Capítulo XVII: Señores en su tierra

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—No tiene lógica.

Deron observaba con expresión confundida el cuadro que se presentaba ante él. Sus hombres habían sido atacados con arco y flecha, pero la manera en que encontró a los otros cadáveres, los que Maelle había visto en medio del bosque, eran una historia diferente. Contó siete cuerpos sin evidencia de ataques de flechas, y otros cinco atravesados por una infinidad de ellas.

—Yo trato de encontrar la lógica a las cosas desde que soy pequeña y no lo logro. ¿Qué le hace pensar que tendrá más suerte, capitán?

Maelle seguía tratándolo como su superior, sobre todo delante de los demás soldados. Que había algo entre ellos era un secreto a voces, pero no venía al caso que lo supieran con seguridad. Ella esperó que Deron dijera algo, pero él no respondió.

—No me haga caso —retomó—, quiero acabar con todo esto de una vez y solo veo más y más complicaciones.

Deron alzó la vista por primera vez en un rato largo, notando que había estado tan abstraído en sus pensamientos que se había aislado del resto del mundo. Había partido del campamento con los hombres que le quedaban, dándoles la opción de seguirlo incondicionalmente o de luchar a muerte. Pero Deron contaba con soldados que habrían de dar su vida por defender la de su capitán y no cuestionaron en lo más mínimo la decisión que este había tomado. Además, ellos eran hombres iletrados, más no estúpidos. Comenzaban a notar que las cosas no iban bien y que todos corrían peligro, era mejor enfrentarse a lo que fuera que había en esas tierras que esperar a la muerte de brazos cruzados.

Estaban rastrillando el bosque en busca de algo que les dijera a qué venía tanta muerte. Muy a su pesar, Deron sabía que, si encontraba a Astalgert, debía ejecutarlo. Pero algo le decía que había una razón más oscura oculta detrás de todas esas muertes que un desertor defendiendo su vida y estaba empeñado en descubrirlo si era que no lo mataban antes.

—Perdona, Maelle. Todo esto me tiene preocupado.

—Sigo siendo el soldado Darwell por el momento. ¿Qué es lo que le preocupa tanto?

—Que vayamos tras la persona equivocada, que sentenciemos a muerte a un inocente, que equilibremos la balanza hacia el lado de los injustos.

—Capitán, las cosas que dice se están volviendo abstractas. Sin embargo, creo que imagino por qué lo dice y no entiendo cómo puede estar tan seguro que Astalgert puede ser inocente.

—Ya te lo dije —insistió Deron—, así no hace las cosas. Es un hombre de honor.

—Un hombre de honor habría muerto defendiendo su causa, en vez de ocultarse y asesinar a traición.

—No sabes lo que pasa por la mente de ese hombre. Si pusieran a tu padre delante de ti, ¿qué harías?

—Tendría muchos deseos de asesinarlo, que sufra. Pero eso me convertiría en la misma clase de basura que él. Por lo tanto, no lo haría.

—Suena lógico, pero insisto, no sabemos con qué cruz carga Astalgert. Yo le concedo el beneficio de la duda.

—Respeto su opinión, después de todo, el capitán es usted.

Deron miró a su alrededor y notó que el resto de los soldados estaba a una distancia prudencial. Habló en voz baja.

— ¿Cuándo dejarás de tratarme como un extraño? Creo haberte sido sincero.

—No es prudente que los soldados sepan que somos más cercanos que antes. Hasta que la situación sea más favorable, seguiremos siendo soldado y capitán.

Frosier desistió una vez más. Maelle era joven y estaba muy afectada por todas las cosas que le habían sucedido, aunque él creía que era una estupidez lo que ella le planteaba, prefería no incomodarla.

Hasta el final de nuestras vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora