9 - Un lugar llamado hogar

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—Es que sé que experimentarlo por mi propia cuenta tiene más riesgo —rio nerviosa.

—En el riesgo está el aprendizaje —le dijo con sinceridad mientras volvía la vista al río.

—Quizás algún día encuentre valor.

Ninguno agregó nada más. Oli no quería seguir tocando ese tema que le ponía los pelos de punta y le alteraba toda la paz que había logrado construir a lo largo del día. Y al parecer, Tadeo respetó su decisión.

Llegaron al muelle y se encontraron con cuatro adultos que estaban esperando para subir al pequeño yate de Raúl, el padre de Igor.

—¡Olivia! —la saludó desde el interior—. Hacía mucho que no venías por acá.

—Si, casi un año. Hoy vengo a acompañar a un turista desamparado.

—Tadeo, ¿no? —le dijo el hombre extendiendo su mano para estrechar la de él en un saludo—. Waldo me habló de ti ayer. Dice que no te olvides de pasar a verlo antes de irte.

Oli pudo observar cierta sorpresa en el joven quien sonrió y aceptó la invitación.

—De todas formas no pensaba irme sin agradecerle la ayuda —agregó.

El hombre le sonrió y dijo que iría a preparar el yate para zarpar.

—Parece que te ganaste el cariño de Waldo —le dijo ella cuando quedaron a solas.

—Y él se ganó el mio, sin dudas. Me habló mucho de su historia... Y sobre Marta.

Al escuchar ese nombre, a Oli le dio un sacudón en el corazón. Estaba algo sensible y recordarla la invadió de nostalgia.

—Perderla fue un golpe duro para todos. Era una gran mujer.

La chica vio en el rostro de Tadeo esa mirada de compasión que poco le gustaba observar. Pero antes de que pudiera decir algo, él carraspeó.

—No sé si eres de creer en señales y esas cosas... Pero si fue una persona importante para ti puedes pedirle que te haga saber que está bien. Yo suelo recibir señales de mi abuela —rió nervioso.

—¿Señales?

Justo en ese momento el papá de Igor les dijo que podían subir. Tadeo masculló que luego le contaba mejor. Y dejó a Olivia con una gran dosis de intriga. Al parecer, el joven era mucho más interesante de lo que había concluido apenas lo había conocido.

Subieron a la pequeña embarcación y se sentaron en la parte superior. Los otros adultos eligieron los asientos de abajo, parecían más seguros pero se tenía una mejor vista desde arriba.

A Tadeo se lo veía emocionado y Olivia se contagió de aquella sensación. No era la primera vez que subía, pero hacía mucho tiempo que no se permitía un paseo de aquellos. Decidió disfrutarlo a través de la emoción del joven y dejarse llevar por la vista que tendrían. Eso la ayudaría a despejar su mente y desanudar un poco sus emociones.

Cuando la embarcación tomó velocidad, los cabellos de la joven empezaron a flamear por el viento... Y los de Tadeo también se desordenaron. Él la observó con una sonrisa de dientes y luego volvió su vista al paisaje. Olivia se detuvo en su rostro mas tiempo de lo que hubiera sido correcto. Pero sintió paz en su mirada. Nuevamente, esa magia de ver todo por primera vez la envolvió. Y capaz había algo mas que solo eso. Pero no quería admitirlo.

El río tenía muchas ramificaciones y los accesos a la isla eran interminables. Cada canal tenía un nombre y gracias a eso se guiaban los que iban a pescar en aquella zona. Había algunos que decían que tenían más suerte pescando en ciertos lugares que en otros, o que en ciertos sitios se pescaba más de una especie que de otra.

Una parada en Colonia BasiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora