Capítulo 16

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¡Oh por Dios! Faltaban alrededor de dos horas para empezar la obra. Alan se había venido del colegio conmigo, y Lucy se había ofrecido a acompañarnos también. Todos estábamos en mi casa, viendo un capítulo de Bob Esponja para calmar los nervios.

—Chicos, estoy tan nerviosa. Esta vez no hay nadie que detenga el beso —comenté, mientras sorbía un poco de coca-cola.

—Todos sabemos que quieres ese beso —me respondió Alan—, y por lo que veo, William también.

Alzó las cejas relativamente y no pude evitar sonrojarme. Luego caí en cuenta, era imposible que William quisiera besarme, por lo que me eché a reír con tanta fuerza que me dolieron las costillas.

—¿Estás loco o te ha picado algún bicho? Obvio que William no quiere besarme. Espera, ¿hablamos del mismo William?

—¿Hay algún otro que tenga que hacer una obra contigo? —Negué—, entonces sí.

—Imposible —dije, más para mí que para Alan o Lucy.

—Nena, dime loca a mi también pero yo también lo he notado —Lucy no había dicho ninguna palabra, hasta ahora.

—Ustedes dos solo quieren volverme lo loca. Sí, eso es, ¿y saben qué? ¡Me largo de aquí! Me iré a bañar, ¡y me vale un comino que falten aun dos horas! No pretendo quedarme con malos amigos.

Me levanté dramáticamente del sofá y me dirigí a mi pieza con fingida indignación. De verdad tomaría la ducha, estaba sudando a montones por el nerviosismo y eso dos lo habían empeorado. La idea de fingir estar enferma no sonaba tan mal, así en salvaría de una total vergüenza, pero sabía que mis excelentes amigos me iban a obligar a ir, no importaba si no tuviera una pierna, yo tenía que ir.

Antes de entrar al baño, puse el estéreo de mi pieza en un volumen considerablemente alto y me metí en la ducha, así, dejaría de pensar un momento en la dicha obra y disfrutaría de una buena ducha.

Para cuando salí, ya cambiada y peinada, faltaba media hora. Lucy y Alan estaban abajo esperándome, Alan tenía puesto ya el traje que iba a usar, solo faltaba la gran corona y pintarle una barba falsa. Mientras tanto, yo vestía unos shorts rotos, una camisa de tirantes ancha y unas sandalias de playa. Me había alisado en cabello y lo había atado en una cola para que no se esponjara de camino a la escuela. Alan me miró, examinando mi atuendo y frunció el gesto.

—¿Y tu disfraz de princesa?

Sonreí forzadamente, Alan cambió su expresión y yo me acerqué a la mesa de la cocina a tomar las llaves de la casa.

—Se me olvidó y lo dejé en el salón de danza -levanté loa hombros—. ¡Mami ya me voy! ¡Te amo! —grité, cuando estábamos saliendo de la casa, cerrando la puerta de un portazo.

Todo el camino a la escuela, Alan no dejaba de reprocharme por qué había dejado en traje o por qué no le dije antes y un montón de cosas más. De seguro hasta el taxista estaba aburrido de tanto vocerío por parte de Alan. Y aun cuando nos bajamos del taxi y caminábamos hacia el aula de danza, seguía hablando. Todos esos nervios que tenía antes de venir, se estaban convertiendo en ira.

—¡Cállate ya! —le hablé en un tono alto. Me fulminó con la mirada, pero se mantuvo con la boca cerrada mientras de colocaba el vestido.

El vestido era de esa tela barata, que con cualquier cosa se daña y brillante. El vestido era de color púrpura y lila, a decir verdad era horrendo, y me hacía ver gorda. Bendita sea la hora en que me escogieron para esto.

El vestido, que como dije, era horrendo, se cerraba con una cremallera por la parte de atrás. Me puse el vestido encima de mi short y al momento de cerrarlo, le pedí ayuda a Lucy. Se acercó y comenzó a subirme el cierre. A mitad de camino, comencé a oír a Lucy forcejear, haciendo ruidos extraños con la boca.

Chica TorpeWhere stories live. Discover now