Capítulo 10.

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Capítulo 10.

Había pasado más de una semana desde lo ocurrido y esa semana podría haberse resumido en dos cosas: Irina e Ian no se hablaban y se evitaban a cada momento y, por consiguiente April y Christian no sabían qué hacer para ayudar a sus amigos.

Aunque con muchas reticencias, Irina le había contado lo sucedido  a April a la mañana siguiente y habría podido jurar que su amiga estuvo horas con la boca abierta de incredulidad.

—¡Pero tú le odias! ¿Y Dallas?

Irina suspiró al recordar la escena.

—Dallas... he renegado totalmente de él, digamos que tuvo más que palabras con Ivanna.

April abrió también los ojos (al tiempo que aún no había cerrado la boca) y se dejó caer en su cama, como si se hubiera desmayado, pero en vez de quedarse callada, soltó un extraño grito de exasperación.

—Zorra, zorra, zorra, zorra —repitió.

—La culpa no es sólo de Ivanna, también Dallas debería pensar con la cabeza alguna vez y no con la bragueta —la voz de Irina sonaba amarga.

—¿Y dónde entra Ian en todo esto?

—Pues... él estaba delante cuando discutí con Dallas... me ayudó mucho tenerlo cerca y sin pensarlo, lo besé.

—¡Sabía que entre vosotros había una especie de "tensión sexual no resuelta"!

—No digas tont...

—¡Dios mío, qué tonta he sido al no darme cuenta antes!—siguió April en su monólogo—. ¿Y cómo besa?

En la mente de Irina comenzaron a sucederse de nuevo los momentos en los que se habían besado tan calurosamente y no se le ocurrió ni una palabra para poder definir la forma que Ian había tenido de besarla, tocarla, acariciarla... Simplemente no se podía explicar, pero desde luego, había sido el mejor beso que le habían dado en toda su vida.

—Normal, no sé —terminó por contestar.

—Qué sosa eres, mujer.

Por suerte la conversación terminó allí, puesto que Irina no se sentía con fuerzas de seguir hablando y recordando cosas de la noche que había sido una  mezcla entre los peores y mejores momentos de su vida.

***

Orlando exigía puntualidad británica en sus clases, por lo que ese lunes ya comenzó mal cuando Ian llegó tres minutos tarde a la clase.

Irina lo observó disimuladamente, pero el chico ni siquiera se molestó en lanzarle una triste mirada.
No supo por qué, pero esto le provocó una desagradable sensación en el estómago a Irina.

—¿A qué se debe su retraso, Miles? —preguntó Orlando, enarcando una ceja.

Ian se quitó la camiseta, sin mirar a los ojos a su profesor.

—Me he quedado dormido.

Orlando soltó una risita entre dientes.

—Un bailarín que trasnocha y después no es capaz de levantarse a tiempo —dijo, con voz clara—. No intente negarlo, tiene los ojos rojos.

Ian gruñó por lo bajo y se colocó detrás de Irina, que ya comenzaba a hacer estiramientos. Realizaron todo el calentamiento sin cruzar palabra, la tensión hacía que cada segundo fuera más incómodo que el anterior. Irina bajaba la cabeza cada vez que notaba a Ian cerca y luchaba por no pensar en lo que había pasado el sábado por la noche, hacía ocho días.

Dance, sólo baila.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora