenteros y audibles jadeos.
Los segundos se hicieron eternos en aquella posición, tratando de regularizar sus respiraciones en tanto que el de cresta se recostaba en el cálido pecho del ruso, siendo envuelto inmediatamente por sus fuertes brazos.
Acariciando su cresta, Volkov espetó en un susurro —¿Sabes? Creo que a mí la navidad me llegó antes, cuando la vida me dió el regalo de conocerte...— haciendo a los dos sonreír embobados, entre tiernos besos.

One Shots - SpainRP / InfamesRPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora