Vi las ventanas e hice una mueca al ver que estaban o completamente cerradas o solo un poco abiertas. Llamé la atención de mi padre y señalé estas con la cabeza. Él lo entendió y me dio permiso para levantarme e ir a abrirlas. Nosotros teníamos la regla silenciosa de no pararnos de la mesa hasta que todos hayamos terminado, así que por respeto tuve que avisarle a mi padre primero lo que planeaba hacer. Fui hacia ellas y las abrí de par en par, dejando otra por la mitad para que no entre todo el frío. Teníamos buenos abrigos y ninguno parecía sufrir por el viento helado, pero tampoco podíamos tentar a la suerte cuando estaba nevando así de fuerte.

Regresé a la mesa y llevé el último trozo de pan a mi boca. Volteé a mi izquierda, encontrando la sonrisa suave de JungWoo. Me avergoncé un poco al tener las mejillas abultadas y una que otra migaja en los labios, pero lo olvidé con facilidad al escucharlo susurrar un gracias con esa voz aterciopelada que tenía. Intenté sonreírle de vuelta y miré a otro lado, sintiendo un calor subir a mis mejillas e incluso a la punta de mis orejas. Por la mirada que me lanzó YeonJun, esa escena no había pasado desapercibida y todo mi rostro estaba rojo.

—BeomGyu, no olvides tomar las pastillas. —escuché a mi madre decirle.

—¿Pastillas? —pregunté pasando lo que tenía en la boca— ¿Acaso está enfermo?

Mamá negó con una sonrisa algo tensa en los labios— Va a ser su primera luna llena, debe tomar supresores.

Parpadeé repetidas veces, la última palabra repitiéndose como eco en mi mente. Vi a Gyu, con esa actitud madura que tenia había pasado por alto los rasgos delicados y aún algo aniñados de su rostro. Se había presentado algo tarde, pero eso no significaba que corría menos riesgo que los omegas que se presentaron de menor edad. Confiábamos en todos los miembros de la manada, pero más valía ser cautelosos que después llorar tragedias. Además, una vez la luna llena estaba en su punto máximo, todos nuestros sentidos se nublaban y la conciencia se apagaba.

Él se paró de la mesa y alcanzó la tableta de pastillas que estaban en uno de los sillones. Tomó una con el poco jugo que le quedaba en el vaso y siguió comiendo como si nada. Dejé de mirarlo, leyendo en su lenguaje corporal que no se sentía cómodo con haber tomado supresores delante de desconocidos. TaeIl y JungWoo también eran omegas, pero seguían siendo unos extraños para él.

De repente, un aullido resonó en el silencioso ambiente que inundaba la casa. Todos lo reconocíamos, era el de SiWon. Y eso solo significaba una cosa, la batalla había iniciado.

Mamá miraba la ventana con el ceño fruncido, sus ojos tomando un brillo dorado y sus fosas nasales expandiéndose tratando de alcanzar cualquier olor. Papá estaba igual que ella, solo que sus ojos se habían tornado negros y había volteado la cabeza hacia la puerta. Yo lo miré algo preocupado, y el gruñido que dejó salir me comprobó que había escuchado lo mismo que yo. Los cazadores estaban disparando sin medirse,  causando varios gruñidos y aullidos de dolor.

—YeonJun, BeomGyu, recojan la mesa. YuKhei, ve a cerrar las ventanas y lleva a tus amigos a tu cuarto. Que se pongan una camiseta tuya.

Asentí a lo que dijo mi madre, llevándome conmigo a TaeIl y JungWoo para evitar que vieran las armas que sacaba mi padre debajo de los muebles. Sin embargo, estaba seguro de que TaeIl había alcanzado a ver algo, pues sus ojos se abrieron ligeramente.

Cerré todo lo más rápido que pude y subí al segundo piso. Al lado izquierdo estaba la habitación de mis padres y dos para huéspedes, mientras que a la derecha estaba el dormitorio compartido de BeomGyu y YeonJun, el de WonHo (que siempre paraba vacía) y el mío. Abrí la puerta dejando que ellos pasen primero, cerrando detrás mío y yendo directamente al armario para sacar dos playeras. Traté de buscar unas que sean de su agrado, decidiendo al final darle una blanca a TaeIl y una gris a JungWoo. Ambas eran de color entero con un pequeño logo o escrito, era mejor que todas las musculosas que habían quedado arrimadas.

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