Capítulo 7: Adiós, Otoño

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9 de Julio del segundo año.


No podía pensar en nada, no era como si él quisiese hacerlo tampoco. Esa sensación de ingravidez había vuelto a apoderarse de su cuerpo, de su mente y sus sentidos. Era apenas algo más parecido a un espectro con algunas huellas de color, opaco como solo un papel podría serlo.

La ciudad bajo sus pies se había levantado minutos atrás, Lily se había despertado con el ruido de los autos, León ni si quiera se había percatado de ello, su vista se mantenía fija hacia el frente pero sin ver nada en realidad. La golondrina desteñida se acercó lentamente hacia donde estaba, sacó una mano de la manga de su bata color miel y la puso sobre los hombros de su hermano pequeño.


—¿Niko? —soltó suavemente—¿Niko? —, volvió a insistir sin respuesta a pesar de la temperatura de su mano.

Tuvo que agitar su hombro para que su hermano volviera en sí.

—¿Lil? —dijo al fin, volteando su rostro hacia ella— lo siento, Lil, ¿estás mejor?

—Lo estoy —respondió. —Niko, estoy para ti. No tienes que ocultar lo que sientes conmigo.


Lily se le quedó mirando, León asintió involuntariamente, tenía los ojos perdidos en alguna parte que ninguno de los hermanos conocía. Lily sin poder soportarlo más lo abrazó, lo hizo lo más fuerte que pudo pero no tuvo respuesta. Las lágrimas querían desbordarse de sus ojos ante la impotencia de no poder hacer realmente nada por él pero se dijo a si misma que al menos esta vez tenía que ser fuerte y ser su hombro.

Parpadeó, soltó un suspiro y por fin pudo sentir que salía de ese letargo. Aún después de haber leído el sobre del hospital, León no podía llorar. Y quería hacerlo. Tenía una nueva fuerza extraña, difusa en el pecho que poco a poco había trepado por su garganta hasta sus amígdalas y había apresado su voz, hasta hace unos instantes.

Segundos después del calor que había recibido de la golondrina, el malestar parecía retroceder de su lengua hasta su pecho de nuevo; Lily se levantó del suelo y disimuladamente secó sus párpados inferiores con sus mangas.

León se levantó del piso sosteniéndose de los muros y poco a poco volvió a sentir el frío bajo sus pies descalzos, no recordaba cómo había terminado en el balcón, lo último en su memoria era él acostado junto a su golondrina toda la madrugada sin lograr deshacerse si quiera por unos instantes de esa molesta sensación.

Lily se dirigió a la cocina con la intención de encender la estufa para desayunar.


—Toma una ducha rápida, tenemos que ir al entierro —dijo. —Ni me contradigas, ya te dije ayer que iré con o sin tu consentimiento.


Sin tener opción a responder, ni fuerzas en su mente para encontrar una razón convincente, León obedeció a su hermana mayor. No tenía ganas de contradecirla y aunque no se lo dijera, necesitaba a la antigua Lily hoy.

Quería pensar en qué haría con Lily, el hospital, su enfermedad... Pero los recuerdos del funeral continuaban deslizándose en su mente. Adela dentro de una caja, una color acacia. Adela sobre almohadas blancas. Adela con las manos sobre el pecho. Adela detrás de una placa de cristal.

Adela había tomado su lugar; ella lo había salvado, eso se hacía creer. Pero lo que realmente le atormentaba era que Adela se había ido creyendo que él la culpaba, que la odiaba cuando en realidad esas ideas estaban mucho más lejos de la verdad que él podía admitirse a sí mismo.

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⏰ Última actualización: May 26, 2020 ⏰

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