— ¿En serio? —Indaga su suegra—. Dudo que algún empleo supere tu puesto en The New York Times. Tus reportajes son tendencia.
— Me ofrecieron mi propio programa de televisión —explica con suficiencia.
Todos nos quedamos en silencio, procesando la noticia.
— ¡Eso es maravilloso! —exclama Alisson Rocketford, rompiendo el silencio. Posteriormente, todas nos dedicamos a felicitarle.
— No sabía que te interesaba la televisión —comento.
— Ni yo, nena. Ni yo —admite en un gesto pícaro—. Pero no puedo negar que me atrae la idea y es una buena oportunidad de atraer mayor audiencia.
— ¿Qué has respondido? —le pregunto.
— Que me lo pensaría —me guiña un ojo.
— ¿De qué hablan? —Pregunta Eloy, quien se acerca junto a sus hermanos.
Siento un beso en mi cabeza e inmediatamente sus brazos me rodean por los hombros.— ¿Has terminado de jugar a los constructores, cielo? —indaga mi mejor amiga.
— Ya soy todo un arquitecto —contesta el susodicho.
Riley bufa ante su respuesta—. Sí, claro. Si de ti dependieran los fuegos artificiales, incendiarías la casa.
— Las niñas no saben nada sobre construcción —le chincha su hermano mayor.
— ¡No soy una niña! —exclama roja de furia—. Y para tu información, las mujeres somos mejores y más capaces que los hombres.
— ¡Eso no es cierto! —Daniel se suma a la disputa—. No seas tan feminista, Ry.
— Debo hacerlo —replica la susodicha. A este punto, me extraña que nadie se haya acercado a contemplar la escena. Excepto Erick, quien permanece junto a su hermana, divertido—. Alguien tiene que hacerlo en esta familia.
— Chist —Eloy continúa molestándola—. Deja hablar a los mayores, niña.
— Agggrr —gruñe en voz alta—. Esto es culpa tuya, mamá.
— ¿Yo? ¿Por qué? —pregunta Priscila incrédula.
— ¡Por darme hermanos varones! —responde efusivamente—. ¡Dos por falta de uno!
— Técnicamente —interfiere mi novio—, nos dio una hermana a nosotros. Nacimos primero que tú, por si lo has olvidado.
— ¡Cállate! —Riley Gold está muy, pero muy enojada.
Le lanzo una mirada a mi mejor amiga: se encuentra igual que yo; luchando por no reírse a carcajadas.
— Erick —llama el mayor de los Gold—. Controla la fiera.
— Début —el susodicho corre hacia ella, pero es detenido con una gélida mirada por parte de su novia.
— ¡No te atrevas! La testosterona debe haberles afectado el cerebro —murmura en voz alta—. Mejor me voy, antes de que empiecen a rodar cabezas.
Dicho eso, se marcha hablando consigo misma, lanzando maldiciones.
— Début, espera —Erick intenta detenerla en vano—. ¡Riley!
>> Intentaré calmarla —informa a los presentes. Luego se dirige hacia sus cuñados—. Si tengo que dormir solo esta noche, serán hombres muertos —les amenaza y sale disparado, detrás de su novia.
Sin poder resistir un segundo más, me echo a reír. Mis oídos me avisan que no soy la única. Golpeo a Daniel con el codo; a pesar de que adoro verle sonreír—. ¿Por qué eres tan malo con tu hermana? —le reprendo.
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Seduciendo a mi Jefe
Romance¿Cuáles son las consecuencias por ofender a tu jefe? Pues llevarte llevarte la follada de tu vida. En el ascensor, sobre un escritorio o en un Penthouse con vistas a la ciudad de New York. A cualquier hora y en cualquier lugar. Amy selló su destin...
Capítulo treinta y tres
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