[SEIS]

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Niall dormía.

Alex tiró de la colcha hasta cubrir el pecho de él y miró su tranquila figura. Ella había aplicado nieve a su rodilla durante media hora y ya había desaparecido lo enrojecido. Después de que él se vistiera, ella deslizó una almohada debajo de su rodilla para levantarle la pierna y ayudar así a reducir la inflamación. Niall había sido un paciente de lo más tranquilo, sin poner objeción alguna cuando ella le sugirió que se echara la siesta antes de cenar. Si no lo conociera mejor, casi podría creer que él había disfrutado de la atención que le había dedicado.

Y lo había atendido. Lo había cuidado para sentirse más útil de lo que se había sentido en años. Él la necesitaba, aunque no le gustara, durante todo el período que estuvieran allí y eso la satisfacía.

Alex se estiró y su mano quedó quieta a medio camino. Quería tocarle la ceja pero no se atrevía. No estaba segura de si no sería ella la beneficiada, más que él. Era tan poco usual... pero una vez que lo había tocado, no podía mantener las manos alejadas de él. Quería consentirlo, acariciar su rostro, pasar las manos sobre sus hombros, sentir su fuerza. Y más.

Deseaba sentir las manos de él sobre ella.

Alex sonrió para sí misma. ¿Quién habría pensado que podía suceder algo parecido? Por supuesto, ella había soñado con un hombre especial, pero ni en sus más salvajes sueños una situación parecida a aquella se había materializado.

Sin embargo su decisión estaba tomada. Una miríada de pensamientos giraban en su cabeza en cuanto a la manera en que iba a seducirlo. No tenía idea de si él la deseaba y perforar esa concha que había erigido en torno suyo iba a ser un trabajo imponente. Estaba segura de que podría hacerlo, pero no sabía si tendría suficiente tiempo.

Alex miró por la ventana. La claridad se filtraba a través de ella aunque seguía nevando. Una vez tomada su decisión, había pronunciado en silencio unas sentidas oraciones para que la tormenta durara toda la noche por lo menos. Ella necesitaba ese tiempo extra para tratar de convencerlo de que hacer el amor con ella era algo correcto, de que no tenía que temer que se quedara prendada de él cuando inevitablemente tuvieran que seguir caminos diferentes.

Cómo convencerlo era la cuestión. Se mordió el labio y reflexionó sobre su siguiente curso de acción. ¿Cómo se sentiría ella si no estuvieran atrapados en esa cabaña? ¿Qué habría hecho si lo hubiera conocido en Nueva York?

Probablemente lo habría invitado a cenar a su apartamento. Ella era una buena cocinera, lo que sorprendía a la mayoría de la gente. Cocinar la relajaba y era famosa por sus cenas, donde solía ejercitar un ritual de probar nuevas recetas con sus amigos. ¿Por qué no hacer lo mismo allí? Podía cocinar una cena y dejar que la naturaleza siguiera su curso allí tan fácilmente como en su apartamento de la Quinta Avenida.

Fue hacia la cocina de puntillas y buscó en los armarios. Había dos latas de atún, una lata de judías, un frasco de aceitunas españolas y más sopa. La alacena contenía un buen surtido de especias y, lo mejor de todo una botella de Chardonnay.

Alex llevó la botella hasta la puerta y la metió dentro de la nieve. Espió sobre su hombro para vigilar a Niall, pero él no movía ni un solo músculo. Animada por su buena fortuna se dirigió a preparar su seductora cena, casi de gourmet.

Mezcló el atún con las aceitunas y añadió un poco de salmuera. Después añadió una pizca de pimienta verde y después de probarlo, se dijo que había descubierto un nuevo plato para dar a conocer a sus amigos. Llenó un cazo con nieve y colocó el plato de atún dentro para que se enfriara. Una vez que terminó, vació las judías en un cazo más pequeño, luego mezcló dos latas de sopa de legumbres en la olla más grande y puso ambas a calentar. Por último, dispuso la mesa.

Niña Rica - Niall Horan.Where stories live. Discover now