12. Houdini

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Hola a todos!

Buen inicio de semana! Espero tengan un poco más de tiempo libre que yo estos días... Pero de algún modo sigo haciendo aparecer tiempo para escribir, y creo que esta novela está saliendo bastante rápido. Qué piensan de ella hasta ahora? No sé si el hecho de apurar mi ritmo habitual me está limitando en hacerla tan elaboradas como me gustan o no.

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final! Mi ego literario se los agradece mucho.

Y he aquí mi pregunta del día de hoy: Si Cleo considera que su vida vale 82 libras, cuánto creen que Hermes valúa la suya?

Xoxo,

Sofi

***

A pesar de que no era lo ideal, nunca le había gustado madrugar. El horrible sonido del despertador no le provocaba nada más que quejidos. No entendía porqué el deber tenía un horario tan temprano, ni el crimen. Pero, aunque Houdini había imaginado su vida de criminal como despertarse al mediodía y desayunar pizza fría de la noche anterior, aquí también se sentía atrapado en alguna escuela o entrenamiento con horarios que cumplir y comidas balanceadas.

De mala gana estaba en la sala a la hora debida, arrastrando sus pies hasta la cocina para prepararse un tazón de cereal con leche. Había constatado, a pesar de los pocos días en esa casa, que no existía tal cosa como el silencio. Cuando Cleo y Hermes no se estaban gritando de una punta a otra, Siri estaba sentada en algún lado con sus auriculares hablando demasiado alto al vacío. La fuerte música de Cleo. Los pasos de Hermes demasiado tarde en la noche al ir a su dormitorio, tal vez a causa del jetlag. La elevada voz de Siri. Y quizás lo peor, el silencio de As.

—Hola —Houdini levantó una mano.

Cleo lo ignoró, demasiado distraída con sus auriculares y la música que estaba escuchando. Llevaba puesto su conjunto de deporte, una soga colgando de su cuello. Cogió naranjas de un recipiente, y encendió la máquina de café a su paso. Sería imposible saber lo poco que en realidad había dormido, de no ser porque Houdini la había escuchado regresar cerca de las cinco tras haber partido en lo que As había llamado parte del negocio. Hermes le había seguido media hora más tarde.

Para su suerte, fuera buena o mala, había ligado el dormitorio junto a las escaleras. Era imposible no escuchar a los otros moverse por la casa. También era el punto más peligroso en caso de una intrusión, tal vez As se había tomado demasiado en serio su fama. Pero no le molestaba. De hecho, hasta lo prefería.

Houdini cogió su tazón de cereales, su tableta gráfica a salvo debajo de un brazo, y regresó a la sala. Siri seguía con sus piernas cruzadas sobre el gran sillón, auriculares puestos mientras hablaba a solo ella sabía quién, ordenador a su lado. As estaba en la mesa para comer, luciendo tan distante como siempre. Houdini se resignó al sentarse frente a él. Tenían una reunión, y había aprendido de mal modo que al joven no le gustaban los retrasos.

—Buen día —dijo, As apenas levantó la vista del periódico que estaba leyendo para reconocerlo.

Abrió la boca de nuevo, pero As levantó una mano y Houdini calló al comprender. Nada de interrumpirlo en su lectura. Resopló y en su lugar miró por la ventana, perdiéndose en el gris de afuera. Al menos era mejor a tener clases, debía admitir eso.

Cogió su tableta y comenzó a dibujar. El colorido cabello de Siri, los afilados rasgos de As, la peligrosa sonrisa de Hermes... Cleo se detuvo junto a ellos y dejó un móvil de un pesado golpe sobre la mesa. Houdini se sobresaltó. Ella seguía inquietándolo. Sin importar qué constante intentara encontrar en Cleo Las, ninguna sobrevivía al día siguiente. Su paso siempre cambiaba al ritmo de lo que estuviera escuchando, sus manos eran demasiado silenciosas, sus orejas siempre cubiertas por sus auriculares...

Cinco de OrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora