Sakura se acercó a abrazarlo por detrás tan rápido que le hizo dar un paso hacia en frente. Sebastian se alejó rápidamente de ella y se abalanzó hacia el doctor. Criss y Dan lo tomaron por los brazos para que no se moviera. Sebastian había tomado de la bata al doctor.         

–  ¡Hagan otra cosa! –les exigía frenético- ¡No me digan que la he perdido! ¡Ella no puede desaparecer! ¡Ella no…! – dejó caer su mano y se dio la vuelta ido.

Dan y Criss se separaron y desviaron la mirada de él. Andy abrazaba a Rebeca que lloraba en su hombro. Brenda estaba igual en los brazos de Carlo. Dimitri no le miraba, también tenia la mirada desviada.

Miguel se hizo hacia atrás, cuando le llamaron tomó el primer vuelo y llegó rápidamente al hospital. Se cubrió el rostro y se dio la vuelta para ocultar las lágrimas que resbalaban por sus mejillas.

Pero nadie tenía la expresión que tenia Sebastian, el rostro de un hombre perdido en el infierno. Su expresión y dolor no se podían comparar.

Andrew tomaba a Sakura por detrás, pues al abalanzarse hacia el doctor la había hecho caer. Sakura se levantó y le fue a abrazar. Él la rodeo y agachó su cabeza para ocultar su dolor. Ahí no. Ahí no podía llorar.

Sakura no dijo nada. Solo se mantuvo callada hasta que él nuevamente se incorporó tres minutos después.  

–  Quiero verla – le dijo al doctor que no se había ido – quiero despedirme de ella. – asintió.

Sakura se separó de él y vio mientras caminaba hacia el cuarto. Camino hasta los cuneros para poder ver al niño de Samy. Y ahí estaba, moviendo sus manitas pidiendo atención por encima de todos los demás bebés, en la cuna de cristal se encontraba el apellido de Sebastian. Deseó poder tocarlo.

Aun no podía creer que aquel indefenso bebé hubiese perdido a su madre.

–  ¿Sakura? – ella se dio la vuelta - ¿te encuentras bien?

–  Me siento mejor de lo que se siente Sebastian en estos momentos, Andrew.

–  ¿y el bebé?

–  Tratando de conseguir atención.

–  Eso está bien. Tiene un padre que lo adora. – se dio la vuelta para irse, pero la mano de Sakura tomó su camisa para impedírselo.

–  Sebastian está sufriendo, no te puedes ir Andrew, no ahora.

–  Los tendrá a ustedes, yo solo soy un problema para la vida de todos. La tuya, Sakura, te lo he dicho.

–  Dices que jamás volverás ¿Cómo es que quieres que te espere por ese tiempo?

–  No espero que lo hagas. Solo quiero que seas feliz, es todo lo que te estoy pidiendo.

–  No puedo.

–  ¡Maldita sea Sakura! – la tomó de la muñeca y la arrojó contra la pared - ¡Mira lo que te hago! ¡Mírame ahora! ¡Te estoy haciendo daño! ¡¿Por qué no lo entiendes?!

–  Lo entiendo – dijo en susurro – lo entiendo en verdad, y me pregunto el porqué no puedo dejar de amarte. Te lo he dicho antes… no quiero amarte.

–  No lo hagas.

–  No puedo. Ahora ya estás en mi piel. ¿Lo recuerdas? – tomó su mano y la colocó en su cintura – al igual que yo – puso su mano en el pecho de Andrew – por siempre.

–  No quieres esto. Así como yo tampoco quiero acerté daño.

–  No lo hagas, estábamos bien hasta hace solo un par de semanas. Estaremos bien. Solo…mírame Andrew, estaremos bien. Intentémoslo.

–  ¿te quieres casar con un monstruo? – dio un paso hacia atrás y se cubrió el rostro tratando de ocultar una sonrisa en sus labios – pero tú sí que estas mal.

–  ¡No es por ti! – dijo cruzando los brazos en su pecho – es que ya tengo el vestido. Tonto.

–  Tus reacciones no son nunca las que espero – la abrazó y ella le rodeo con sus brazos – hay veces en las que creo que estas mal de la cabeza.

–  Igual que tu.

–  Te amo. Espero y me perdones todo lo que te he hecho pasar, ya que yo jamás podré hacerlo.

–  Con mi perdón tienes más que suficiente.

–  No te puedo prometer que no volverá a pasar. No puedo. Aunque quisiera, me conozco y aunque quiero no volverte a hacer daño hay veces en donde no puedo controlarme. No puedo prometerte, Sakura – se le quebró la voz y las lagrimas comenzaron a resbalar por su mejilla – no puedo prometerte no volver a hacerte pasar por un infierno a mi lado.

–  Yo no puedo prometer aguantar por siempre. Pero ten por seguro que cada momento que pase contigo va a ser porque quiero estar ahí. Y en ningún otro lugar.

–  Te amo.

–  Yo también te amo. Aunque hay veces en las que me gustaría no hacerlo.

–  Y desearía que dejaras de amarme. – dijo mientras le quitaba las gafas negras que ocultaban su ojo y odiaba cada centímetro de su ser.

Se encontraba en la pequeña cama. Con los ojos cerrados y cubierta hasta el pecho con una manta blanca y con las manos afuera. Con la piel tan blanca como siempre había sido. Si tan solo su respiración existiera pensaría que se encontraba profundamente dormida.

Se encontraba, ahí, sin movimiento alguno. Pero con esa hermosa sonrisa de satisfacción.

Todo eso tenía que ser una pesadilla, una horrible pesadilla, lo deseaba más de lo que hubiese podido desear cualquier cosa en el mundo. Despertar al lado de ella después de haber hecho el amor, tomar su mejilla sonrojada por verla despertar y haber estado observándola dormir. Viendo como la luz hacia que su cabello pareciese rojizo y que sus labios tomaran un color rosa pálido. Verla remojarlos por su lengua y después que le dijera que le amaba.

Tomó un banco y lo acercó a ella.

Se sentó y la tomó de la mano llevándosela a los labios para besarla.

–  Discúlpame por no haberte podido proteger, amor mio. No pudiste conocer a nuestro hijo – tomó con ambas manos la suya fuertemente – perdóname si es que alguna vez pensaste que amaba más a Sakura o que no te prestaba atención, ya que jamás podré yo perdonármelo. Si es asi no me sorprende que me hallas ocultado del riesgo de nuestro hijo. Te amo, Samantha. Espero y no hallas dudado ni por un segundo que me hiciste el hombre más feliz al convertirte en mi esposa. Fueron dos años maravilloso. Simplemente los mejores de toda mi vida. Primero el poderte recuperar y después hacerme la persona más feliz en el mundo al convertirte en mi mujer…

Calló por que le falló la voz, sumergió su cara en las sabanas y apretó más fuerte su mano.   

–  Nuestro hijo es hermoso. Es idéntico a ti. Tu nariz, tus labios, tu tono de piel, el mismo color de cabello. Solo estoy seguro que es mi hijo por sus ojos. Se llamará Tristan. Como querías amor. No quiero que me veas llorar, pero perderte de esta forma… te amo Samantha – se levantó de la silla y se acercó a ella. Abrió los labios y el beso.

El ultimo beso.   

Amor odio o paranoiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora