27. Cleo

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Hola! Feliz viernes!

Creí que esta semana no llegaba más a su fin, pero al fin es viernes y no miento al decirles cuánto me sube al ánimo y me alegra ve todos sus votos y comentarios... En serio, nunca duden en comentar. Aunque sea una tontería, no tienen idea de cómo me alegran el día. Y esta tarde tenemos nuestro live semanal en SofiDalesioBooks, además de que al parecer mañana otra cuenta en instagram hará un juego sobre mis historias así que se vienen más videos de Sofi fallando en responder cosas que ella misma crea. 

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final del cap! Muero por leerlos hoy.

Y ya que debería estar escribiendo el final de Cinco de Oros estos días, la pregunta es simple: qué pasará con las joyas del Nilo al final?

Xoxo,

Sofi

***

Debería haber pensado mejor sus acciones. No era un arrepentimiento, solo un hecho. Lo supo tan pronto como se despertó, y todo su cuerpo se quejó de dolor. ¿En qué había estado pensando? Gimió y se hizo ovillo a un lado, intentando dilucidar algo en el torbellino de recuerdos y sombras que era su mente. La noche, el dolor, los golpes... Todavía podía saborear asquerosos restos de sangre en su boca.

Era su culpa. Había sabido exactamente lo que pasaría si rompía las reglas, Dorant le había advertido. Debió haber escuchado su instinto en vez de ir a Cross Station creyendo que nada pasaría. Siempre algo ocurría allí. ¿Qué había esperado? ¿Que Dorant fuera justo y honesto? Ella había sabido en lo que se había metido. Dorant era justo, cuando no involucraba su propia sangre.

—No deberías moverte.

Se sentó al escuchar esa voz, y se arrepintió al instante. El dolor la apuñaló en el abdomen. Ahogó un gemido. Bien, lo entendía, mala idea. Con cuidado tanteó sus costillas, asegurándose de que ninguna estuviera rota. Tampoco vendajes. No debía ser nada grave. Solo unos cuantos hematomas. Podía tolerarlo. Pero estaba segura como el infierno que no le agradecería a Dorant por haber sido blando con ella.

—Te lo dije.

Cleo miró de un modo letal a Hermes. Si hubiera sido capaz, se hubiera puesto de pie para callarlo y echarlo de su habitación. Él estaba sentado en un rincón en su escritorio, un libro en mano. Tan fresco como siempre, tan elegante. Hermes suspiró al bajar su libro y se puso de pie. Cleo lo siguió con su mirada. No le gustaba que estuviera allí, y como se atreviera a hacer algo...

Él cogió un vaso de agua de la mesa de noche junto con un blister de píldoras y se lo alcanzó. Cleo lo miró con desconfianza antes de aceptarlo, ni siquiera había notado que aquello estuviera allí. Bebió un necesario trago de agua para quitar el horrible sabor de su boca y acto seguido cogió dos píldoras. Hermes le arrebató el vaso antes que ella pudiera hacer algo, pasando un pañuelo por los bordes para borrar la marca de sus labios.

—¿Quién me puso mi pijama? —preguntó ella.

—¿Has visto el estado en que te encuentras y esa es tu primera preocupación? —respondió él y suspiró ante su insistente mirada—. La doctora que te trató.

—No estaba tan mal —murmuró Cleo.

—No tienes idea —dijo Hermes y su dura mirada estuvo en ella—. ¿Qué sucedió?

—Nada bonito al parecer —Cleo tanteó su rostro, conteniendo una mueca de dolor al confirmar que definitivamente tenía un golpe en su mandíbula.

—¿Qué recuerdas?

Cross Station. La invitación. Los golpes. La noche. El dolor. El sabor de la sangre. Las palabras de Dorant. El innecesario golpe en el rostro, necesitaba un espejo cuanto antes para chequear eso. El engaño. Janus. El mensaje de su padre...

Cinco de OrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora