Capítulo 23: Distracciones

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—¿Tara?

No sabía por cuánto tiempo permanecimos en silencio hasta que la puerta se abrió. Darius rompió el contacto visual pero yo mantuve un ojo en él aun cuando sabía que tenía a Kyle a mis espaldas en espera de una respuesta.

—¿Todo bien por aquí? —insistió. No me hacía falta verlo para saber que su mirada se debatía entre el castaño y yo-. ¿Dónde está Greg?

—Roth y Dawson lo tienen en la sala B —informé rindiéndome al ver que Darius no volvería a emitir palabra—. Creo que será mejor que vuelva con ellos. Tú quédate con él.

Kyle asintió. Dando un último vistazo en la dirección de Darius, me pregunté qué demonios pasaba por su cabeza. Esta situación era seria, que siquiera pensara en unirse a un grupo terrorista como los exiliados era algo que me hacía preguntarme qué tan poco se puede conocer a una persona. No hacía falta que dijeran que el tiempo era corto, algunas veces, ni siquiera conocer a alguien de toda la vida te garantiza poder meter las manos en el fuego por ella sin correr el riesgo a quemarte.

Me detuve en la puerta antes de entrar. Necesitaba deshacerme de la parte sentimental para enfrentarme a Greg. La cosa con Darius era que me sorprendía y me preocupaba el peligro que corría pero con Greg las cartas estaban puestas sobre la mesa desde hace tiempo. Solo tenía que saber jugarlas.

—Y bueno, así fue como el pobre perdió un dedo. Fui amonestado —se encogió de hombros— pero valió la pena.

Tuve que contener una carcajada con la expresión de Greg. Definitivamente era algo que quería fotografiar y enmarcar en la pared de mi habitación. Quien sabe que le estaría contando Roth mientras estuve en la sala contigua pero era suficiente para tener al rubio al borde de mojar los pantalones. Extrañamente, Dawson había decidido permanecer como espectador pero una sonrisa se dibujaba en sus labios.

—¡Qué bueno que llegaste, Tara! —saludó el australiano como si solo hubiese interrumpido un tema trivial—. Le contaba a nuestro amigo que esto no es como la policía y que lo que pase aquí —volvió a mirar a Greg—. Se queda aquí.

—¡Ustedes están dementes! —casi chilló el muchacho. Su rostro, ahora contraído, se había tornado de un color carmesí—. ¡No pueden hacer esto!

—No se tu, pero yo no veo nadie alrededor que me lo impida —me encogí de hombros caminando a paso lento hasta detenerme justo frente a él—. Quiero hacerte una pregunta —hice una pausa pero él no dijo nada— ¿Estás realmente al tanto de lo que estás haciendo?

Su rostro se transformó. Cada facción de su rostro se endureció y de pronto, el gris de sus ojos se volvió como el grafito. Sus puños se apretaron volviendo sus nudillos blancos y fue la primera vez que tuve miedo del atleta busca pleitos de la universidad. De hecho, no debí ser la única en notarlo pues Dawson dio un paso quedando justo a mis espaldas.

—Creo que eres tú la que no sabe en lo que se está metiendo —su voz se tornó gélida. Incluso cuando había intentado intimidarme el primer día que lo conocí, esta era la primera vez que tomaba en serio su amenaza—. Todo lo que ha pasado ha sido un juego de niños en comparación a lo que se viene.

—¿Y qué es lo que sigue?

Se encogió de hombros. —Todo a su debido tiempo.

Retrocedió hasta sentarse en la silla detrás de la mesa sin apartar la mirada. Estaba segura que no era la única que moría por sacarle a golpes cada palabra pero Greg parecía preferir morir antes que hablar.

—Quieres seguir los pasos de tu padre, ¿cierto? —lancé entrando en terreno peligroso—. ¿Qué buscas? ¿Su aprobación? Lástima que sea un poco tarde para eso.

Peligro Infiltrado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora