No deberías vivir en el más absoluto desconcierto. 

Silwen se aferró con más vehemencia a Legolas, provocando que un rubor invadiera las mejillas de él, y las puntas de sus orejas ardieran como las brasas candentes de una hoguera.

Antes de que partáis, os mostraré las raíces de donde brota la historia, vuestra historia.

Legolas advirtió la mirada de Silwen aún sobre la silueta de Galadriel, y entendió al instante su extraño actuar. Pero aquello no hacía más soportable la cercanía de la elfa, era incluso capaz de ver las motas blancas que residían en los ojos de Silwen. Hasta su débil jadeo se le hacía ensordecedor a aquella inexistente distancia.

Raíces tan profundas y recias como la misma tierra. Brethil. (Princesa)

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A pesar de que Silwen mostraba cierta reticencia a encontrarse de nuevo cara a cara con la dama, no pudo sino seguir los pasos de Legolas. Este la arrastraba con las manos de ambos aún unidas, buscando entre los pasillos, aquella estancia que sería testigo del real motivo de la visita a Caras Galadhon.

— Tengo miedo. —confesó avergonzada viendo como la silueta de Aragorn y Gimli se dibujaba en la distancia. 

Legolas se detuvo en seco, incrédulo ante lo que había oído. ¿Miedo? Cómo podía poseer temor su ithil nîn, tan valiente que hasta soldados y orcos carecían de voluntad para enfrentarse a ella. Giró sobre sus talones, encontrando a una Silwen cabizbaja con la mirada perdida en su vestido.

— Nada podrá dañarte. —buscó su atención, ver sus orbes grises entre sus rizos que caían privándole de la belleza de su rostro.

— Y s-si lo que la dama me muestra... —tragó con dificultad, aún si despegar sus ojos de la tela azul cielo, y comenzado ahora, a arrugarla entre sus dedos— ...es un pasado aún más atroz del que ya poseo. 

La palabra aterrada no hacía justicia a los sentimientos que la asfixiaban en aquel momento. Entre aquellas paredes níveas, donde la hiedra esculpía su propio bosque en su interior, y el agua emanaba tan libre y salvaje como si allí no residiera nadie más que ella. Silwen se sintió fallecer, asomada al precipicio que era su mente, contemplando la ausencia de tierra bajo sus pies desnudos. Su vida requería ahora de un acto de fe por su parte, y la esperanza había perecido tiempo atrás, junto a la voluntad férrea de resistirse a Seregmor. Debía enfrentar un pasado que quizás no la aliviara en lo absoluto, esperar que las revelaciones no estuvieran tan sombrías y lúgubres como su mente tantas veces había especulado a lo largo de los años.

No podía llorar la pérdida, añorar no le era posible sin recuerdos, y finalmente, no tenía la capacidad de sufrir si no los recordaba. Y a pesar de todo ello, aunque su raciocinio gritara que era mejor para ella no rememorar una historia que tenia el poder de destruirla en mil pedazos, que padecería un insufrible dolor ante el posible recuerdo del completo asesinato de su familia, aún así, ella los amaba y albergaba la inocente esperanza, de que por una vez, tan solo una, su raciocinio errara y pudiera ser feliz tras tanto tiempo.

— Nada podrá dañarte.  —repitió Legolas abarcando las mejillas de Silwen con ambas manos. Obligándola a alzar su mentón, fijando por fin su mirada en él, le susurró aún más cerca de sus labios— Nada lo hará mientras yo esté contigo.

Ci athae, cunn nîn. (Gracias, mi príncipe) —suspiró una vez más antes de enfrentar a su destino, recabando toda la fuerza de voluntad para no salir huyendo en aquel instante. 

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora