11. Hermes

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Feliz viernes!

Oh Loki, no saben cuánto extrañaba decir este tipo de cosas y visitar el Londres de Em estos días. A pesar de mi gran decaída anímica ayer, hoy estoy de muy buen humor porque acabo de tener mi primera reunión con mi mentora. 

Les he dicho que en un totalmente inesperado giro de los acontecimientos Dior me considera una lider del futuro y me ha puesto en su exclusivo programa de mentoring Women@Dior? Creo que deberían saberlo, porque parte de mi carta de motivación para entrar era que deseaba mejorar como persona porque otros me leen y quiero transmitir buenos valores y enseñanzas. Así que en serio me estoy esforzando por intentar ser un buen modelo para ustedes, o al menos espero serlo.

Sin raerles perder más tiempo con el drama de mi vida personal, hoy es un buen día porque milagrosamente es un capítulo largo (seguramente me vieron quejándome en Twitter hace unos días por todo el tiempo que me llevó escribirlo). Y quiero leer sus comentarios! Los amo profundamente, sobre todo las teorías.

Y mi pregunta del día es sobre el cap anterior: Creen que Houdini logró engañar a Emma o qué creen que sucedió en realidad? 

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final del cap!

Xoxo

Sofi

***

Ella insistió en conducir, lo cual resultó ser bastante atractivo para su sorpresa. Hermes estaba acostumbrado a ser quien ocupara el lugar del piloto, con una mano en el volante y la otra en la rodilla de su acompañante. Pero Cleo lo había mirado de un modo amenazante al momento de coger las llaves y decirle que ni siquiera lo pensara. Solo otra prueba más de cómo el tiempo había transcurrido.

Cuando él la había conocido, ella no había sabido conducir, ni siquiera estaba seguro de si había tenido la edad que la ley inglesa exigía para sacar el permiso. Ahora, sus manos se movían con una fluidez y rapidez demasiado natural, su vista siempre al frente, su concentración en el camino. En una ocasión Hermes había intentado cambiar la música, Cleo lo había alejado de un seco golpe con sus dedos.

El silencio era insoportable, pero la última vez que había intentado hablarle, ella había clavado el freno y él se había dado un buen golpe en la cabeza por resultado. La aguja en el tablero vivía por encima del límite de velocidad, excepto cuando Cleo sabía que no debía, entonces desaceleraba para evitar radares que solo ella parecía ver. La chica conocía muy bien su zona.

Intentó relajarse, de no ser porque el silencio dejaba demasiado espacio para pensar, y eso era lo que menos deseaba. Los recuerdos eran una verdadera perra, y la señorita Cleo Las no la mejor compañía. Que Dios lo perdonara por haber dudado, pero realmente existía un karma en este mundo.

El ron. Las rosas. El frío. El aroma a cigarillos...

Apenas se contuvo de golpearse a sí mismo en un intento por alejar las indeseadas memorias. El invierno había quedado atrás. La primavera prometía cinco millones de libras, tal vez más. Cleo había mencionado que esa tasación era de hacía décadas, a precio actual tenía que ser mucho más. Tal vez lo suficiente para seguir solo.

—Tendremos que al menos hablarnos si debemos trabajar juntos —comentó él.

Nada. ¿Cuánto tiempo una chica podría seguir cabreada por algo que había sucedido hacía años? La respuesta era simple: lo que ella considerara necesario. Lo cual, conociendo a miss Santorini, bien podría ser una eternidad. Ella nunca había guardado piedad o compasión de ningún tipo. Las personas blandas no sobrevivían mucho en ese mundo.

Cinco de OrosWhere stories live. Discover now