Capítulo XIII

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Se quitó la ropa deprisa, porque por muy caldeada que estuviese su habitación, en cuanto su piel quedaba respuesta, el frio la atravesaba, y era imposible sacarlo.

Repasó mentalmente lo realizado ese día y lo que tendría que hacer al día siguiente.

Habían resuelto el problema del grano y de su almacenamiento, y también habían matado unos cuantos pavos, que darían alimento a los habitantes del castillo, durante la siguiente semana. El reparto del pan, el vino y el agua estaba controlado, y no habían tenido ni la visita de nadie, ni la llegada de ningún cuervo pidiendo ayuda en los 5 últimos días. Se permitió respirar profundamente esa noche, sabiendo que todo el mundo a su cargo, dormiría caliente esa noche, con la tripa llena y con perspectivas de hacer lo mismo que los próximos días.

Dejó la pesada ropa de lana en el baúl y se colocó, enseguida, su camisón, seguido de su pesada bata de lana.

Cuando estaba atándosela a la cintura, llamaron a la puerta.

- Soy, Agnes, milady.. Le traído su te.

- Pasa, pasa...

Su criada personal abrió la puerta y entró, rápidamente, para que el calor de la estancia no se perdiese.

Dejó la bandeja en la mesa que hacía de escritorio personal de su señora y se dirigió a ella.

- ¿Estáis bien?... ¿queréis que añada más leña al fuego?...

Sansa negó con la cabeza, mientras cogía la taza de té caliente entre sus manos y se la llevaba a la boca.

El sabor de la canela, la melisa y la menta caliente le hizo cerrar los ojos al descender por su garganta y relajarla.

Llevaba unos días muy intranquila, con sueños vividos y desasosegantes, que no la dejaban dormir bien... y después de hablar con el maestre del castillo, éste le había recomendado tomar infusión como esa, todas las noches antes de meterse en la cama.

Era cierto que la sensación de nerviosismo había menguado, pero los sueños seguían viniendo a ella, un día sí, y otro también.

En unos ellos, se veía a sí misma, sola, luchando contra el ejército de la noche, que en forma de gran nevada acaba sepultaba Invernalia, sin que ella pudiese hacer nada para evitarlo. En otros, veía como Ramsey convertido en un despojo humano, entraba en su habitación y la volvía a forzar y a torturar, gritando que siempre sería suya y de nadie más.

Se despertaba con el corazón desabocado agarrando con fuerza las sabanas...y gritando el nombre de su único posible salvador. Sandor.

Sansa abrió los ojos y volvió a dejar la taza en la bandeja de madera.

- No, Agnes, no hace falta... Todo está bien...- Sansa se aclaró la garganta y siguió hablando-... ¿Ya han quemado todos los muebles?.- le preguntó, interesada

Era un asunto que Sansa llevaba tiempo queriendo zanjar.

Anges asintió.

- Si, mi señora. Ya no queda nada. Los últimos sillones se quemaron la semana pasada... ¿Queréis que se haga algo más en esas habitaciones?

"Si por mí fuera, las quemaría todas".- pensó Sansa rabiosa.

Las estancias que en su momento ocupase Ramsey, habían sido cerradas a cal y canto. en el momento que Sansa y Jon recuperaron Invernalia. Todos esos lugares, esos muebles, le traían horrorosos recuerdos.

Cuando volvió del Sur, sabiendo que todos esos lugares deberían volver a ser utilizados, decidió empezar sacar los muebles y quemarlos, sustituyéndolos por otros... Esos muebles habían ayudado a dar calor a la gente del castillo hasta entonces...

Heridas (Sansa y Sandor)Where stories live. Discover now