🔞Volkacio - Falda🔞

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Una suave música llenaba el ambiente mientras Volkov conducía de vuelta a casa después de su largo turno, siendo interrumpido por una llamada telefónica. Era Horacio.
Nervioso, tomó aire antes de contestarle, pero claramente no fue suficiente para lo que segundos después ocurrió.
Aquella no era una simple llamada telefónica, era una videollamada, donde se podía ver a Horacio arrodillado sobre su cama con las piernas algo separadas, modelando para él la pequeña falda roja que él mismo le había comprado.
Aquello le hizo frenar de golpe aparcando descuidadamente en la acera, con las manos temblorosas y el corazón galopando velozmente.
—¿H-horacio?— fue todo lo que pudo pronunciar.
—¿Te gusta como me queda?— su voz vibró en lo más interno del ruso, iba cargada de erotismo. El de cresta mordía su labio de forma sugerente deleitando al ruso con tan excitante imagen. Aquella falda tapaba escasamente su redondo trasero, invitándole a descubrir lo que debajo escondía.
—Vik...— soltó un quejido lastimero que removió el interior del comisario, —quiero jugar...ven a verme— gimió mientras acariciaba todo su cuerpo suavemente, e inclinándose hacia adelante cual felino, le invitó a unirse a la fiesta privada que acababa de montarse. Acto seguido, le colgó la llamada. Dejando al peligris confundido y conduciendo erráticamente hacia allá.
Girando el pomo de la puerta, confirmó que le esperaba. Apenas entró fue envuelto por el sonido de suaves gemidos provenientes de la habitación de Horacio. Su mente ya estaba nublada, cada movimiento era errante e innato. Dando zancadas fue en su búsqueda.
Un audible jadeo salió de su boca al verle por fin. Seguía en aquella deliciosa posición, arrodillado y ligeramente inclinado hacia adelante, tenía puestas unas medias negras que le llegaban al muslo, y la dichosa faldita roja, ese trozo de tela le rozaba con gracia sus gruesas piernas. Haciéndole rogar mentalmente por estar aprisionado en ellas.
Apenas reaccionó y caminó hasta Horacio, éste le ordenó al comisario arrodillarse en el suelo cerca de la cama con sus manos tras su cabeza, sólo tenía permitido mirar. Éste hizo caso, aturdido ante la situación y con su miembro rogando por un poco de atención.
—Me hiciste esperarte todo este tiempo— le dijo el de cresta, haciendo pucheros y usando una inocente voz. —Tuve que ocuparme de ésto yo solito— apuntando a su propia erección, la cual comenzó a acariciar lentamente mientras Volkov le miraba hambriento, con las pupilas dilatadas, jadeando.
Y continuó castigándole —Estuve pensando en tí todo este tiempo— inclinó hacia atrás su cabeza, soltando dulces quejidos mientras se tocaba. Viktor sentía que explotaría en cualquier momento con sólo mirarle.
—Necesitaba tenerte dentro mío...— cada palabra se cortaba por sus gemidos. Su mano subía y bajaba hipnotizando al peligris, deseando ser él quien le ayudara con aquello. Horacio dejó caer un poco de lubricante sobre su miembro, acelerando sus movimientos. Los calientes murmullos que soltaba el comisario le estaban derritiendo, le calentaba esa voz grave inundada en lujuria que amenazaba con acabar con él en cuanto le diera la oportunidad.
—¿Quieres verme jugar?— seductoramente gateó hasta Volkov, y tomando con fiereza el cuello de su camisa le comenzó a besar bruscamente, recibiendo desesperados gruñidos de su parte. Sus respiraciones agitadas resonaban por la habitación. Las manos de Viktor no aguantaron un segundo más sin sentir aquella sedosa piel morena. Entre besos húmedos y salvajes posó sus dedos en aquellos muslos que le estaban llevando a la perdición, ejerciendo presión mientras le acariciaba llegando bajo su falda.
Horacio sabía que si le dejaba continuar no tendría la fuerza de voluntad para alejarle y continuar con su juego, de manera que tomó sus muñecas dejándole nuevamente con las manos tras su cabeza, inmóvil.
Tomó la misma posición anterior de rodillas en la cama pero esta vez de espaldas al comisario, quien estaba amando las vistas que tenía del moreno.
—Joder...— murmuró entredientes al ver que el de cresta se tendía sobre sus antebrazos dándole visión completa a su entrada. —H-horacio, por favor...— suplicaba compasión, necesitaba sentirle.
Fue ignorado, el peliazul comenzó a apretar su trasero con sus manos, jugando traviesamente ante los ojos de aquel pobre comisario. Dulces gemidos salían de su boca mientras tentaba al ruso, endureciendo más su ya dolorosa erección. Horacio llevó dos de sus dedos lubricados hasta su entrada, acariciándose sensualmente, para luego introducirlos con lentos movimientos, gimoteando, expuesto como presa fácil ante quien deseaba devorarle sin piedad.
Como acto de rebeldía, Volkov abrió su pantalón, sacando su miembro que estallaría ante la sucia película que le estaba montando aquel hombre vistiendo tan solo una pequeña faldita.
Jadeando extasiado Horacio volteó a verle —Tócate, quiero verte— mordía su labio inferior mientras continuaba jugueteando con sus dedos en su interior.
Sin dejar pasar mas tiempo, Volkov llevó sus manos hasta su palpitante erección, tratando de satisfacerse torpemente.
No era suficiente, necesitaba tomarlo para sí, deseaba probarlo, saborear su tostada piel.
En un repentino movimiento, Volkov dejó acostado al peliazul bocabajo, elevando su trasero en un tosco agarrón, aprovechando de masajear y apretar sus nalgas. —Me vuelves loco Horacio— gruñó severamente, separando sus carnes para besar su entrada. Su habilidosa lengua y su tacto caliente hicieron que el de cresta gimoteara sobre su almohada, implorando por más y más de él.
No aguantaban más, Volkov reemplazó su lengua por su miembro, posicionándolo sobre el orificio del peliazul. Con lubricante esparcido sobre su gruesa erección, trazó círculos, dilatando y preparándole para su ingreso.
—Hazlo ya, no me dejes así— reclamó Horacio entre quejidos ansiosos, haciendo reír al ruso.
Poco a poco se introdujo en él, oyendo los jadeos agitados del de cresta. Por su tamaño le estaba doliendo un poco, pero se encontraba tan excitado que no le dió importancia y rápidamente se acostumbró a aquella intromisión en su interior, comenzando él mismo con ágiles movimientos de cadera haciendo colisionar su trasero contra las caderas del comisario.
Absorto y embelesado observaba cómo Horacio se deshacía en deliciosos sonidos que pronunciaban su nombre, impulsándole a acelerar el ritmo de sus estocadas. Supo que había encontrado el punto sensible del de cresta cuando sus gemidos se transformaron en gritos de placer que ahogaba en la almohada, enterrando también sus dedos en ella mientras elevaba aún más su trasero hacia el peligris, quien ante esta escena sintió que no podría contenerse por mucho más tiempo.
—Quiero estar arriba— dijo poco entendible Horacio, lanzándole boca arriba y subiéndose encima suyo en un ágil movimiento. Volkov estaba fascinado, le miró de arriba a abajo, veía la musculosa espalda del peliazul, y observaba cómo su erección desaparecía entre aquellas curvilíneas carnes que rebotaban deliciosamente con cada choque, haciendo que la falda se elevara una y otra vez.
Era inminente, no podrían durar más.
—Viktor...— al escucharle gemir su nombre, éste usó sus últimas fuerzas para tomar las caderas de Horacio y guiarle hacia certeros y bruscos golpes sobre su miembro, logrando que ambos estallaran en espesos líquidos blanquecinos entre quejidos de placer.
Horacio con delicadeza se dió vuelta, quedando cara a cara sobre el comisario. Depositó tiernos besos en su rostro, haciéndole sonreír. Volkov le aprisionó en un abrazo, haciéndole dar vueltas en la cama mientras reían ruidosamente ambos.
—Con que te gusta jugar, eh?— rozaban sus labios con suavidad, deseando que nunca acabara aquel momento mágico~

One Shots - SpainRP / InfamesRPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora