9. Malditos mejores amigos.

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-Despierta dormilona -oí una dulce voz que me llamaba por lo bajo.

Yo murmure cosas sin sentido tapando me aun más con la sábana, huyendo de los rayos del sol.

-Vas a llegar tarde a clase -ignore su comentario y me acurruque aun más.

Hasta que sentí como una lengua lamia mi mejilla.

Salte del susto, despertandome de inmediato. Y cayendo de la cama hacia mi ya amado suelo.

-¿A que ha venido eso? -grité molesta quitándome los restos de saliva, mirándole con ira.

-Te gustó el libro, ¿eh? -rió el muy maldito disfrutando de la situación.

-No es un libro, y no, no me gustó -remarque altanera.

Erik no me hizo caso y me lanzó la ropa a la cara, aun riendo.

-Vamos vístete que en seguida vienen tus amigos a por ti -y una vez dicho esto salió de la habitación.

Me vesti en silencio para después maquillarme, intentando ocultar las muestras de insomnio de la noche anterior.

Una vez terminé escondí el pequeño cómic, del que ya me había apoderado, ya que no tenia intención alguna de devolvérselo.

Una vez pasa por mi mano, mío.

Baje las escaleras escuchando la bocina del coche del rubio, encontrándome con la morena en la puerta, apunto de llamar.

-Ya era hora de que salieras -me saludo al verme.

Yo le saque la lengua en respuesta y me senté en la parte de atrás del descapotable, saludando al rubia despeinandole el pelo, sin necesidad de palabras.

Durante el trayecto me acomode los tacones, debido a que en casa no me había dado tiempo.

-Me acabo de dar cuenta de una cosa -dijo Jenny mirandome a los pies, yo la mire a la espera de que concluyera- Ni con tacones llegas a mi altura -rió.

Le lancé una mirada asesina, mi altura siempre había sido uno de mis mayores complejos, y que mi mejor amiga me lo recordara a cada rato no ayudaba mucho.

-Los mejores aromas se guardan en frascos pequeños -contraataque defendiendo mi altura.

-No te enfades mi niña -agarro mis mejillas con las manos y las retorcio como si de una abuela se tratase, hasta que le aparte las manos con un golpe seco, masajeandome después los pómulos doloridos.

-Pequeña pero matona -concluyó el rubio.

Bufé y aparte la mirada. Malditos mejores amigos.

-Sois muy molestos -sentencie.

-Y aún así nos amas -sonrió mi amiga, siendo correspondida por mi.

Llegamos a la puerta en la que había grupo de gente allí concentrada.

-¿Qué ha pasado? -dijimos los tres al unísono.

Salte del coche dejandolos atrás, y me acerque al grupo elegantemente, golpeando débilmente el hombro a uno de los allí reunidos, llamando su atención.

-¿Me podrías decir que pasa? -pregunte con una voz melosa batiendo mis pestañas. Si señores, la artillería pesada.

-E...es...sobre la chica de...las fotos -tartamudeo con dificultad, completamente sonrojado y avergonzado. Tan adorable y violable que me hizo sonreír.

-¿Qué ha pasado con ella? -me acerque más a él, deleitandome con la situación. Adoraba poner nerviosos a los hombres, y más si eran tan inocentes. Tan puros.

Perfectos para "mancharlos".

-Que cuando ha llegado -vale, he de admitir que eso me sorprende- el director la ha llamado y... bueno...estábamos pensando en que podría ser...

-¿Estáis aquí solo por eso? -afirmó con la cabeza.

-Hey Jessica -voltee mi cabeza para encontrarme con Robert- ¿ para que crees que ha llamado el director a "esa"?

Yo más que querer saber porqué la han llamado quiero saber porqué ha venido.

Chasquee la lengua con disgusto, apartando a la gente a mi paso para pasar.

-¡Apartaos joder! -como reacción a mi grito se formó una especie de pasillo humano.

Pase entre la gente sonriente, recibiendo miradas temerosos y respetuosas. Era evidente que ya sabían quién era la responsable de tal acto.

Tanta atención me agradaba.

Y aún más el hecho de que no se atrevieran a acercarse a mi.

Hasta que apareció uno de los profesores ante mi.

Maldita sea mi suerte.

-Señorita Jessica -mire a mi estúpido profesor de educación física, el asqueroso viejo verde que no tenia mejor cosa que hacer durante las clases que mirarme el culo- el director reclama su presencia.

Suspirando le seguí hasta el despacho del director. Llamando a la puerta y esperando a que el imbecil se fuera para entrar. Sólo faltaría que el viejo cotilla se quedase a escuchar.

-¿Me llamaban? -fue lo primero que dije al entrar, examinando la sala.

Esta era como cualquier despacho de película, toda repleta de madera y con olor a limón. Pero lo que me llamo la atención no fue el mobiliario, ni siquiera la estúpida gorda que estaba sentada en una de las dos sillas que habían frente el escritorio. Quien me llamo la atención fue el propio director.

Este estaba sentado examinando una serie de documentos, sin mostrar el menor índice de interés sobre la gorda o sobre mi.

Cabreada aun más me sente en la silla vacía. Mirando de reojo a la gorda que intentaba desviar la mirada, intentando camuflarse con el ambiente.

Si me dicen algo ni aunque te trague la tierra vas a poder huir de mi, pense molesta.

-Bueno señoritas -hablo por fin alzando la vista, dejando ver sus ojos verdes tras los cristales de las gafas- ¿me podrían explicar por qué semejantes fotos han aparecido en la página web del instituto?

No pude evitar reír.

-Siento decir que eso ha sido culpa mía -los hombros de la gorda, que hasta ese momento estaban tensos, se relajaron- Pero pensé que debía ser de dominio público el saber que era lo que hacía esta alumna de nuestra venerable escuela en sus ratos libres.

Esta me miró con los ojos bien abiertos, murmurando palabras incoherentes como si fuera un pez fuera del agua.

El director suspiró rindiéndose.

-Muy bien señorita...

-Jessica señor -mostré una de mis mejores sonrisas.

-Muy bien señorita Jessica, me parece honorable que quiera que tales actos impúdico se hagan saber, pero no lo haga en las redes del instituto. Dan mala imagen.

Afirme con la cabeza, afirmandole que no lo volvería a hacer, completamente victoriosa. Mientras que la gorda fue espulsada indefinidamente por manchar la imagen del instituto.

Definitivamente me caí bien este director.

La gorda salió corriendo por la puerta entre hipidos, secándose las lágrimas como podía. Dios, realmente sienta bien ganar.

-Bueno ya puede retirarse Jessica... -levantó uno de los documentos y se quedó completamente pálido.

-Adiós director -iba a salir por la puerta cuando este se levantó precipitadamente y me detuvo agarrando mi brazo.

-Tu madre... -alcanzó a decir con la respiración entrecortada, examinandome detenidamente, con su atención centrada completamente en mi.

-¿Mi madre qué? -inquiri algo nerviosa.

-¿De Sarah?¿Eres la hija de Sarah?

Aparté su mano de mi brazo, recordando la escena de la cafetería.

-Sí, lo soy -y salí de la habitación.

REALIDADES DIFERENTESWhere stories live. Discover now