8. Fotos mandadas.

27 5 1
                                    

Cerre el libro secandome las lágrimas con el dorso de la mano. Llevaba tres horas en el parque abandonado aproximadamente, y ya me había terminado el libro.

-¿Y ahora que hago? -susurre para mi misma, aun con el corazón en el puño.

Siempre me pasaba lo mismo, terminaba un libro y era como si se me cayera el mundo. Mi vida perdia el sentido, por completo.

Hasta que encontrara otro libro.

Como con los novios.

Me levanté tras un rato de reflexión. Limpie el polvo de mis rodillas y salí de aquel lugar perdido de la mano de dios. Guarde el libro en el interior del bolso, cuando fue atraída a una cafetería por el inconfundible aroma a tortitas.

Entre olisqueando el aire, como un depredador tras su presa, encontrándome con una escena que no me esperaba para nada.

Rose sentada en una de las mesas, junto con el director de mi instituto, y mi madre. Los mire en silencio cerciorandome de que no me habían visto. Una vez segura salí en silencio, buscando un lugar sobre en el que pudiera oírlos sin que me vieran.

Y lo encontré.

Una ventana a un lado de la puerta. Benditos locales pequeños y repletos de ventanas abiertas.

-¿Cuánto hace que no nos veíamos todos juntos? -reía Rose.

- No lo sé, pero trae recuerdos -escuche una voz masculina, la del director supuse. ¿Desde cuando se conocían?

-No estamos todos -susurro mi madre- falta él.

El silencio se hizo presente de repente, incomodandome hasta a mi.

- No vuelvas a mencionarle -murmuró el director por lo bajo, de forma seca y un tono amenazante que me enfureció. ¿Cómo se atrevía a hablarle así a mi madre? Maldito payaso.

Se oyó el sonido de una silla arrastrándose y me dio tiempo a ver como mi madre salía a paso rápido por la puerta, sin mirar atrás.

Suspire cuando desapareció en uno de los cruces.

-¿No podías dejarlo pasar? - Rose sonaba realmente enfadada, lo que me sorprendió- Sabes perfectamente que ella lo esta pasando igual de mal. O incluso peor.

-Ya lo sé... -parecía dolido y entristecido, se lo merecía.

- Así nunca arreglaras lo que ocurrió -suspiró Rose- Bueno, ¿que tal te fue en tu viaje de recién casados?

Me aparte del lugar cuando note que la conversación se tornaba trivial. Al fin y al cabo no me interesaban sus vidas.

Sólo me quedaba con una duda, ¿quién era él?

Malditas novelas que alimentan mi imaginación.

Aburrida volví a la casa, aun con las ganas de comer tortitas. Nada más entrar comencé a buscar los ingredientes, sacando todo lo que encontraba a mi paso.

-¿Cuando ha pasado un huracán que no me he enterado?

-Cállate maldito pelirrojo, y ayúdame -le reprendi molesta.

-¿En qué te ayudo rubia? -se posiciono a mi lado viendo como me estiraba sobre la silla intentando alcanzar la sarten.

-¿Quién mierdas guarda las sartenes en alto joder? -este rió ante la pregunta y me alcanzó la sarten con facilidad, sin necesidad siquiera de ponerse de puntillas.

-Ten enana -le lancé una mirada asesina bajandome de la silla para ponerme a cocinar.

-¿Qué haces? -apoyó su barbilla en mi hombro.

REALIDADES DIFERENTESWhere stories live. Discover now