19. El tiempo

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Capítulo Diecinueve

El tiempo

Los días de la semana transcurrían lentamente, como si de pequeñas manecillas se tratara. Mi mente solía imaginar que brincaba de una en una, viendo cómo el tiempo se escurría entre mis manos y todas las oportunidades de arreglar mi amistad con Leo entre ellas. Él no había matado a nadie, no había cometido el peor de los pecados y mucho menos algo que no mereciere mi perdón.

Sin embargo, el miedo me invadía cada que pensaba en todo lo que pudo haber pasado si las cosas no se hubiesen resuelto entre Alex y yo. Me aterraba la idea de pensar que él tal vez nunca me lo iba a contar, los sentimientos de las personas no son un juego, no existe un botón que puedas presionar para dejar de sentir. Es que simplemente no pueden decirte que sentir y que no. Leo había tomado una decisión que no lo pertenecía ni a él ni a nadie más.

No soy tan ignorante como para no saber qué estaba intentando hacerlo por mi bien. Pero, ¿qué consecuencias trajo todas sus preocupaciones? El haber pensado lo peor de Alexander, los días nublados en mi corazón, uno detrás de otro y un sinfín de emociones negativas. Me culpé de tantas cosas. Me sentí insegura y busqué respuestas en preguntas que ni siquiera existían. Todo por él.

Es increíble cómo una buena intención sin medir las consecuencias puede traer un sinfín de problemas a muchas personas. ¿Era fácil para mí culparlo de todo? Claro que sí, el humano siempre culpará a alguien más, todo sea por librarse de la carga. Yo no quería hacerlo, no solo él se había equivocado, porque también Alex se había prestado para las infantiles peticiones de mi mejor amigo y yo me dejé llevar por lo que vi. No me quedé a preguntarle por qué lo había hecho e hice lo mismo que hizo él.

Me alejé.

Aún sentía esa espinita en mi corazón de solo recordar todo lo que había pasado. Mis esperanzas se habían roto, y yo con ellas. La verdad es que los tres habíamos cometido errores y sabía que nos arrepentíamos de ellos.

Pero, es que así somos los humanos, somos un constante círculo vicioso de errores. En los que caemos con cierta facilidad y en el peor de los casos, no siempre salimos ilesos. Arrastramos con nosotros todo lo que podemos, dejando heridas en la piel y en el alma de las personas a las que decimos querer. Es inevitable que dejemos de hacerlo, puesto que de ellos aprendemos. Aunque siendo un poco sincera conmigo misma, los tres nos estábamos ahogando en algo que tenía solución.

No lo quería reducir y dar a entender que nuestros problemas no significaban nada. Solo era consiente de que en comparación con otras personas, los de nosotros son simples pequeñeces. Ninguna es más o menos importante que la otra. Todos tenemos una manera diferente de ver las cosas, así como también nos pueden afectar de distinta forma. Ningún dolor debe ser tomado como un juego y minimizarlo. Cada quien sufre y se levanta de la mejor manera que puede.

Debemos aprender a respetar los tiempos difíciles de las personas. Así que eso es lo que había intentado, darle un tiempo a mi mejor amigo. Uno en el que tanto él y yo pudiésemos pensar mejor las cosas. Tener nuestra cabeza fría nos ayudaría a ver mejor las cosas y no dejarnos llevar por los sentimientos del enojo combinado con el de la dura decepción. Sería paciente por él y por mí.

—¿En qué piensas? —preguntó Alex cerca de mi oído, estaba encorvado a un lado de mí.

Mis ojos se encontraron con los suyos.

Esto no es un cliché, ¿o sí? Where stories live. Discover now