Capítulo XIX: Encuentros

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Quería llorar, gritar, abrazarla, pero le parecía estar viendo un espejismo. Había pasado tanto tiempo desde que la habían enviado a estas tierras, y el tiempo que llevaba sin ver a su hermana, que tenerla de pie frente a ella le significaba una ilusión. Tenía tantas cosas para decir, que las palabras se aglutinaron en su garganta. Solamente pudo atinar a hacer una seña al resto de sus compañeros que se habían apostado tras ella en caso de que necesitara apoyo, los hombres titubearon, pero Deron asintió, autorizando el pedido de Maelle de deponer las armas.

—Maelle, soy yo, de verdad. Soy Ellie, tu pequeña Ellie.

Su hermana no podía responder. Sabía que se trataba de Ellienne, pero estaba tan cambiada. Apenas atinó a tocar su rostro, recorriendo las horribles cicatrices. Se le hicieron dolorosas al tacto tanto como la imagen del rostro desfigurado de su hermana.

—La vida se ha vuelto difícil, hermana —sentenció Ellienne, comprendiendo el shock que su presencia le había causado a Maelle y señaló las marcas que atravesaban su rostro—. Heridas de guerra... Pero ya sabes, "antes muertas que sirviendo", y eso dejó marcas.

Finalmente, la hermana mayor dejó a un lado toda duda y sentimiento de reparo, arrojó a un lado su espada y ambas se estrecharon en un abrazo fraternal, sentido. Mientras tanto, Deron y Damien observaban la escena, llenos de sentimientos encontrados. Aquel reencuentro significaba algo muy bueno y muy malo a la vez. La búsqueda desde ambos lados terminaba y debía concluir con la condena de Damien. ¿Y luego qué sucedería? Damien sabía que Ellienne y Maelle no podían volver a la isla sin que sus vidas corrieran peligro. Deron sabía que ni él ni Melle podrían ir a Numarek sin ser asesinados por cargos de traición si no ejecutaban a Damien.

Finalmente, Maelle deshizo el abrazo y contempló a su hermana, tomando su rostro entre sus manos. Ellienne siempre había sido la más fuerte a pesar de ser menor, y por eso no se sorprendió de ver a su hermana quebrada por la emoción, pero si disfrutó volver a sentir su calidez.

—Sabía que estabas viva, Maelle, lo sabía —aseguró Ellienne, quien debía subir su mirada para encontrarse con la de su hermana mayor en edad y estatura—. No iba a descansar hasta encontrarte.

Deron se dirigió a Damien con un ademán, se notaba realmente cansado, mucho más que el miliciano desertor al que por fin había dado caza.

—Creo que lo mejor para todos —murmuró el capitán al oído del desertor— será hacer una tregua por esta noche, especialmente para ellas.

—Estamos de acuerdo. Mañana podrás colgarme de un árbol, si es que no nos asesinan antes.

—Quienes están tras ustedes seguramente son los que mataron a mis hombres, todos acribillados a flechazos —dijo Deron, haciendo caso omiso del comentario intencional del desertor— ¿Tienes idea de quien se trata? –Señaló a Maelle mientras prosiguió hablando— Ella cree que tú los asesinaste.

— ¿Y tú crees que además de desertor soy un cobarde que acecha tras los árboles con un arco? Me conoces poco.

—No dije que así fuera.

—Pero te genera duda, Frosier. No, no fui yo, el arco no es mi arma predilecta. En el campo de batalla, es de cobardes. Si maté a unos malditos soldados, pero no eran tuyos. Asesinaron a un niño solo por acompañarme. Creo que deberían haber sufrido más.

El silencio se hizo presente entre los capitanes, mientras las hermanas se ponían al corriente sobre todo lo que había sucedido en sus vidas luego de separarse. Ambos se quedaron contemplando ese amor fraternal que las rodeaba mientras relatos de situaciones lúgubres eran intercambiados. Hicieron un alto para cenar, Ellienne ofreció de las provisiones que ella había conseguido y todos guardaron silencio. Ella y Damien cedieron sus porciones, estaban bien alimentados y en la guarnición de Frosier, incluida Maelle, estaban famélicos. Cuando todos estuvieron satisfechos, ambas jóvenes se apartaron y retomaron su conversación.

Hasta el final de nuestras vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora