-Iris- susurra y se posiciona a mi lado.

Estoy dispuesta a girarme a mirarle cuando oigo una voz que crea un estruendo en el tranquilo local en el que estoy ubicada.

-¡Iris!- oigo la voz de Ryan, y diviso a los gemelos, a él y a James dirigiéndose hacia nosotros. Mierda. A los pocos segundos ya los tenemos encima.

-¿Qué haces aquí, Joyce?- inquiere mi hermano Gus.

-He venido a por algo de beber, no me gustan demasiado los refrescos que venden en la tienda del cine- inquiere restando importancia al asunto. Hasta yo misma me lo creo.

-Creía que habías venido con las chicas- me dice Ence.

-Y así es, me están esperando en la planta de arriba, sólo he venido a por unos cafés para Carlena y Aubree, y me lo he encontrado aquí- señalo con la cabeza a Joyce restándole importancia al asunto.

Oigo hablar a los muchachos mientras ordeno los dos cafés más baratos de la carta. Incluso el café más barato me parece caro, mierda. Tras ordenarlo y que me sirvan, me despido de los chicos y me dirijo hacia no sé dónde con los dos cafés en la mano.

Divago por el centro comercial hasta que me harto de cargar con los dos vasos de cartón, los lanzo a la basura y descubro que Joyce no ha dado señales de vida, maldito arrogante, esta me la va a pagar. Así que, no me queda otra que volver a casa en autobús, y como no está lejos...

El trayecto se me hace eterno, y tras caminar el camino del bosque hacia la casa, está empezando a anochecer y a refrescar cada vez más. Entro en casa y descubro a Ryan y a los gemelos sentados en el sofá.

-¿Cómo ha ido la tarde de compras, herma?- me pregunta Ence.

-Bien- le digo, y me siento en el antebrazo del sofá, justo al lado de Ryan.

-¿Ya habéis decidido de qué vais a ir?- asiento mientras él me mira de reojo, está bastante concentrado en la partida de la Xbox.

-¿Y de qué va a ser?- inquiere Ryan, curioso.

-Es una sorpresa, el viernes lo veréis- refunfuña pero finalmente acaba callándose -Quien gane juega contra mí- aviso y empezamos, de nuevo, una nueva batalla campal.

La tarde transcurre divertida con los chicos. Tras cenar en familia, me meto en mi cuarto, alisto los enseres para el día siguiente y me enfundo en el pijama consistente en un short azul cielo y una blusa de manga larga del mismo color. Mi teléfono suena, y sé de antemano que es Joyce, o más le vale ser él. Me ha dejado tirada y ni si quiera ha llamado para disculparse, es un cretino.

-¿Joyce?- pregunto.

-Error, prueba otra vez- enarco las cejas.

-¿Blake?- llevo tres semanas sin saber nada de este especímen, y ahora, ¿me llama por teléfono para dios sabe qué?.

-Ahora sí, muy bien, rubita- me dice.

-¿Qué quieres? Estaba a punto de irme a dormir- le aviso.

-Lo sé- ríe, ¿y a este qué coño le pasa? -¿Sabes? Estoy cerca de tu casa, en realidad, estoy justo debajo- me dice.

-No digas gilipolleces- le pido -Ni si quiera sabes dónde vivo- le digo.

-Sí, sí que lo sé, en la casa de al lado del bosque de Elmwood- me dice.

-¿Cómo mierda...- me corta.

-Ya te lo dije, yo sé muchas cosas que tú no- me corta.

-No bromees Blake, es muy tarde- le digo.

-No miento- me dice -Acabas de apagar la luz, ¿a que sí?- me dice, trago saliva sonoramente.

-¿Qué quieres?-e le pregunto tras varios segundos de silencio.

-No es que quiera nada en específico, simplemente, necesito algo de ayuda- me dice.

Voy hacia la ventana, con cautela, me asomo pero no logro divisar gran cosa, todo a fuera está muy oscuro, y en mi casa, también, todos duermen.

-Espera- y dicho esto, agarro una chaqueta de chándal gris, me la pongo, y salgo de mi cuarto, alumbrando, con cuidado, con el teléfono.

Bajo las escaleras, con cautela, y me dirijo a la cocina para salir por la puerta trasera. Echo un vistazo rápido y descubro la figura de un hombre apoyada en la pared cercana a la puerta, e alumbro, y descubro su cara, algo magullada, que entrecierra los ojos cuando la luz del teléfono le da en los ojos.

-Te dije que no mentía- me dice.

-Shhht- le digo, y él solo se queda en silencio -¿Qué te ha pasado?- le pregunto, él solo se encoje de hombros.

Miro hacia arriba, y en una plegaria rápida, mental e improvisada, le agarro del brazo y tiro de él,hacia la cocina, deseando que no haga ningún ruido, y que a nadie le dé por ir al baño o por querer un vaso de agua. Vamos, en silencio, hacia el salón, y subo las escaleras, gracias a diós que la madera no chirría. Ya, en la planta de arriba, le tiro hacia mi cuarto, me meto en este, me apoya contra la puerta y respiro apresuradamente.

-Tranquila, rubia- me dice con una risita.

Me acerco a la luz y la enciendo. Instantáneamente, me llevo las manos a la boca y mi teléfono cae al suelo de la sorpresa. Oh. Dios. Mío.

Seis hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora