— Y yo seré indiscutiblemente la mujer de blanco —alcanzo a decir antes de que su madre le empuje fuera de la habitación—. Bien, Riley. Esperemos que tu recomendación del baño sea certera; porque me estoy planteando seriamente dejarte ser mi dama de honor.

Con esa advertencia comienza mi ajetreado día.

<< ¿Por qué las despedidas de soltera deben celebrarse el día antes de la boda? >>

Ciertamente, el malestar ha disminuido, pero sigue latente. La ceremonia ha debido retrasarse unas horas. Las náuseas no han remitido. Mi rosotro y cabello eran un completo desastre; por tanto, les he dado bastante trabajo a las estilistas. Además, hubo que reajustar el vestido: en solo una semana mi vientre ha aumentado de volumen. Algo lógico cuando llegas a las veinticuatro semanas. Aunque es más pequeño de lo común según mi tiempo de gestación, Beat ya es perfectamente visible y no podría sentirme más orgullosa.

Daniel se ha asomado e intentado colarse en la habitación varias veces. Su madre terminó por colocar dos agentes de seguridad en la puerta. Mi prometido está igual de nervioso que yo.

Finalmente he llegado aquí, a los brazos de mi padre.

— Hermosa se queda corto, hija —comenta. Nuevamente noto sus ojos acuosos. Respiro profundamente; no puedo llorar. La estilista me matará si lo hago—. Estoy muy orgulloso de la mujer en la que te has convertido, Mandy. Desde que llegaste al mundo y vi esos ojos tan peculiares llenos de luz, supe que marcarías la diferencia. Lo has hecho, cariño; has cambiado la vida de muchas personas, desde la mía propia hasta la del hombre que te espera en el altar. Has logrado superar la adversidad. Sé que te entrego a la persona correcta. Desde el día en que decidí casarme con tu madre no sentía tanta seguridad.

— No me hagas esto, papá —intento retener las lágrimas—. Si lloro, me convertiré en la novia cadáver.

— Las bodas son para llorar, cariño —declara con una enorme sonrisa en su rostro—. Desde que la humanidad existe.

— Me gustaría tener a Violeta conmigo —admito.

— Y la tienes. Tu hermana está aquí. Solo mira los arreglos florales —señala las violetas colocadas en cada rincón del jardín— y tu ramo de flores, ¡Violeta está más viva que nunca! Porque nosotros mantenemos vivo su recuerdo.

— Gracias, papá —me entrego a los mejores brazos del mundo, los de mi padre—. Te amo.

— Es sentimiento es mutuo —me devuelve el acogedor abrazo—. Mi Mandy.

— Todos en posición —la organizadora de la ceremonia aparece en escena.

Sin preámbulos, todo comienza: primero sale Sugar lanzando los pétalos, luego le sigue Rebecca de la mano de su esposo. Riley desfila por la pasarela junto a Erick, con su característica actitud despampanante. Posteriormente, es el turno de Claire y Robert y finalmente, Camille y Andrés. Es la boda de cuentos de hadas, incluso supera la que escribí en mi libro.

— ¿Lista, cielo? —inquiere mi padre.

— Nunca he estado tan lista para algo —afirmo antes de caminar hacia mi nueva vida.

Apenas soy consciente de lo que sucede a mi alrededor. Solo somos Daniel y yo en nuestro mundo. Simplemente no puedo dejar de observarle: es el hombre más guapo que he conocido, y no solo me refiero al físico.

— Amanda Lien Roldan —respira profundamente antes de continuar—: antes de conocerte, era un obseso del control, idiota, aburrido, snob; todo un patán arrogante —lo último lo dice con una sonrisa, la cual imito—. Ahora lo sigo siendo —todos reímos—; pero también soy celoso, posesivo, atento, cariñoso, a veces sonrío, ¡incluso bromeo! Antes, solía ser el hijo, el hermano, el jefe, el magnate. Ahora soy el colega, el amigo, el hombre.

» Me hiciste ver que existe una vida más allá del trabajo, de la familia. Me hiciste comprender que la palabra amor resulta muy pequeña para describir tantas sensaciones, tantos sentimientos. Me hiciste amarte. Cuatro letras no son suficientes para definir lo que siento, lo que me provocas; pero tú y yo siempre nos hemos entendido bien a través de letras —me guiña un ojo, haciéndome sonreír. Mi padre tenía toda la razón: las bodas son para llorar—. Me has dado tanto… A partir de este momento, solo pretendo devolverte lo que me has regalado sin siquiera esperar algo a cambio.

>> Prometo respetarte, cuidarte, complacerte, alimentarte —hace énfasis en la última palabra. Ya no sé si reír o llorar—, divertirte…, hacerte feliz. Pero sobre todo, prometo amarte con todo lo que soy. Yo, Daniel Gold Rocketford, te querré por siempre, incluso más allá de la muerte.

Besa mi temblorosa mano y coloca el sencillo aro en mi dedo anular.
No cambiaría este momento por nada del mundo.

Trago saliva y suspiro antes de pronunciar mis votos—: Soy una mujer marcada por el pasado. He conocido la felicidad…, y también el dolor. Una vez juré no volver a amar, a sentir. Las heridas, la tristeza…, eran demasiado para enfocarme en cualquier otro sentimiento. No podía dejar entrar a nadie más. Me convertí en una especie de muerto-viviente, un cascarón vacío.

>> De pronto, me vi en una nueva ciudad, un nuevo trabajo, nuevos amigos…, y tropecé con unos ojos áureos, brillantes como el oro líquido en su estado más puro. Algo completamente desconocido nació en mí: la esperanza.

>> Mi mundo se puso de cabeza. Comencé a sonreír otra vez, a soñar…, a vivir. Aprendí a vivir cada experiencia, disfrutar de cada caricia. El amor que tanto me había esforzado en reprimir, salió a flote. Por momentos, el temor de volver a equivocarme me dejó paralizada. Sin embargo, bastó una mirada, una sonrisa, una palabra, una caricia.., solo un gesto para reaccionar y seguir adelante.

>> Me dejé llevar por la pasión; aún arriesgándome a quemarme. Simplemente no podía mantener mis manos alejadas de ti. Descubrí que podía ser divertida, coqueta, provocadora, ardiente. Descubrí una nueva versión de mí misma…, y me gustó.

>> Hoy puedo afirmar que hay un antes y un después en mi vida. La definición de ese límite, solo se reduce a dos palabras: Daniel Gold.

Deslizo el anillo a juego con el mío, sobre su dedo.

>> Eres tú. Por alguna razón que desconozco, el destino me ha regalado una nueva oportunidad para ser feliz. Te amo, Daniel; hoy puedo afirmarlo sin temor alguno. Solo puedo prometer que seré tuya completamente, sin reservas, desde hoy y hasta el resto de mis días.

Él me envuelve entre sus brazos y me besa. No tengo idea de si el sacerdote pronunció las típicas palabras <<Los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia>>, pero me da igual. Aunque probablemente, si lo hubiera dicho, ni le escucharía.

Los labios de Daniel son todo cuanto puedo prestar atención. Sin embargo, logro escuchar sus palabras—: Seduciendo a mi jefe.

— ¿Qué? —pregunto confundida ante sus palabras sin sentido.

— Un buen título para nuestra historia, ¿no crees? —Me quedo completamente descolocada. Luego reacciono. <<La ha leído en una semana>>—. A fin de cuentas, todo comenzó por ahí, ¿no?

— ¿Por la seducción? —cuestiono confundida.

— Así es, Amanda Roldán —confirma—. Todo lo que necesitaste fue chocar conmigo y abrir tu boca provocadora. No es el jefe idiota, sino seducido.

— Me parece perfecto —delibero, aferrándome a su cuerpo, aunque sigo pensando que fue al revés. Supongo que la seducción fue mutua.

— Un título perfecto para una historia perfecta —comenta.

— Nuestra historia —recalco y le beso, tomando la iniciativa.

Nuestro romance estuvo lleno de secretos, viejas heridas, desencuentros, engaños…, pero sobre todo de amor. Comenzó con unas palabras provocativas al azar y un deseo desenfrenado que se fue transformando poco a poco. Al final, el amor terminó venciendo y eso significa que tanto el desarrollo como el desenlace fueron perfectos.

Mi nombre es Amy Roldan y en estas líneas solo cuento cómo seduciendo a mi jefe se convirtió en la historia de mi vida.

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