Después del cielo sigue el infierno

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Habíamos estado saliendo varios meses, probablemente medio año o más. Fuimos mejores amigos, casi hermanos durante años antes de aquello. Ninguno de los dos dudo al dar el siguiente paso, fue casi lo más natural del mundo, muna mirada, un roce, un beso y supimos que eso, lo que sea que fuera, era correcto.

   Entonces la vida se tornó un infierno y empezamos a alejarnos el uno del otro paso a paso. Nunca sabré que fue lo que ocurrió entre los dos para que la situación se tornara inaguantable, ni tampoco podre decir que fue totalmente su culpa. Solo estoy segura de que un día al mirarnos a los ojos supimos que algo se había ido y había sido sustituido por la desconfianza. El amor se tornó posesivo y todo y nada era un buen motivo para discutir. Y un día extrañamente estar sentada en su regazo ya no se sintió como estar en casa. Ya no era como sentirse fuerte y protegida a la vez, era ya solo como estar sentada en el regazo de alguien.

   Trataba de decirme a mí misma que era cosa mía, que todo volvería a ser como antes… y en momentos tan fugaces como relámpagos casi era así.

   En un momento de paz, al mirarlo descansar su cabeza sobre mi pecho mientras veíamos una de esas películas viejas de amantes trágicos por la televisión por qué aun no nos habíamos separado apareció ante mis ojos tan claro que era imposible no verlo. Seguíamos haciendo aquello porque ambos temíamos a la soledad y ambos queríamos seguir creyendo de alguna manera que los recuerdos podían volver a ser reales mientras siguiéramos aguantando.

   Fue en uno de nuestros días de tormenta cuando comprendimos que se había acabado, que nada iba a volver.

   Lo miré asustada al ver que barría todo el contenido de la mesa de mi comedor y empezó a gritar incoherencias cuando le pregunté sobre la chica con la que se había besado. Por ultimo salió hecho una furia de mi casa.

   No sé por qué lo seguí. Estoy segura de que iba gritando al menos tantas incongruencias como él y de repente al verlo detenerse en el otro extremo de la calle y escucharlo decir “lo siento, solo ya no puedo más. No sabes cuánto lo siento” fue como quedar desolada.

   Tampoco tengo idea de que pensaba cuando empecé a cruzar la calle, nunca lo sabré.

   No sabía que los recuerdos pudieran doler tanto, nadie me lo había dicho jamás. El ultimo recuerdo que tengo es el de él desorbitando los ojos con miedo, mi nombre saliendo en un grito de su boca, el chirrido de frenos contra el asfalto, un golpe, dolor infinito durante un momento y luego la gran quietud de la nada.

Historias cortasWhere stories live. Discover now