Capítulo 19.

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Capítulo 19.

Ahora lo comprendía todo. Eso era lo único en lo que Ian podía pensar al escuchar toda la historia de labios de su mejor amigo.

Pasaron la noche en vela (lo poco que quedaba de noche, por supuesto). Christian le contó lo ilusionado que se encontraba con April, el amor que había comenzado a crecer en su interior y lo feliz que eso lo hacía.

Lo llamó tonto mil veces e Ian sólo pudo asentir, admitiéndolo. Él se había negado mil veces a abrirse a Irina, pero, sin ni siquiera pretenderlo, se habían vuelto extrañamente cercanos. Todo había pasado muy rápido, pero con cada instante que pasaba Ian sentía que la necesitaba más y más.

El domingo se abrió paso poco a poco, con el sol despuntando sobre los altos edificios de Londres. Ian se obligó a esperar para hablar con Irina, pero casi le parecía una misión imposible.

Se duchó y fue a desayunar junto a Christian. En el gran comedor de la academia encontraron una pequeña mesa vacía, pero Ian sentía que casi no podía sentarse. Comenzó a mover las piernas con nerviosismo, hasta que Christian lo obligó a detenerse al ver cómo había volcado la mitad de su vaso de cacao sobre la mesa con ese temblor.

—¡Aloha, chicos! —dijo una voz alegre.

 Ian se giró y el corazón le latió a mil por hora al ver a April, pero todo fue una falsa alarma cuando comprobó que, tras ella, no se encontraba Irina.

—¿Y a éste que le pasa? —preguntó April a Christian, abriendo mucho los ojos.

—Anoche fue todo muy... intenso —respondió el chico.

April agarró una de las piezas de fruta que su novio tenía enfrente, sobre una bandeja de plástico y comenzó a mordisquearla. Después se acercó a Ian, lentamente y se sorprendió notablemente al ver sus ojos rojos.

—¡Pero si no has dormido nada! —exclamó—. ¿Me estás escuchando, Ian?

Al escuchar su nombre, Ian se sobresaltó.

—¿Eh? —murmuró, frotándose los ojos azules—. Perdona, no te estaba prestando atención.

—¿Te has drogado?

—¿Cómo? —Ian enarcó una ceja.

April rió en voz alta.

—Ya sabes —comenzó a escenificar— pastillita y a flipar en colores. ¡Y a perder neuronas!

La chica volvió a reírse y entonces Ian se dio cuenta de que estaba bromeando. La verdad es que estaba en su mundo, no quería que April interrumpiera sus pensamientos y mucho menos por la mañana. Pero por suerte la muchacha se puso de pie de pronto y le acarició el pelo con familiaridad, volviendo a centrarse en sus ojos enrojecidos.

—Anda, vete al aula 21. Está allí. No ha querido venir a desayunar, no ha dormido nada después de lo que ocurrió anoche y, como siempre, pretende ignorarlo todo bailando hasta explotar.

No hicieron falta más palabras, en tan sólo tres segundos Ian se levantó y salió del comedor con un "gracias" en la boca y una amplia sonrisa dibujada en el rostro.
April miró el completo desayuno que su amigo había dejado, casi intacto, encima de la mesa y, completamente feliz, se sentó y comenzó a comérselo.

***

La puerta estaba entreabierta, la habitación parecía vacía. La música salía del reproductor, uno de los temas de rock sonaba a un volumen moderado.
Ian se asomó, casi con timidez.

Frente a él, reflejándose en los espejos, Irina bailaba con energía.
Contempló su cuerpo moviéndose al ritmo de la música durante lo que él creyó fueron mil horas.
Llevaba un top corto y unos shorts de tela fina, adhiriéndose a su piel y moldeando cada parte de su cuerpo.

Dance, sólo baila.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora