Capitulo 28

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—Zoey, ¿en verdad no quieres venir al centro comercial? —preguntó su padre, con las cejas arqueadas.

Su madre mecía a un inquieto Mateo, consternada.

—Me duele un poco la cabeza —mintió ella.

—Pensé que podíamos pasar juntos una tarde —dijo Helena—. Queríamos cenar en el McDonald's, antes de llevarte al colegio.

Zoey hizo una mueca de inseguridad, tentada de ir. Había planeado quedarse sola en la casa para practicar en la chimenea con el fuego. Miró a sus padres y luego suspiró. Por más que moría por estar en un McDonald's, aprender era más importante.

—Quizá podamos ir el próximo fin de semana.

—¿Segura? Lo decidimos especialmente por ti.

—Lo sé —replicó ella con cierta culpa—, pero realmente no voy a disfrutarlo si solo tengo deseos de acostarme.

Su madre asintió, resignada, y, al pasar junto a ella, le puso una mano en la frente.

—Creo que tienes un poco de fiebre. Lo mejor sería que nos quedáramos también.

—¡No! —exclamó Zoey, de pronto, apartando la mano con cuidado—. No tengo fiebre, me siento mal, pero tampoco para tanto. Vayan tranquilos, yo me recostaré hasta que vuelvan.

De alguna forma, convenció a los adultos y se relajó cuando cerraron la puerta del auto y se marcharon por la calle de tierra. Entonces, Zack se asomó por la escalera.

—Oye, rechazaste una hamburguesa.

—Lo sé, no me lo eches en cara —replicó ella, con molestia. Moría por ir y hubiese deseado acceder al pedido de sus padres, pero tenía sus prioridades en claro—. Necesitamos la chimenea para practicar, ¿o no?

El conejo ladeó la cabeza, con las orejas bajas, igual de decepcionado que ella.

—Tienes razón, ¡comencemos! —Saltó al sillón de la casa y señaló la chimenea con una pata—. Haz lo tuyo, niña.

Zoey no se rio de su tono exagerado. Se colocó delante de la estufa y dudó sobre lo que iba a hacer, temía no poder controlar el poder

Cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que el hechizo funcionara, pero estaba aterrada porque podría prender fuego la casa, el campo o el pueblo completo.

Era muy fácil dejar volar la imaginación en ese momento; más que desear su magia, Zoey enumeraba todas las posibilidades. Sabía que nadie iba a creerle que había estado durmiendo si, al llegar sus padres, descubrían el sillón chamuscado.

Suspiró y abrió los ojos. La chimenea estaba oscura y todavía apagada.

—¿Cómo diantres lo hice antes? —se preguntó.

Zackary tomó forma humana y se levantó del sillón.

—Te diré lo que veo —avisó mientras se acercaba a ella—. Cuando realmente lo logras, te envuelve la paz. Estás tranquila. Cuando no, estás como loca, no estás relajada. No es el mismo estado mental.

Zoey refunfuñó, frustrada otra vez. Luego, se recordó que, si Zack tenía razón, el estrés no servía de nada.

—¿Te refieres a cómo actúo cuando logro hacer magia y cuando no? 

Él sonrió. Se cruzó de brazos y la observó con diversión; ella le devolvió la mirada mientras intentaba comprender qué era lo que quería decir.

—Tienes que canalizar tu frustración, tu miedo. Recién temblabas. Miénteme y dime que no pensabas en que podrías prender fuego toda la casa.

Zoey chistó y se mordió el labio inferior. 

El Alma [El dije #2] en FísicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora