¡Primer libro de la serie Amores que Sanan! Versión 2021.
Con un padre y hermano alcohólicos, Lia pasa su vida trabajando para saldar sus deudas y se prepara para saldar la siguiente en un reluciente bar de Santa Mónica.
Rodeada de personas con din...
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Cuando conocí a Kate me resultó hermosa. Siempre sonriente, alegre, siendo el alma de la fiesta y una diosa personificada con su cuerpo escultural y su gran belleza en el rostro. Arreglada todo el tiempo, luciendo espléndida incluso para usar el retrete y ahora... no queda ni rastro de la Kate que conocí.
Sus ojos envueltos en dos bolsas negras, el maquillaje corrido, el cabello sin peinar y con ropa demasiado grande para cuerpo me da escalofríos ver lo que este hombre le ha hecho. Me la ha destrozado y lo peor de todo es que parece no darse cuenta.
—¿Qué estás haciendo aquí?—susurra sorbiendo por su nariz enrojecida.
—Los vi salir de la clínica y...—suspiro observando toda la escena frente a mí. Me resulta increíble el pensar que incluso Hudson sabía por lo que mi amiga estaba pasando y no tuvo el valor de decírmelo, ni él ni ninguna de las personas presentes en esta habitación. Entonces soy consciente de que Kate se ha quedado observando mi barriga que de la noche a la mañana comenzó a crecer, lo peor viene cuando un llanto lastimero abandona su garganta erizándome la piel. —¿Por qué no me lo dijiste? Kate...
Su llanto provoca el mío, me duele tanto verla tan destrozada, tan herida al ver mi barriga crecida y saber que tendría que estar pasando por lo mismo me quema por dentro hasta el punto de provocarme una acidez que no me deja en paz.
—Lia, no quiero sonar mal educado pero creo que lo mejor será que te vayas—murmura Brennan tomándome por el brazo para comenzar a jalarme.—Kate necesita estar a solas ahora.
De inmediato me alejo de su toque. Observo su rostro y me resulta espantoso el ver la mirada tan fría con la que observa a Kate. Frío, calculador, como si mi mejor amiga fuera la peor mujer del mundo.
—No me iré a ningún lado—digo enfurecida.—El que debería irse eres tú porque yo no me iré hasta saber qué demonios está pasando.
Veo por el rabillo del ojo como Kate se arrodilla en la cama. Está furiosa, lo veo en sus ojos enrojecidos, en la ira que derrama por cada uno de sus poros.
—¡Tu puto embarazo eso sucede!—me grita completamente arrasada por la ira. —¿Tienes cinco meses? ¿Eso qué significa, Brennan? ¿Que ganaste la maldita apuesta?
Con el ceño fruncido observo al hombre en la habitación que niega con su cabeza.
—¿Qué apuesta?—pregunto perdida. —¿De qué están hablando?
—¡Dijiste que ninguno de ustedes sería padre!—continúa gritándole Kate. —¡Felicidades, ganaste una propiedad más, maldito imbécil de mierda!
Me horrorizo por lo que escucho, por la ira que veo en sus ojos y por la desesperación de Brennan como si Kate estuviera diciendo algo prohibido, indebido.
—Kate...
—¡Ella tiene cinco meses, Brennan! ¡Cinco!
—¡Porque Hudson decidió que no iba a pedírselo!—grita el hombre completamente perdido. —Él no quiso hacerlo pero tú y yo sabíamos que nuestra situación era diferente desde el día uno. ¡Yo tengo una esposa!
