La Reina del Corazón de Hielo

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Érase una vez un reino prospero en tierras lejanas, sé que querrás conocer el nombre de este reino, pero carece de importancia y de todas maneras no lo reconocerías ya que hace mucho dejó de existir.

   En ese lejano lugar vivían un rey, una reina y su adorable hija. La niña, de una belleza sin igual, tenía el cabello del mismo color del sol, los ojos azules como el mar y la piel pálida con unas mejillas siempre sonrosadas.

   Un día la niña se perdió en el bosque en medio de una tormenta de nieve y cuando fue encontrada apenas era ella ya. En medio de su búsqueda por la salida de aquel lugar la niña había sido encontrada por una bruja y esta había lanzado un maleficio sobre ella en venganza por la muerte de su hermana a manos de los hombres del rey. Desde entonces el corazón de la niña dejó de sentir compasión y amor; lo único en lo que la princesa encontraba alegría era hacer a otros miserables.

   Muchos príncipes de otros reinos se acercaban al palacio para pedir la mano de la joven princesa, pero ella los despedía a todos con palabras crueles tras haber hinchado sus corazones con falsas esperanzas de amor. Muchos de los criados se marcharon del palacio, aterrorizados por la idea de seguir trabajando en aquel oscuro lugar y el castillo se volvió un lugar oscuro y helado, como si un permanente invierno reinara en él.

   Los años pasaron y los reyes murieron sin que su hija les llorara, el poder quedando en sus manos ahora y poco a poco las personas se marcharon de aquel lugar, demasiado triste y helado como para que nadie que pudiera irse lo pensara dos veces antes de hacerlo.

   Un día de verano, aunque en los oscuros muros del castillo no hacía calor en absoluto, dos criadas encontraron a la reina inerte en su lecho con una daga atravesando en su corazón.

   Se dijo desde entonces que el corazón helado y vacío de había enloquecido a la muchacha llevándola al punto de querer llenarlo con el filo de la daga.

   Sin embargo nadie lloró a la fallecida reina, pues nadie consideraba su muerte una desgracia, ni para el reino ni para ella misma. Para aquellas tierras su muerte significó el regreso del verano y con él la alegría; y para la reina significó liberación. Desde el día de la muerte de la reina hasta el día de la caída del reino hubo un se levantó una estatua en su memoria, a cuyos pies citaba “Que tu destino nunca sea tan triste como el de la Reina del Corazón de Hielo”.

Historias cortasWhere stories live. Discover now