6. Feliz cumpleaños a mí

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—¿Roselyn?

Pude escuchar desde el cuarto, como mi mejor amigo había llegado a la sala del crimen. Lo sabía porque había escuchado las maldiciones sobre el olor que desprendía mi querido Toby.

—¡Roselyn, Toby esta...!

Calló al instante, seguramente porque me había observado en el rincón de la habitación, con mi rostro entre mis piernas y llorando incontrolablemente ante la ya comprendida muerte de mi canino favorito.

—¿Roselyn, qué paso aquí? —preguntó preocupado y ya cerca de mi rostro que yacía bañado en lágrimas.

Le miré destrozada. Recomida por la nostalgia y desdicha.

—Toby está muerto, Ángel —dije mientras no pude evitar romper de nuevo en lamentos—. Lo he matado.

Me tapé con horror los labios, mientras veía como mi amigo se acercaba a mí para zarandearme y mirarme entre confundido y cierto pavor.

—¿A qué te refieres? ¿Cómo que lo... mataste?

—Fue en la mañana después del día del bar —solté triste y vacía—.  El teléfono sonaba y Toby tenía hambre. Yo, yo no sabía que por estar discutiendo con ese idiota iba a ponerle jabón a las croquetas ¡Yo...! ¡Yo no lo sabía!

Mi amigo me miró sorprendido por la confesión.

—¿Qué? ¿De qué idiota hablas?

—Un chico habló por teléfono diciéndome que quería pasar otra noche conmigo —solté enfurecida, más llorando aún por la pérdida—. Yo... solo recuerdo estar peleándome con él y que Toby ladraba mucho ¡Sabia que tenía hambre! Pero no me di cuenta que en vez de tomar la bolsa de croquetas, tomaba la que estaba junto a ella, la del jabón…

Ángel se tapó la boca con una de sus manos y después de repasar la información, llego hacia mí y me hizo levantarme. Me llevó con consuelo hasta mi cuarto, en donde me abrazó con afecto. Sabía lo importante que había sido aquel perrito para mí, me había acompañado desde mis dieciseis años de vida. Y si, también en ese día triste y sombrío.

Tras aquel abrazo amoroso y algunas cuantas lágrimas silenciosas, nos separamos sin saber que decirnos.

Ángel me miró preocupado y entonces decidió el hacer un pequeño entierro a la criatura que ahora se encontraba en mi lavandería, seguramente aún esperando por un funeral digno para alguien que había sido envenenado.

Accedí en silencio, mientras este tomaba el cuerpo de Tobías en una bolsa negra y oscura.

—Listo.

Recuerdo que dijo eso en tono penoso y triste.

A él también le agradaba. Le gustaba mucho jugar con mi pequeño perruno. Seguramente el también lo iba a echar de menos. Suspiré con tristeza y cierto dolor cuando nos subimos en su automóvil y nos dirigíamos hacia el parque más cercano.

                                                   * * *

Mis sollozos fueron la única fuente de música presente, haciendo que con esto, el trayecto fuera silencioso, incomodo y lleno de tristeza. Ciertamente no era para nada agradable estar en mi posición. Algunas veces hasta había periodos cortos en donde el social de Ángel contestaba su teléfono secamente para luego volver al doloroso silencio mudo que había caído desde el principio del camino. Así que no podía pedir nada más.

Llegamos cinco minutos antes de las ocho de la noche. Memorizó aun como me bajé del coche echa un zombie andante, recapitalizando todos esos momentos hermosos que había pasado con uno de mis mejores confidentes, con el que mejor me había visto llorar…

—Empezare a escarbar —soltó mi amigo en susurro.

No contesté, pero accedí con la mirada. Una lágrima se me escapó y entonces observé sin moverme, las maniobras de Ángel sobre la pala. No le tomó mucho tiempo para terminar de hacer aquello y dejar ver ese pozo profundo que me explicaba y realizaba de la situación.

Tobías había muerto por mi culpa

Mi mejor amigo se pasó rápido por la puerta de atrás y sin pedirme permiso, lo colocó dentro de aquel agujero que pronto se lo comería.

—¿Tienes algunas palabras que quieras decirle antes de despedirse? —preguntó con la cabeza gacha.

No contesté, pero lloré en silencio. Ángel comprendió mi desdicha y comenzó a hablar, haciendo uno de aquellos sermones largos y emotivos. Lloré con más fuerza con solo escucharlo y después de aquello, corto una pequeña rosa blanca que crecía cerca. Comenzó a sangrar, pero poco le importó. Se acercó y la dejó sobre el cuerpo vacío.

Hubo unos minutos de silencio y entonces, la tierra comenzó a caer en el pozo.

¡Feliz cumpleaños, asesina! Feliz cumpleaños... 

La vida no es solo suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora