Capítulo 10: Bullying otra vez

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Después de dormir apenas dos horas tuve que levantarme con muy pocas ganas. Por mi me hubiese saltado las clases para seguir durmiendo todo el día, pero como me atrasé 40 minutos mi mamá llegó azotando la puerta, gritándome para que me levantara. Desperté dando un salto, entonces sentí el cuerpo repentinamente frio pues mi mamá corrió las sabanas hasta atrás, me agarró de un brazo y me fue empujando hasta que entré todavía dormida al baño.

Todo mi aseo personal lo realicé con los ojos cerrados, total ya me sabía de memoria dónde estaban las cosas. El sueño me superaba. Me vestí bajo la misma inercia, agarré mi mochila y llegué a la cocina donde mi madre me metió una tostada en la boca, me pasó una leche en caja con la pajita lista y nuevamente me empujó, esta vez hacia la puerta de salida. La luz del sol enceguecedor quemó mis ojos, entonces desperté algo. Al menos el día estaba bonito y ya había dejado de llover.

Ese día estaba demasiado dormida como para andar en bici hasta la escuela, además las clases ya habían comenzado hace unos escasos cinco minutos con lo que estaría llegando en diez, si es que pedaleaba muy rápido. Descarté esa posibilidad, pero mi mente se iluminó y me trajo otra idea, una muy excelente.

–Lucas –Llamé.

Esperé, pero él no apareció. Temí que se hubiese ido a quién sabe dónde, igual que ayer después del ataque. Volví a llamarlo pero nada pasó, su imagen no se materializó frente a mí como de costumbre.

–Parece que tendré que irme en bici.

Caminé arrastrando los pies por el césped hacia el garaje. De todos modos, como no perdía las esperanzas de que Lucas apareciera lo seguí llamando durante el trayecto hasta que perdí la paciencia.

–¡¡Lucas!!

Sentí unos pasos rápidos caminando desde el interior de la casa. La puerta que conectaba el garaje con la casa, que daba a un pasillo frente a la cocina, se abrió de un golpe y mi madre entró exaltada.

– ¡Por dios niña!, ¿todavía no te vas?

–Ya me voy, mamá –. Me subí a la bici, tomé el manubrio con una mano mientras que con la otra me terminaba la tostada y tomaba leche. Demoré unos segundos en equilibrar la bici –y mi dormido cerebro– hasta que logré estabilidad y pedaleé lo más rápido que pude.

– ¡Anda con cuidado, no te vayas tan rápido pero lo suficiente para llegar pronto, que te vaya bien!

A unas pocas cuadras me terminé el contenido de la cajita. Como aun seguía en el barrio me detuve en una casa y boté la caja vacía en el bote de basura. Esta vez, cuando volví a montar la bici, pedaleé con más fuerza, aumentando la velocidad. Igual no quería hacer eso, mi idea de llamar a Lucas era que él se apareciera para teletransportarnos a la escuela, pero resulta que ahora ni se aparecía. Recordaba muy bien sus palabras de hacer algunas horas cuando me pedía que lo llamara por cualquier cosa. Dadas las circunstancias con mayor razón debía aparecerse.

–Maldito Lucas –Murmuré.

Cuando ya iba a mitad de camino alguien apareció de la nada, cruzandose justo frente a mí. Frené la bici a tiempo pero la calle iba en bajada. La bicicleta se fue hacia adelante, levantando la rueda de atrás. Mi cuerpo cayó sobre el de aquella persona y la bici sobre mi espalda. Me quejé secamente al chocar con un pecho firme, pero no podía ver la cara de esa persona, no aún. Mi rostro estaba a escasos centímetros del cemento, de no ser por esa persona que había causado mi accidente yo estaría estampada en el asfalto. Qué contradicción.

Intenté levantarme pero esa persona me estaba abrazando, una mano descendió por mi espalda y luego empujó la bicicleta hacia un lado, luego ambos rodamos en un impulso que esa persona provocó, entonces al fin pude ver su rostro.

Un novio de otro mundo #1: DestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora