1. Mi vida aburrida

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“Solo quiero continuar loca viviendo mi vida como la sueño y no como los otros desean.”

Escribí una vez más aquella oración al final de la nota, antes de cerrar aquel librillo que parecía mi mejor amigo desde hacía relativamente poco tiempo.

Aquella frase celebre del famosísimo poeta y escritor, Paulo Coelho, de alguna manera me describía, me hacia sentir un poco de optimismo. Plena y dichosa.

Miré a mi habitación oscura, silenciosa y solitaria.

Como los extrañaba. A aquellos seres que aun estaban a mi lado hacia aproximadamente tres años. A mis difuntos padres, asesinados dentro de un accidente vial que me dejo a mí, Roselyn Marfán, huérfana a mis veintiun años de vida.

Si, ya tenía suficiente edad para abandonarlos, pero mi inocencia y mi insensatez me lo evitaba. Tal vez por eso Dios me los arrebato de las manos… para aprender a vivir sola, ser independiente. Callada o más valiente de lo que no era.

                           ¿Por qué tenía que aprender la lección de aquella forma?

Suspiré nerviosa antes de mirar hacia la Luna de la noche fuera la ventana. ¡Como extrañaba sus voces y regaños! Por lo menos a que dijeran mi nombre con cariño y no de una forma para reconfortarme, como mi psicólogo siempre lo hacia.

“Escribiréis en este cuaderno para sacar todos los sentimientos que enterrasteis dentro tuyo”

¡Ja! Si como no. Yo, personalmente, no creía que eso me ayudaría en lo mas mínimo. Es decir, ¿Escribir? ¡Por favor! ¿Eso de qué me serviría? Tan solo era algo para entretenerte y según esto, llorar en silencio mientras describías lo mal que te sentías en palabras. Algo así como una terapia tediosa y completamente inservible. Era como si aquello diera más afán para hacerme sentir sola, patética y abandonada.

Dejé salir un suspiro agitado, abriendo de nuevo aquel pequeño diario que había reposado en mis manos al tiempo en que recordaba mis pasados años de júbilo.

Las hojas estaban algo sucias y arrugadas, pero igualmente podía apreciarse bien mi escritura nada esterilizada. Pegué una mueca de tristeza, justo al repasar lo que había escrito con dificultad y cierto aburrimiento:

¡Querido Diario! ¿Cómo has estado? Espero que por lo menos tú no estés tan cansado como yo. Ser enfermera dentro del Hospital Christus es tedioso ¿Por qué no me dan ya un aumento? Digo, no cualquier persona se aguanta ese trabajo de los mil demonios, DOS malditos años.

Aunque por un lado es divertido, por el otro es triste el ver como cada día por lo menos dos personas fallecen. Lo más difícil es observar aquellos brillos que intentan esperanzados, un intento para sobrevivir.  ¿Penoso o no? Y uno aquí queriendo borrarse de la faz de la Tierra.

Que ilógica es la loca vida… unos luchando por subsistir cada momento de sus días, mientras que otros solo piensan en suicidarse. ¡Y no me mires así! Sé que hace un mes creía que si me tomaba todas esas pastillas, todo se arreglaría. Que ya no podía seguir viviendo más.

Seguramente agradeces a que Ángel llegó a tiempo, si no tal vez, no estaría escribiendo en estos momentos. Recuerdo ún a aquel hospital al cual estaba acostumbrada. Esas paredes blancas y varias amigas mías mirándome con pena. Es por eso que mi mejor amigo me llevó con ese maldito psicólogo que ahora me manda a escribirte.

¿Ilógico verdad?

Cerré el libro sin terminar de leerlo. Una pequeña lágrima se dejo paso tras mi mejilla, soltándose y empapando una de las hojas que realmente a mí no me importaba si se rompía o extraviaba con los ataques de ira que en ciertos momentos del día, me asaltaban.

La vida no es solo suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora