D o c e

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Querida traviesa,

Okey, debo admitir que me gustan las locuras que haces en clase.

Hoy escondiste un pan con pollo entre tu libro y tu cuaderno.

Y sigilosamente lo comías.

Aguantaba la risa para no delatarte.

Pero después de un rato empecé a reír como loco.

Tú, con rapidez y las mejillas sonrojadas, pusiste tu pan en la maleta, teniendo cuidado de masticar con disimulo.

Jamás me habías parecido tan adorable.

A el profesor no le pareció gracioso que mi risa se propague por el salón.

Terminó castigándome por, según sus palabras “Crear desorden”

No me importó.

Lo valió, Ale.

Lo vales.

-Diego

Querida Alexandra (Uno)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu