8. El diario

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Capítulo Ocho

El diario

—¿Qué te enamoraste de mí? —murmuré llevando mis manos a mis mejillas fingiendo estar sonrojada.

Me balanceé frente al espejo y sonreí con coquetería.

—Espera, ¿también quieres tener una cita conmigo? No lo sé, tendría que revisar en mi agenda, para ver si tengo un día libre —recargué una mano en el espejo y la otra en mi cintura—. Ya sabes, la vida de una chica como yo es demasiado ajetreada, suelo salir con muchas personas, ¿chicos? Sí, muchos chicos, pero no te pongas celoso, hay mucha Mack para todos.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —brinqué del susto al encontrarme con Connor de pie en el marco de la puerta de mi habitación.

Di unos pasos hacías atrás para alejarme del espejo.

—Nada, no estoy haciendo nada.

Él se comenzó a reír.

—¿Estabas coqueteándole a tu espejo? —se cruzó de brazos y sus ojos reflejaban diversión—. No te creo, cada día eres más una perdedora. Espera, esto lo tiene que saber nuestra hermana. ¡Oye, Brianna! A qué no adivinas qué estaba haciendo la rara de Mackenzie frente al espejo.

Sentí mis mejillas arder de la vergüenza.

—¿¡Qué estaba haciendo!? —gritó Brianna desde la planta de abajo.

—¡Estaba coqueteándole al espejo!

Se escuchó su carcajada hasta aquí, la que no tardó en ser acompañada por la voz chillona y aguda de mi hermano.

—¡Claro que no estaba haciendo eso! —aclaré.

—Estabas imaginado que era Alex, ¿o me equivoco?

Mis ojos se abrieron en asombro.

Él sabe cosas wey.

Los que conozcan al comediante Franco Escamilla entenderán esa pequeña referencia. Sacudí mi cabeza.

—¿Tú cómo sabes de eso pequeño mocoso?

—Sé muchas cosas.

—¿Escuchas mis conversaciones, cierto?

Me dio un simple encogimiento de hombros.

—Tal vez sí, tal vez no, eso nunca lo sabrás.

—Estarás muerto si le llegas a contar a alguien lo que has escuchado —le advertí señalándolo con mi dedo índice.

—Hermanita, ¿crees que desaprovecharé esta oportunidad? En un futuro esta información me será de mucha utilidad.

—Oh, pequeña sabandija, te mataré —mis pies se movieron con rapidez y comencé a perseguirlo.

Ambos bajamos las escaleras corriendo.

Cuando llegamos a la sala hicimos una especia de coreografía, en la que yo iba a la derecha y él a la izquierda, mis manos preparadas para atraparlo.

Esto no es un cliché, ¿o sí? Where stories live. Discover now