18. La revelación

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Capítulo Dieciocho

La revelación

Mis pasos eran lentos conforme avanzaba a través de los pasillos de la escuela. Mi pesadez era tan grande que la iba arrastrando como si fuese una bolsa de basura por detrás de mí. La culpa era de mi profesor de «Química» que había dicho en voz alta el nombre de todas las personas que tenían que hacer el famoso: examen de recuperación.

No es algo que me sorprenda del todo, ya que tenía el presentimiento de que eso iba a suceder. Una parte de mí se quería engañar al creer que podría salir bien en su asignatura por medio de un milagro. Así que por la culpa de haberme confiado tendré que estudiar de algo que no tengo ni la menor idea y aplicar un examen de ello.

Mis ánimos se despejaron al recordar que mi día no iba a ser tan malo. Al terminar la práctica Alex iba a venir a mi casa y pasar la tarde juntos. Sin mencionar que mi sesión de besos sería remplazada por un libro y miles de apuntes de química. Tenía la esperanza de que su compañía me ayudaría a que no fuese tan tedioso.

Al llegar a mi casillero guardé todas mis pertenencias dentro de la mochila. Recargué mi cabeza en el casillero y cerré mis manos en puños. Tenía que poner toda mi fuerza de voluntad para no estrellar mi cabeza en contra de el.

Mi cabeza fue salvada por el sonido de la chicharra.

Me dirigí al gimnasio con la esperanza de que en esta ocasión tal vez convencería a Leo de contarme. Aquel día en mi casa no había logrado nada, y no fue por falta de tiempo porque si tuvo tiempo de contármelo. Una parte de mí decía qué tal vez yo era la culpable, y me ponía mal no saber qué había hecho para que estuviese así.

Me senté en la primera banca, y eso me hizo sonreír.

Las probabilidades de que me volviesen a golpear de nuevo eran enormes. Aunque tenía la ilusión de que en esta ocasión no sería así, ya que no dudaría en meter las manos para que no me golpeasen en el rostro. En lo que los chicos comenzaban con la práctica saqué mi celular y me entretuve viendo una serie que había descargado.

Me había sumergido tanto en ella, que no me había percatado de que el entrenamiento había terminado.

—Hola, Mackenzie —saludó uno de los chicos.

Levanté la mirada.

—Hola.

Él abrió una botella de agua, y después bebió de ella.

Me quedé observando el proceso.

—¿Qué tal todo? —preguntó.

—Ah, creo que bien —dije simplemente. Nunca había entablado una conversación con este chico, y no entendía que lo había animado a querer hacerlo. Era algo extraño.

—Me alegro.

—Sí —asentí.

—Mi nombre es Wren.

Sonreí.

—Mucho gusto.

El tal Wren se quedó callado y viendo hacia al frente.

Esto no es un cliché, ¿o sí? Where stories live. Discover now