[02] Besos con sabor a piruleta

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La soledad era de color azul

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La soledad era de color azul.

   Se reflejaba en un cielo vacío de nubes y en las lágrimas furtivas. En las rosas que nadie recogía y en los ojos que huían del contacto visual.

   Odette se vistió para cenar con un jersey azul. Fue entonces cuando se dio cuenta del color que envolvía la soledad y de lo ensordecedor que resultaba el silencio cuando anhelabas, casi con desesperación, que alguien terminase con él.

   Buscó a Winnie con la mirada, pero no la encontró. Al regresar a su habitación después de la ducha, su compañera ya se había marchado. Odette había aprovechado entonces para poner en orden todas sus pertenencias y luego había esperado pacientemente a que dieran las siete para poder bajar al comedor y, con suerte, encontrarla.

   Lo había hecho.

   Estaba en un banco lleno de gente, bromeando con chicas y chicos. No cabía duda de que hacer amigos estaba dentro de sus cualidades. Odette creía haber visto a la mayoría en el tour de los novatos, pero no se atrevió a sentarse con ellos.

   El mundo era demasiado intenso, y dolía. Dolía demasiado.

   Subió a la habitación; cuando volvió, llevaba un libro bajo el brazo. De esa forma, nadie se sentaría a su lado porque daría la imagen de ser la chica que prefiere la compañía de un libro a la de una persona real.

   Quizá fuera así, al fin y al cabo.

   Sin embargo, se equivocaba.

   —No es tan bueno —dijo una voz a su lado.

   Levantó la cabeza, confusa, de entre las patatas fritas y el capítulo diez de Seis rosas para Cassandra, pero no identificó a la voz que había hablado.

   —Cállate, Louise, deja que lea tranquila.

   —Yo solo digo que el libro te promete una cosa y luego, en realidad, la historia es muy distinta. Al menos en la película...

   Odette se dio cuenta de que solo había dos personas más sentadas en el banco junto a ella; un chico y una chica de rasgos similares. Ella protestaba con su carita de muñeca arrugada en una mueca; él cenaba sin preocuparse mucho por sus palabras.

   —A mí de momento me está gustando mucho —probó a decir. Los dos se volvieron hacia ella, casi sorprendidos de que les hubiese escuchado.

   El joven se encogió de hombros y siguió con la mirada clavada en su cena, pero la muchacha se acercó a ella.

   —No es el mejor libro de la autora. A mí me gustó mucho más la saga de Los Imposibles —afirmó sin titubear. Tenía la voz cantarina y los ojos grises, brillantes—. Por cierto, soy Louise Reed.

   —Odette Blues.

   Se dieron la mano y, sin saberlo, firmaron un pacto de amistad y sangre. La chica que quería cenar a solas para calmar los nervios terminó riendo y debatiendo sobre sus lecturas favoritas con una desconocida. Le dijo a Louise que iba a empezar filología inglesa porque adoraba escribir; ella le confesó que había escogido la misma carrera porque le encantaba leer.

Vivir a contraluzWhere stories live. Discover now