Capítulo 2

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—¡Señora Colins! —exclamé entusiasmada y caminé a abrazarla.

La señora Colins me devolvió el abrazo con palmaditas en mi espalda y una bonita sonrisa. Ella era tan dulce, todo lo diferente a su hijo, pero sin embargo, me gustaba.

—El almuerzo está en el horno, cariño —anunció mi madre señalando la cocina. Asentí y me dirigí a la cocina dando brinquitos.

Tomé mi almuerzo, lo coloqué en la mesa que hay en la cocina y empecé a comer. 

—¡Willy! ¿Wlliy dónde estás? —oí a la señora Colins llamar a su hijo.

No se escuchó nada.

—¡Willy! —volvió a llamarlo.

—¿Qué mamá? —respondió, se escuchaba lejos y tenía un pequeño eco.

—¿Dónde estás? Caroline ya llegó de sus clases.

Olvidé decir que, después de las clases en la escuela, voy a clases de dibujo. Me encanta dibujar y como mi mamá me quiere tanto, me paga clases, y lo mejor, ¡son personalizadas! Son solo para mí, lo que es mucho más cómodo para mí.

—Em... Mamá... —dijo William.

—¿Sí, coshita?

Me reí por lo bajo, William puede ser el chico más popular y el más "rudo" en la escuela, pero nadie sabe como es su vida después de las clases. Su mamá lo trata como si fuera un bebé y no como si fuera un chico de diecisiete años. Me acuerdo una vez que la señora Colins hablaba con mi mamá y le decía: "Mi chiquitín tiene una fiesta el sábado. ¡Pero no quiero que vaya Martha! Todavía es un niño, me lo van a corromper", recuerdo también que duré una hora riéndome en su cara. Tiene suerte de que me gusta y no grabo vídeos de lo que habla con su mamá.

William dijo algo que, por lo que veo nadie le entendió y su mamá volvió a repetirle la pregunta una y otra vez hasta que respondió:

—¡ESTOY EN EL BAÑO, MAMÁ! 

—¿Haciendo del dos? —preguntó la señora Colins.

—Sí, mamá —dijo casi audible.

Y fue entonces cuando exploté a carcajadas, que de seguro él alcanzó a oírlas. Mi mamá se asomó por la puerta del estudio para ver de qué me reía y le señalé la puerta del baño, negó con una sonrisa divertida y la señora Colins volvió a hablar.

—No olvides lavarte las manos con doble jabón y perfumar el baño con el pequeño ambientador que te di.

Mis carcajadas se volvieron más fuertes, tanto así que la voz se me fue y lo único que podía hacer era aplaudir como foca retrasada.

Diez minutos después se escuchó el jalón de la cuerda y William saliendo del baño. Lo miré y no pudé reprimir la risa. Me fulminó con la mirada y tomé el tenedor con macarrones para llevármelo a la boca.

—¿Te lavaste las manos? —preguntó la señora Colins.

—Sí, mamá —dijo William con frustración en su voz.

Me reí de nuevo intentando tragar la pasta, la señora Colins no ayudó mucho porque le hacía preguntas a su hijo sobre como lo hizo, lo que trajo más risas y que, me comenzara a atragantar.

Comencé a toser intentando devolver o tragar la pasta dándome palmaditas en el pecho pero no conseguía nada.

Me levanté de la silla y fui corriendo al estudio, aún tosiendo. Mi mamá al verme se acercó rápidamente a mí y empezó a darme suaves golpes en la espalda.

—Ma... ma... —no paraba de toser.

—Toce, hija, toce —dijo mamá. Me pareció muy gracioso y envés de toser me reí, lo que hizo que me colocara roja y tosiera mas fuerte.

Apoyada en mis rodillas, con una mano en el pecho y mi mamá dándome golpes en espaldas, William se reía de la escena y la señora Colins la miraba con cara de tragedia.

—¡William Colins! ¡No te rías de la desgracia ajena! ¡Vez y trae un vaso de agua más bien! —la señora Colins le pegó en el hombro—. Ya, querida, relájate.

¿¡Cómo cree que me voy a calmar!? Estoy a punto de morir y la vieja quiere que me calme. Toso más fuerte aún.

William entró a la habitación con un vaso de agua y me lo entregó. Me llevé el vaso a la boca y tomé un sorbo, como pude, pasé el líquido y alejé el vaso de mi boca.

—Toma más —ordenó mi madre.

Lo hice. Y tosí de nuevo, escupiendo toda el agua que había tomado en la cara de William. William frunció su expresión cuando el agua cayó en su rostro, se pasó la palma de la mano lentamente y abrió los ojos con la mirada furiosa hacia mí. Mi tos ya había parado y estaba mordiéndome el labio esperando su reacción.

—Te mataré... —susurró William y se acercó sigilosamente hacia mí.

Sonreí alzando mis hombros y salí corriendo cuando sentí a William a centímetros de mí.

—¡Mamaaaaaa! —grité—. ¡Dile a William que deje de perseguirme!

Seguí corriendo hasta llegar a mi habitación y cerré la puerta, lo que no se pudo porque el brazo de William lo impedía. Mientras yo empujaba la puerta para que se cerrase, William la empujaba para que se abriese pero como todo hombre es más fuerte que una mujer, el pudo abrirla con tal fuerza que salí volando a la cama.

—¡No me toques! —le grité cuando me tomó por el brazo.

Pero hizo caso omiso y me levantó de la cama y me atrajo hacia él, me tomó por los cachetes y los apretó con fuerza juntando mis labios. Intenté protestar pero no podía mover la boca o decir algo entendible, así que opté por lo más sensato: pegarle una patada en su amigo.

—¡Oye! —protestó colocando sus manos en su entrepierna intentando calmar el dolor.

—Tenía que hacerlo —dije acariciándome los cachetes.

Me acosté en mi cama mirando al techo y procesando lo que acaba de pasar. ¡Nunca me había tocado! Siempre que su mamá venía hablábamos pero nunca llegamos a ese afecto de abrazarnos ni nada por el estilo.

No me di cuenta en que momento pasó pero tenía a William encima de mí y tenía mis muñecas aprisionadas. 

—¡Quitate de encima! —pataleé para zafarme pero no pude.

Negó con la cabeza divertido. Me movía de un lado a otro intentando quitarlo de encima, pero no lo conseguía.

Finalmente me rendí y me quedé quieta con la respiración agitada mirando su rostro, aún no lo podía creer. Comenzó a acercarse lentamente, ¡Dios mío! díganme que estoy soñando. Su agarre se suavizó en mis muñecas y su rostro se acercaba más y más. 

Empecé a ponerme muy nerviosa, jamás había tenido a William tan cerca, mi cara está incendiada, tenlo por seguro. Me miró a los ojos y sonrió divertido, luego bajó su mirada a mi boca y su sonrisa se fue desvaneciendo y su respiración se volvió dificultosa.

Cerré los ojos para disfrutar más del momento y esperar lo que se venía pero gritaron desde la sala.

—¡Wiliam ya vámonos!

William se levantó rápidamente de mí y sin decir nada encaminó a la puerta, se giró a verme, sonrió y salió de la habitación.

Chica TorpeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora