Capítulo 1. Encuentro

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PHUKONG


El ritmo de la melodía inundaba toda la terraza y hacía un par de horas que había perdido la cuenta de cuantos tragos llevaba. Poco a poco fue abriéndose paso entre la multitud hasta que llegó a la barra en donde afortunadamente había un lugar libre. Varios de hecho, a excepción de unos chicos que platicaban entre ellos, así que se dirigió al primero que vio desocupado. La mayoría de los asistentes debían encontrarse en el montón de personas que saltaban sin algún sentido aparente en un ritual que todos llamaban bailar.

Ni siquiera intentó disimular la risa, sabía que de todas maneras el volumen de la música lo acallaría, y quien lo viera tan solo pensaría que estaba lo suficientemente borracho como para empezar a hablar solo. Y quizá tendrían razón, porque lo estaba.

Después de recibir un nuevo trago por parte del barman del lugar, porque había que reconocer que tener autocontrol sobre la bebida no era su fuerte, se impulsó con sus pies para girar el banco en el cual estaba sentado y quedar de frente a la multitud.

Una mano alegre se sacudía en su dirección y aunque su vista comenzaba a ser borrosa pudo distinguir de quién se trataba. Era difícil no identificar aquella sonrisa alegre que brillaba incluso más que las luces del lugar.

Date, el culpable de que ahora estuviera ahí tratando de sobrevivir a la noche, le saludaba frenéticamente al compás de la música.

Él era su socio en una de las firmas de arquitectos más importante de Bangkok en los últimos días, y durante algún tiempo habían compartido un departamento, hasta que Date decidió que era mejor para los dos si empezaban a vivir separados. Después de un tiempo Phukong descubriría a la razón de eso caminando de la mano con su amigo por uno de los centros comerciales más populares de toda Tailandia, la misma chica con la que ahora bailaba animosamente.

Date y él habían estudiado juntos en la universidad en donde se hicieron grandes amigos. Eran muy cercanos, demasiado para el parecer de otros, pues siempre creían que eran pareja, incluso él llegó a dudar en algún momento si su amigo tendría alguna clase de sentimientos hacia él. Afortunadamente, Pan llegó a tiempo a la vida de Date, justo cuando estaba a punto de proponerle que iniciaran una relación. En el fondo fue un alivio, habría sido una metida de pata brutal.

El joven Thawon no era su tipo, aunque siempre hay alguien que puede hacerte cambiar de opinión, solo que quizá aún no lo conocía. Date era alto, con una suave piel blanca que combinaba perfecto con su brillante cabello negro que caía sobre un lado de su frente, y, por las constantes visitas al gimnasio, era consciente del gran físico de su amigo. En el trabajo siempre suele ser perfeccionista y exigente con sus colaboradores, aunque su personalidad fuera de ese ambiente es más divertida y relajada, es decir, el chico solía ser bromista, aunque si era necesario podría parecer más rudo de lo que cualquiera pudiera imaginar. Pero Date sabía perfectamente el momento para serlo.

Date no parecía ser su tipo, o tal vez intentaba engañarse a sí mismo al decir que no lo era para quitar un poco la culpa de haber pensado en él de otra forma más intensa.

Phukong suspiró después de rechazar las constantes invitaciones de sus dos amigos a unirse a ellos, pero se sentía tan ebrio que no estaba seguro de si podría llegar hasta allá sin tropezarse en el intento. De cualquier forma, no se arriesgaría y se prometió que el vaso que tenía en la mano sería el último.

─¿Todo bien? ─preguntó una preocupada Pan jugando con el cabello de su frente que se adhería a ella por el sudor.

─Sí, ¿por qué no lo estaría? Estoy disfrutando de la fiesta ─gritó para que sus amigos lo escucharan, aunque solo provocó la risa de la pareja, pues por el tono de su voz cualquiera pensaría que estaba asustado.

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