━ 𝐋𝐗𝐕𝐈: Ella no te hará feliz

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Pero el que hasta hacía unas semanas había sido su marido también la había abandonado a su suerte. Hvitserk había preferido quedarse con Ivar en Inglaterra para poder continuar saqueando y expandiendo su dominio por territorio sajón, dándole la espalda a Ubbe, quien se había tomado aquello como una ofensa. Y eso lo convertía directamente en un traidor, puesto que, según tenía entendido, El Deshuesado seguía queriendo vengarse de la actual reina de Kattegat.

Y aquello, obviamente, no le había dejado en muy buena posición a ella.

A ojos de Lagertha y sus skjaldmö no era nada ni nadie, más que la esposa de un hombre que había elegido estar en el bando equivocado. Y eso, como no podía ser de otra forma, estaba haciendo que su situación y su estilo de vida en la capital fuesen cada vez menos halagüeños. De ahí que su única opción, que su última esperanza, fuera Ubbe.

Ya había renunciado a él una vez, así que no pensaba hacerlo de nuevo.

Ella siempre había preferido a Ubbe. Ni Hvitserk ni Sigurd le habían hecho sentir lo que había experimentado con el primogénito de Ragnar y Aslaug. Y cuando este la había dejado para ir a meterse entre las piernas de esa escudera de pacotilla, todo su mundo se había venido abajo.

¿Acaso él mismo no se percataba de que estaba cometiendo un error garrafal al comprometerse con ella? Lo había engañado y utilizado, ayudando a Lagertha a recuperar Kattegat y a asesinar a sangre fría a su progenitora... ¿Cómo podía besarla, o simplemente estar cerca de ella, sin sentir la más mínima repulsión? Debía abrirle los ojos, ayudarle a darse cuenta de que Drasil no era la mujer indicada, que merecía mucho más.

Y pensaba hacerlo esa noche.

Había abandonado el Gran Salón con la satisfacción de haber logrado sacar de sus casillas a Eivør y a Drasil, quienes habían sido lo suficientemente estúpidas como para caer en sus provocaciones. Tenía a la hija de La Imbatible justo donde quería, y todo gracias a un par de comentarios insidiosos sobre su prometido.

Sí, no cabía la menor duda de que a la castaña le enervaba pensar en el hecho de que habían sido amantes por un largo tiempo, y eso era algo que Margrethe pensaba usar a su favor.

Se había engalanado con su mejor vestido y soltado el pelo, queriendo estar deslumbrante. Si había algo a lo que no podía resistirse ningún hombre era a una mujer joven y hermosa, y la rubia era sumamente bella... Aunque lo que tenía de bonita por fuera, lo tenía de podrida por dentro.

Pese a sus orígenes humildes, era de lo más ambiciosa y altanera. Codiciaba lo que los demás tenían, y aquello estaba empezando a envenenarla y a hacer que se estuviera adentrando en un terreno demasiado pantanoso. Lo estaba demostrando con su intento de sabotear a Lagertha: esas últimas semanas —desde que se había propuesto reconquistar a Ubbe— se había dedicado a hablar mal de ella a sus espaldas, queriendo poner nuevamente a los aldeanos en su contra, sabedora de que había algunos que no estaban conformes con que volviera a ostentar el poder. Como Herrød o aquel pescador que había ayudado a escapar a Harald.

Y si recuperaba a Ubbe, ¿qué les impediría hacerse con el control de Kattegat? Lagertha no valía para reinar, era demasiado débil, y a Björn nunca le había interesado el trono. El primogénito de Ragnar y Aslaug era el único que merecía ese puesto.

Solo necesitaba un pequeño empujoncito para verlo.

Solo necesitaba un pequeño empujoncito para verlo

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