Capítulo 29.

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Capítulo 29.

La voz de Irina se extendía por toda la habitación mientras la chica intentaba cantar una canción a la vez que bailaba.
Cargando todo el peso de su cuerpo en una pierna, Irina levantó los brazos y dio una vuelta, luego otra.
Moviendo las caderas, seguía cantando la canción, aunque el resultado era bastante desastroso.

—Menos mal que eres bailarina y no cantante —comentó el chico rubio, que llevaba un buen rato en la puerta de la habitación, observándola.

Irina perdió el equilibrio y cayó sobre su cama, sobresaltada.

—Pues yo tengo una gran voz —le replicó, fingiendo estar molesta—. Me lo decía mi profesora de música del colegio.

Ian rió.

—No te he dicho que no sea una gran voz.

Se miraron a los ojos durante unos segundos e Irina por fin volvió a ponerse en pie. Caminó hacia el reproductor de música y puso la canción desde el principio otra vez.

—Venga, ayúdame con esta parte —le pidió a Ian—. ¿Tú cómo lo llevas?

Él se encogió de hombros.

—No me quejo, me parece que saldrá bien.

Irina lo miró, con los ojos como platos.

—Ian, la presentación es mañana. ¡MAÑANA! —levantó los brazos para escenificar su desesperación.

Él rió delante de ella. Le encantaba verla tan absurdamente asustada, puesto que estaba convencido de que le saldría genial.
Debían hacer tres coreografías grupales y en dos de ellas bailarían juntos, por lo que todo iría perfecto.

—Venga, relájate, Irina... Si estás nerviosa, las cosas pueden ir mal. —Él usó un tono conciliador para acercarse y acariciar los brazos de la chica suavemente—. Aunque se me está ocurriendo una forma de tranquilizarte.

Con picardía, el chico le guiñó uno de sus ojos azulados e Irina enrojeció. Era increíble que aún siguiera haciéndolo después de tanto tiempo.
Sin bajar la vista hacia su torso cubierto por una camiseta ancha, Irina posó una mano en el pecho de Ian y lo apartó de ella ligeramente.

—Primero bailar y luego... —rió con suavidad—. Luego eso.

—¿Ah, sí? —él alzó las cejas—. ¿Me está chantajeando, señorita Stahl?

—Ian Miles, no sea usted tan vago.

Esta vez fue él quien se acercó a la mini cadena y puso la música de nuevo.

—Venga, empieza —le pidió.

Ante sus ojos, Irina comenzó a moverse con energía con movimientos muy precisos. Su cuerpo se doblaba y giraba de una forma que casi lo hipnotizaba.
¿Cómo pretendía ella que él tuviera las manos quietas?
Ver a Irina bailando lo excitaba de una manera salvaje.

Al cabo de medio minuto, Ian flexionó las rodillas y comenzó a bailar al lado de Irina, marcando el ritmo de forma brusca y masculina pero con una extraña elegancia.
Irina saltó e Ian la agarró con fuerza, después la soltó y siguió bailando, para, acto seguido, volver a agarrarla de la cintura y apretarla fuertemente contra él.
Se quedaron quietos, mientras Ian recorría con sus dedos todo el cuerpo de Irina, desde los hombros hasta los muslos.

—El baile no es así.

—Este baile sí lo es —dijo él con voz un poco ronca.

Se acercó a sus labios y la besó suavemente, al principio. Sentía la suavidad de la piel de Irina bajó las yemas de sus dedos y, con un gruñido, la apretó más aún contra él, jugueteando con su lengua.
Irina se apartó para respirar agitadamente, pero Ian comenzó a acariciar su cabello mientras se adueñaba completamente de los labios de la chica.

—Vamos a la cama —dijo él, sonriendo contra sus labios.

—¡Eres un tramposo! —se quejó Irina.

—Pero te gusta que lo sea.

La tumbó con suavidad en el colchón, colocándose sobre ella y apretándose contra sus caderas, haciéndole sentir su estado de excitación.

Un segundo después, comenzó a sonar el móvil de Irina e Ian bufó.

—Perdoooona —dijo Irina con suavidad, acariciándole la mejilla.

Después se estiró hasta agarrar el teléfono con las manos.

—Es un mensaje de Dallas.

Ian enarcó una ceja. En los últimos tiempos, había ocurrido varias veces que Dallas se pusiera en contacto con Irina en momentos como ese. Dallas e Irina habían recuperado una relación de amigos casi normal, y el chico incluso había dicho varias veces que le gustaría conocer a Ian.

—¿Estás segura de que no tiene una cámara para ver cuándo tú y yo vamos a hacerlo? Dile de mi parte que está entorpeciendo gravemente mi vida sexual.

—Idiota. —Irina sonrió.

Abrió el mensaje:

"Te veo mañana, ¡mucha suerte con los ensayos!"

Ella respondió con un simple: "Gracias, ¡no llegues tarde!"

—¿Por dónde íbamos? —preguntó Irina con voz juguetona.

Él sonrió burlonamente.

—Ya no me acuerdo.

Ante sus ojos, la chica se deshizo de su pantalón corto y se desabrochó el sujetador, tratando de refrescarle la memoria.

—¿Ya?

Ian negó con la cabeza, fingiendo una mueca confusa.

—No, sigo sin tenerlo claro. Creo que me estaba yendo a hacer algo de cenar, ¿no?

Antes de que Ian pudiera alejarse de la cama, Irina le agarró con fuerza de la camiseta y lo atrajo hasta ella. Después lo besó intensamente. Él la miró, entrecerrando sus ojos con cariño.

—Vale, creo que ahora me estoy acordando.

Lentamente, Ian acarició de la forma más suave posible las piernas de Irina, sintiendo cómo toda la sangre de su cuerpo comenzaba a fluir por todo su cuerpo hasta llegar a su entrepierna. Irina rió.

—Me haces cosquillas —susurró.

Su sonrisa era todo lo que él quería ver en ese momento. Era increíble cómo, al final, todo había salido bien.
No importaba que al día siguiente se cayeran uno encima del otro mientras bailaban, o que Irina le pegara una patada en la cara en ese giro tan extraño que tenían que hacer.
Ellos dos estaban juntos.

—Te quiero, Irina.

Ella posó su mano en su mejilla, pinchándose un poco con la casi invisible barba rubia del chico. Ella también le quería, más que a nadie en ese momento.
Pero eso Ian ya lo sabía, así que decidió responderle con un beso.


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Dance, sólo baila.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora