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Kanao cayó de bruces contra el suelo. Su pierna se entumeció por el golpe, mientras que su brazo tenía algunas raspaduras. Era la segunda semana de entrenamiento con el equipo de maniobras tridimensionales, y se le dificultaba manejarlo. Esto no se debía a que tuviera un mal equilibrio o no supiera manejarlo, sino por los recuerdos que le traían. A pesar de haber pasado varios años de la muerte de Furlan e Isabel, en algunas ocasiones recuerdos sobre ellos comenzaban a abrumarla hasta el punto de no saber distinguir la realidad.
— ¡Kanao! ¿Estás bien?
Armin se agachó junto a ella posicionando su mano en su espalda baja. En otro momento se habría sonrojado por tocar una parte "íntima" de una mujer, pero en estos casos solo le preocupaba la salud de su amiga. Había notado que desde que habían comenzado a usar el equipo de maniobras ella había estado distante y perdida, incluso con sus más cercanos. Él sabía que cuando te acercabas demasiado a Kanao ella comenzaba a alejarse de ti, pero siempre lo hacía lentamente, como si tratara de no lastimarte en el proceso.
— Si.
Armin asintió mientras la pelinegra se acomodaba para sentarse en el suelo. De alguna forma sentir el áspero tacto del césped entre sus dedos la tranquilizaba, estabilizandola mentalmente. El rubio aún tenía su mano en la cintura baja de la chica, provocando que sus cuerpos se rocen.
— Y-yo sé que eres reservada y que no te gusta estar muy cerca de otros, pero has estado algo rara últimamente.
Kanao se tensó ante sus palabras. No era un secreto los problemas de abandono de la chica, la mayoría de los reclutas conocían la desaparición de su hermano mayor, pero unos pocos sobre la muerte de Isabel y Furlan. Y eso que ninguno sabía su turbio pasado antes de conocer a Levi. Por lo que cuando ella comenzó a alejarse de Eren y Mikasa, no se sorprendieron. Intentaron acercarse a ella, hablándole, buscándola, ayudándola, etc. pero Kanao siempre los rechazaba. Pero Armin fue una excepción. Ella no sabía por qué razón no podía alejarse del chico. Tal vez temía herirlo, o que el la hiriera a ella. Pero no quería separarse de él, y el rubio tampoco de la pelinegra.
— No me he sentido bien usando el equipo de maniobras.
Armin dejó de mirar el suelo para enfocar su vista sobre la chica frente a él. Siempre que la escuchaba hablar algo dentro de él se encendía y sus ojos desprendían un brillo único que solo era dedicado a ella.
— Pero tú fuiste una de las mejores en cuanto a equilibrio. Y también eres muy ágil.
— Lo sé, pero no creo poder seguir haciendo esto.
Las palabras no salían de la boca del rubio. Cuando ambos se conocieron, la terquedad y la curiosidad de la chica fueron las primeras cosas que le llamaron la atención. La forma en la que sus ojos brillaban cada vez que hablaba sobre mariposas o su hambre de información, fueron las cosas que comenzaron a atraerlo. Nunca imaginó que la escucharía decir esa frase.
