—Por favor, por favor, no te he usado, tienes que estar aquí. —En esos momentos tocaron la puerta —. ¡Un momento! —Exclamó mucho más fuerte de lo esperado.

No obstante, la persona que esperaba en el pasillo no desistió y volvieron a llamar a la puerta. La princesa frunció los labios y cerró los ojos en exasperación. Una suave capa de sudor cubría su coronilla y finas gotas resbalaron alrededor de su rostro. En realidad, sentía demasiado frío, incluso cuando todavía no había anochecido y las telas de su vestido eran relativamente gruesas y bastante elaboradas.

—¿Se encuentra bien, alteza? —Escuchó que uno de los hombres que custodiaba sus aposentos, preguntó. De seguro había escuchado todo el revuelo que causó ella al desacomodar sus pertenencias en medio de su creciente pánico.

Antes de contestar, se tomó su tiempo. Necesitaba que su respiración volviera a la normalidad, no obstante, le resultaba cada vez más complicado.

—Sí. Necesito que busquen a la maga de La Corte, que traiga cenizas de naranjo —pidió caminando hasta el frente de la chimenea apagada. Un hormigueo subió por su espalda y se asentó en la parte trasera de su cuello. Sabía qué pasaría a continuación.

» En caso de no ser Blanche de Aninthaia, no quiero que se abran esas puertas —ordenó con voz dura, dejándose caer sobre la alfombra de rodillas, las faldas de su vestido amortiguando el golpe y amontonándose a su alrededor.

Creyó escuchar el sonido de las armaduras de los soldados al otro lado de la puerta en el pasillo junto a sus voces susurradas. Trató de agarrarse a esa pequeña ventana de realidad, pero después solo hubo silencio. No fue capaz de escuchar nada más. Los latidos de su corazón la asordaron, se agitó tanto que el aire dejo de ser suficiente y el dolor de pecho y cabeza no tardaron en comenzar.

Posó sus debilitadas extremidades en su regazo, apretando los dientes al tener la terrible sensación de pequeños objetos punzantes atravesando su piel, que cada vez tenía más la apariencia de un desgastado pergamino o las raíces seca de un tronco. Hasta el más mínimo movimiento era un martirio para ella.

Los siguientes minutos pasaron demasiado lento para Margery, quien se había recostado por completo en el suelo alfombrado. Al menos había podido hacer eso por su propia cuenta en vez de llevarse tremendo golpe en la cabeza como ya había sucedido en una ocasión anterior. Antes de cerrar sus orbes y dejarse vencer por la arrastrante inconsciencia, lo último que estos vieron fue la decorada pared y la delicadeza con que la chimenea perdió forma y todo quedó oscuro.

Luego sintió un suave tirón en su cuerpo y fue obligada a volver a estar sentada. Abrió los ojos y lo primero que distinguió fueron las borrosas llamas de la chimenea danzando con tranquilidad ante ella en llamativas ondulaciones, pintando el espacio más cercano de un cálido y bienvenido anaranjado. se preguntó quién la habría encendido.

Dejó caer su cabeza a un lado, sus alrededores empañados y confusos. No tenía la energía suficiente para centrar su mirada en ningún punto. Estaba fatigada, exhausta, como si acabara de correr por su vida alrededor de todos los terrenos del castillo. El crepitar del fuego en la leña la tranquilizó y se hundió en un episodio de calma, hasta que sus manos y antebrazos fueron sumergidos en una vasija con agua caliente, lo que provocó que una exclamación saliera de sus labios ante el golpe de temperatura tan brutal que pegó en su piel expuesta.

Fue ahí cuando se dio cuenta que ya no se encontraba sola en sus aposentos. Escuchaba voces, pero le parecían muy lejanas e inentendibles. Sintió una suave presión en sus hombros y se dejó caer hacia atrás, mareada en malestar. En vez de recibir el suelo nuevamente, sintió el pecho de alguien recibirla, quien parecía estar sosteniéndola para mantenerla sentada lo más erguida posible.

CURSED LINEAGE «the witcher»Where stories live. Discover now