Capítulo 10

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Cyara Ross

Ricky llegó muy feliz a casa ese mismo día, compartió conmigo la noticia de que en un par de días estaríamos viajando a Estados Unidos porque tenía un negocio muy importante allí.

Al parecer, Christopher no me había mentido y eso me dejaba más aliviada.

Me encantaría poder decir que todo pasó con calma, normal y sin nada que me hiciera llorar. Pero mentiría si lo dijera.

No me tocó ese día, pero si lo hizo los dos siguientes. Haciéndome sentir inútil, usada, asquerosa.

—Cyara, quiero que te comportes.— dijo frunciendo ligeramente el ceño—. Más te vale no abrir la boca para decir alguno de tus escupidos comentarios. Esto es importante.

—Si tan importante es podría quedarme en el departamento con Zaid mientras tú acudes a la reunión.

—Eres mi mujer y vas a hacer lo que yo te diga, ¿entendido?— cuestionó alzando una ceja—. Si te digo que vienes conmigo significa que vienes  conmigo, y si te digo que te calles la puta boca te callas la puta boca.

—Eso es injusto.— me atreví a decir.

No necesité lamentarme para probar el sabor metálico de la sangre en mi boca gracias al golpe que acababa de recibir.

—No voy a ir con el labio partido.— dije llevando mis manos a este, al retirarlos pude ver la yema de estos de color rojo.

Genial...

—Puedes maquillarte o alguna mierda de esas.— espetó con dureza—. Ahora vas a ir a preparar nuestras putas maletas que en nada sale nuestro vuelo.

Aprieto mis puños a ambos lados de mi cuerpo, clavando mis uñas en las palmas de mis manos. Bajo la mirada y voy directa a la habitación, si reclamaba solo iba a ser peor.

Evité mirarme al espejo, al igual que todos los días, y empecé a meter la ropa en las maletas. Bien doblada y sin arrugas, de lo contrario el señor se molestaría.

Finalmente, al ir al baño me tocó mirarme al espejo si es que acaso quería limpiar la herida de mi labio y maquillarme.

—Mierda...— gemí de dolor en cuanto presioné el corte para borrar los rastros de sangre.

Una vez que logré terminar, me maquillé de forma que no se notara ninguna de las marcas de mi rostro. Por suerte, la ropa cubriría las de mi cuerpo y no tendría que preocuparme por esas.

—¿Cyara, está todo listo?— preguntó Ricky abriendo la puerta.

—Si, déjame ir a por Zaid y ya.— murmuré saliendo de allí.

Me agobiaba respirar el mismo aire que él.

El niño se encontraba completamente dormido así que intento que continúe así, el avión no es lugar favorito así que prefería que fuera durmiendo durante el vuelo para no escucharlo llorar.

Ricky no dijo ni una sola palabra en el trayecto al aeropuerto, a saber en qué cosas estaba pensando... Oh si, seguramente que en el éxito que tendría en Estados Unidos por hacer negocios con el magnate De Jesús.

A pesar de que me insiste para que me duerma durante el vuelo no lo hago, iba a estar al pendiente de Zaid solo por si acaso.

Allá vamos Estados Unidos...

No sabría decir con certeza cuántas horas fueron de vuelo pero de lo que estoy segura es que fueron bastantes. Estaba cansada.

—¿Seguro que no puedo quedarme en el hotel?— cuestioné haciendo un puchero.

—¿Qué hotel, Cyara?— preguntó anonadado—. Tengo un departamento aquí, no vamos a ir a un jodido hotel.

—¿Desde cuando?

—¿Y a ti que te importa? — dice frunciendo el ceño—. El dinero es mío así que haré con él lo que me salga de los cojones.

Aprieto mis labios para no decir nada al respecto. Mala idea, termino soltando un gemido de dolor.

A veces se me olvidaba que tan rota estaba...

Ricky me miró pero no dijo nada, en cierto modo se lo agradecía, lo que menos quería era que se burlara de mi.

—Ponte ropa decente, esta noche cenaremos con el señor De Jesús.

—¿Zaid puede venir?

—Claro que no, Cyara, no seas estúpida.— murmuró poniendo los ojos en blanco—. Ya hablé con una niñera para que se encargue de él mientras no estamos.

Asiento ligeramente.

No me gusta la idea de dejar a mi hijo con otra persona, detestaba eso. Llevarle la contraria no me beneficiaba en nada así que, nuevamente, me callé.

Al fin y al cabo, mi opinión allí no importaba.

Opté por ponerme un vestido negro de mangas largas para ocultar las marcas de mis brazos, llegaba un par de centímetros por arriba de mis rodillas pero me encargué de poner medias para disimular más.

—¿No había uno más corto?— reprochó nada más verme—. Ya todos saben que eres una puta, no hace falta que seas tan obvia.

—¿Disculpa?— cuestioné frunciendo ligeramente el ceño.

—Ve a cambiarte en este jodido momento.— siseó molesto.

La puerta sonó y Ricky se apresuró en ir a abrir, una hermosa chica entró sonriente y empezó a hablar con él como si se conocieran de toda la vida.

—Ya es hora y tú todavía no te has cambiado.— dijo poniendo los ojos en blanco—. De puta madre, vamos... Y más te vale comportarte.

Ya lo tenía muy claro.

No hablar, no opinar, no mirar de más, no moverme demasiado, nada de nada.

Una chica del servicio abrió la puerta del departamento del magnate De Jesús y nos guió hasta el interior.

—Ricky Méndez, un gusto tenerte por aquí.— dijo sonriendo, esa sonrisa era tan fingida como las mías.

—El gusto es mío.— respondió él orgulloso.

Sus ojos se posaron en mi y esta vez sí pareció sonreír con sinceridad.

—Cyara Ross, es un placer conocerte.— dijo acercándose y extendiendo su mano, yo la tomé por cortesía y él la llevó a sus labios—. Por fin...

El susurro fue antes de guiñarme un ojo y centrar su atención en Ricky.

¿Qué había sido eso?

—¿Ricky, quieres que te enseñe el departamento?— cuestionó sonriendo—. Cyara puede ir tomando asiento en la mesa, pronto se servirá la cena.

Oh genial, otro hijo de puta.

—Por supuesto.— respondió dándome una mirada de advertencia.

Me contuve de poner los ojos en blanco solo porque la joven que los había recibido me guió hasta la mesa.

El teléfono del magnate estaba allí, desbloqueado y en una conversación de WhatsApp.

"Avísame cuando lleguen."

Había sido el último mensaje, con solo levantar un poco la vista pude ver de quién se trataba.

Nada más y nada menos que un tal Vélez.

Esto no era casualidad.

Magnate VélezWhere stories live. Discover now