Niñera de 5 Seconds Of Summer

031

—Si hubieras querido una cita en serio. Solo tuviste que habérmelo pedido. Y todo hubiera sido diferente desde un principio.

—Chicos, tengo que salir.

—¿Tienes otra cita con...?

—¿Teníamos una cita y no me has dicho? Ya sabes, no podemos salir Lou...hola chicos.

—Hola Nath—saludaron los chicos sonriendo—, ¿Salen?

—Sí—asentí—, tenemos que hacer algunas cosas. Nath no vas a ir con esa remera.

—¿Qué tiene?

Lo miré y suspiré.

—Por favor, no esa remera.

—Es amarilla.

—Es un amarillo muy fuerte, demasiado llamativa. Es un almuerzo y...ya sabes. ¿alguno tiene una remera para prestarme?

—Yo—sonrió Michael—, depende de qué tipo de almuerzo sea.

—Es, un almuerzo...un almuerzo con mis padres.

Se miraron sorprendidos y después a mí.

—Necesito que firmen los papeles de inscripción.

—¿Y no puedes pedirle a otra persona?—preguntó Calum.

—Hubiera recurrido a Derek pero ya no puedo. Michael, ¿Podrías prestarle una remera?

Asintió y se paró del sillón caminando hasta Nath.

—Ven conmigo.

—Tengo novio.

—Y a mí me gustan las mujeres—se rió Michael.

Mientras los chicos subían, me senté en el sillón y suspire nerviosa. No dejaba de retorcer los dedos de mis manos mientras sentía temblar mis piernas.

—Estás linda, tranquila—sonrió Skyler.

—Gracias.

Miré mi ropa y volví a suspirar. Un pantalón blanco, una camisa en verde militar y unos zapatos negros con taco fino alto.

—¿Dónde irán?—preguntó Luke.

—Louvre.

—Santo Dios—susurró Calum—, es carísimo ese lugar.

—Bueno, cuando tus padres son economistas no tienden ir a lugares...sencillos.

Nath y Michael entraron a la sala y Nath me miró extendiendo sus brazos mientras lo miraba.

—Mucho mejor.

—Soy hermoso lo sé.

Llevaba un pantalón negro, unas Vans blancas y negras y la remera de Michael era una remera manga corta blanca que a Nath le quedaba algo ajustada en los brazos.

—Deja de mirar mis brazos.

—¿Desde cuándo están más grandes?

—Desde que voy al gimnasio.

Besó mi mejilla y luego de despedirnos de los chicos, salimos de la casa.

—¿A qué hora?

—Once.

—Lou, tranquila—susurró abriendo la puerta de su camioneta—, todo saldrá bien.

—Eso espero, no sé qué haré.

—Encontraremos la solución.