Salutaciones

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Al principio de la creación, no existía nada. El todo era un gran espacio negro, en el cual no habitaba ni el más mínimo organismo y que siguió de ese modo por incalculables eones.

Fue en un determinado momento, sin razón o motivo aparente, cuando las minúsculas partículas de luz y oscuridad comenzaron a chocar entre sí, compactándose, acoplándose, que en ese inhabitado espacio vacío  fueron concebidos dos seres.

Uno hecho de luces.

Y el otro, cubierto en su totalidad de sombras.

Así surgieron los primeros seres pensantes del cosmos.

Una cosa curiosa, que cabe recalcar, ocurrió luego de su aparición. Si bien ambos nacieron al mismo tiempo ninguno reconoció la existencia del otro, sino hasta mucho tiempo después, cuando sus ojos notaron que podían verse y sus cabezas supieron de alguna maneras que eran dos entidades distintas aunque, al mismo tiempo, similares. En ese momento la recién conocida curiosidad los rebalsó, y movidos por la misma, ambos quisieron acercarse.

Aturdidos por un sentimiento extraño, que luego nombrarían y reconocerían como melancolía, ambos se vieron y estudiaron en silencio por un instante o por mil años. Difícil saberlo con exactitud.

―Salutaciones ―dijo por fin la luz, con una amable expresión luego del prolongado silencio.

Sin embargo, de regreso sólo consiguió una pregunta.

―¿Qué es eso que haces? Luce molesto y cansado ―consultó el oscuro, curioso por la extraña mueca que el otro portaba en su rostro liso.

Sorprendido por la curiosidad de su acompañante, el ser de luz llevó una mano a su rostro y respondió con calma.

―No lo sé… pero, se siente bien hacerlo.

Tras el manto que cubría su escaso  rostro y no le permitía al otro observar su expresión, la sombra frunció el ceño, aún más confundido.

―¿Sentirse… bien?

―Sentirte bien es… estar cómodo con algo. Que algo no te moleste.

―… no lo entiendo.

Dicho esto, el ser de sombras simplemente se alejó. Perdiéndose en la oscuridad del infinito. Dejando a su compañero en soledad.

Fue en esa, la primera vez que hablaron, con esa pequeña charla insípida y vacía, que la luz entendió que ese ser no podría ser su compañía.

“Si no puedes sentir, no puedes entenderme” pensó la luz y al igual que el ser oscuro tomó rumbo a lo desconocido.

Antes de todo Where stories live. Discover now