Gundabad

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Legolas decidió dejar a Tauriel en la orilla para hablar con otros temas más importantes con el gobernador de la ciudad. Pero a quien se encontró, fue a un hombre de pelo largo y oscuro, con bigote, que estaba hablando con todos los supervivientes del ataque de Smaug. Por lo que había oído, se llamaba Bardo y él había matado al dragón. Bardo, estaba aconsejando que buscaran refugio en la Ciudad de Valle:

-¡Coger sólo lo necesario! El camino es bastante largo.

-¿A dónde irán?-Le preguntó Legolas.                            

-A Valle…

-La noticia de la muerte de Smaug llegará a todos los reinos de la Tierra Media….Todos reclamarán el tesoro que hay en Erebor….

-¿Qué es lo que sabes?

-Nada en realidad. Es lo que temo y lo que creo que pasará.

Tras esto Tauriel se dirigió a Legolas.

-En el camino viste algo…

-El orco que perseguí en la Ciudad de Lago, se llama Bolgo y me temo que es la mano derecha de Azog el Profanador- Legolas no la guardaba rencor tras lo que había pasado entre Kili y ella. Pero no se iba a dar por vencido, era suya.

-Esos orcos son diferentes, tienen una marca que no había visto nunca…. La marca de Gundabad-Añadió el príncipe, temiéndose lo peor.

- ¿Gundabad?-Tauriel no conocía ese sitio.

-Una fortaleza de orcos al norte de las Montañas Nubladas.

De repente, un guardia elfo mandado por Thranduil interrumpió la conversación:

-Mi señor Legolas. Vuestro padre dice que debe regresar de inmediato.

-Ven, Tauriel-Respondió el príncipe dirigiéndose a la capitana.

-Lo siento, Tauriel esta desterrada-Añadió el guardia. Thranduil era muy orgulloso y su capitana le había desobedecido llevándose consigo a su hijo. Tras esto, Legolas se paró en seco.

-Dile a mi padre…que si no hay sitio para Tauriel, tampoco lo hay para mí-No hablaba la lengua del príncipe, sino su corazón. Nunca dejaría marchar a la elfa.

-Legolas…es una orden de tu rey…-Tauriel no deseaba que Legolas desobedeciera a su padre por ella.

-Sí, es mi rey. Pero él no manda en mi corazón…-Al instante, Tauriel le miró asombrada.

 Estaba claro que el príncipe estaba enamorado de ella y que nunca se daría por vencido. Tauriel también sentía algo fuerte por él, pero el rey nunca se lo permitiría. Estaba confusa porque también estaba Kili, aunque le conoció hace relativamente poco. Su corazón estaba indeciso.

-¿Te vienes conmigo?-Preguntó Legolas.

-¿A dónde?

-A Gundabad.

-Por supuesto-Al instante los dos sonrieron. Una mueca de felicidad porque su ser querido le acompañaría a donde fuera.

Se subieron a un caballo blanco, el mismo que Legolas usó para perseguir a Bolgo.

Al igual que el viaje a la Ciudad de Lago, el camino fue duro pero más largo, aunque iban a caballo y eso facilitaba las cosas. Aún así, hicieron un pequeño descanso para reponer fuerzas y conversar. En esas tierras, casi siempre era de noche. Encendieron una hoguera.

-Tauriel, perdóname por tratar así a los enanos todo este tiempo. Siempre he pensado que eran una raza inferior-Dijo un Legolas sincero. Sabía que tenía que aprovechar el tiempo que pasara con ella sin que estuviera el enano.

-No lo son, son una raza distinta. Y tranquilo, tú no tienes la culpa de las lecciones que te inculcó tu padre.

Los dos se callaron y pasaron unos cuantos minutos comiendo y mirando el fuego de la hoguera, casi sin dormir.

-Bueno, dime, ¿ya has pensado en tu futura esposa? Ya sabes que vuestro padre está impaciente porque elijas a Arwen…-Dijo Tauriel al príncipe riéndose.

-Nunca me ha gustado, y nunca me gustara. No me van las princesitas- Respondió Legolas mientras reía a carcajadas.

-Entonces…. ¿a quién elegirás?

-Sólo hay una elfa en este mundo que pueda hacerme eternamente feliz y ya la he elegido, sabiendo las consecuencias…-Al instante, los dos se miraron a los ojos, en medio de la larga noche, sin ningún orco o elfo alrededor que los molestara. Parecía el momento perfecto para que Legolas manifestara sus sentimientos de forma más directa.

-Pero y si…. ¿ella no siente lo mismo hacía ti que tú a ella? Quiero decir, ¿y si te rechaza?-Tauriel suponía que esa elfa era ella pero sentía curiosidad por oír la respuesta del príncipe.

-Haré lo imposible para que no sea así. Movería montañas por ella. Es perfecta, su pelirrojo cabello es perfecto, sus ojos verdes perfectos, sus labios rosados perfectos. Es la más bella de todas las estrellas de la Tierra Media. Aunque haya tantos impedimentos para estar junto a ella, nunca la dejaré escapar.

Tauriel acababa de escuchar lo más hermoso y puro que la habían dicho en mucho tiempo. En ese instante, su corazón le decía que Legolas era el amor de su longeva vida. Pero por otro lado, recordó las palabras de Thranduil. Se levantó, cortando la conversación:

-Vamos, tenemos trabajo por delante, no podemos retrasarnos.

-Tienes razón, vamos, sube-Legolas la ayudó a subir al caballo blanco.

Apagaron la hoguera y salieron a galope tendido. Tauriel dejó escapar un suspiro de alivio, porque la costaba ignorar los sentimientos del príncipe. 

Legolas y Tauriel. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora