Capítulo 31

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Zoey metió más cosas en la maleta. Nuevas lágrimas se escaparon de la comisura de sus ojos, pero las barrió rápido con los dedos. A ese ritmo, iba a convertirse en una fuente natural de agua, sin necesitar magia.

En el baño, Jessica hacía ruido con elementos de aseo, pero ella sabía que solo intentaba ocultar su llanto. Lo que no podía afirmar era si lloraba por ella o por Adam. Quizás, ambas cosas, pero no iba a preguntárselo. No quería ahondar en la herida.

Suspiró varias veces mientras empujaba abrigos y zapatillas. Estaba segura de que eso nunca iba a alcanzarle para una huida. En realidad, mentalizarse a dejar todo era lo que le hacía imposible llenar ese bolso y creer que era suficiente. Jamás lo sería.

Pensó en sus padres, en Mateo y en quienes nunca obtendrían una respuesta sobre su futuro. Ni ella lo sabía, era mejor así. Era probable que no volviera a verlos. Quizá muriera pronto, pero al menos no estaría sola. Estaría con Zack en ese momento y él podría ayudarla a aceptar su destino, tal y como lo había vivido él antes.

—¿No quieres dormir al menos una hora? También tenemos que ir a ver a la abuela —le dijo él, entonces, cuando vio que no había nada más que meter en la maleta—. No podemos irnos sin avisarle.

—Dormir es lo que menos me parece correcto.

—Esto será muy duro, Zo —le recordó él—. Lo mejor es que estés descansada. Intenta acostarte un rato mientas yo termino de arreglar las cosas con Jess. Buscaré lo del Antiguo Fuerte, si es ahí donde quieres ir. Cuando despiertes, iremos a ver a la abuela. También debes comer.

—Yo iré por comida —dijo Jessica al salir del baño con una expresión de muerta viviente. Pero aun cuando ella se fue, Zoey se negó a sentarse en la cama.

—¿Cómo podría dormir con todo lo que pasó? —susurró.

—Duerme al menos una hora —insistió el muchacho—. Cuando despiertes, comerás algo y luego nos iremos a ver a la abuela.

La empujó hacia la cama y ella cayó sentada sobre la almohada. Malhumorada, se quitó los zapatos y se acobijó debajo de las sábanas.

—No podré dormir —aseguró, pero cuando Zackary le puso una mano sobre los ojos, el sueño llegó de golpe. Se sumergió en la oscuridad y temió escuchar la voz de Peat en ella, pero oyó en cambio otras tantas. Algunas se diluían en el aire, otras se alejaban y la obligaban a seguirlas.

Caminó en las sombras, guiándose por lo que escuchaba a su alrededor. En un momento, la voz mental del dije la hizo cambiar de dirección. Pero cuando llegó al lugar que pensaba acertado, la voz se esfumó y la primera imagen apareció en su mente como una proyección de cine. Había un hombre alto, de mediana edad, que se movía de un lado a otro, inmerso en sus pensamientos.

—¿Y cómo se soluciona esto? —preguntó el dije, pero parecía que el hombre no lo escuchaba—. ¿Por qué te quedas esperando el ataque? Nadie lo frena porque se supone que el libre albedrío es para todos, ¿no es cierto? ¿Por qué entonces soy el único que no puede decidir? Te he repetido miles de veces que le hagas frente, pero prefieres apelar al discurso. En eso te pareces tanto a él.

El hombre suspiró, ajeno a la palabrería. Ese recuerdo era propio de el dije. Él le estaba mostrando a ella su pasado, sus pensamientos; esta vez, Zoey estaba dentro de él.

—¿Es que no lo entiendes? Te matará —insistió él, pero el hombre se detuvo solo para prestarle atención a un niño pequeño y rubio que corría hacia ellos.

Zoey observó con detenimiento al infante, le recordaba bastante a Zack; parecía una pequeña versión de él. Cuando lo tomó en brazos, el niño puso la mejilla en su hombro.

El Alma [El dije #2] en FísicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora