Capítulo 11 - Amándonos hasta el amanecer

1.2K 21 5
                                    

Para empezar, quería dedicar este capítulo a alguien que me ha apoyado bastante y me ha dado muchísimos ánimos.

¡Muchísimas gracias, y espero que disfrutes tú y todo de este capítulo! *-*

---------------------

 Habían pasado dos largos días desde que había salido del hospital, pero era exactamente lo mismo. Claudia, David, Sergio y ahora también Marcos, pasaban por mi casa a verme pero no dejaban levantarme de mi cama, me trataban como una niña, como si estuviera invalida y no pudiera valerme por mi misma. ¡Me estaban desquiciando! Pero en el fondo, sabía que lo hacían por mi, y se los agradecía. 

Hoy pasaría a verme Sergio antes de que todos llegara, pues queríamos un poco de intimidad, ya que no habíamos podido hablar desde practicamente el día que lo perdoné, y no sabía como ibamos a hacer las cosas a partir de ahora.

Llegó puntual, como siempre. Le abrí la puerta e inmediatamente me mandó de nuevo a la cama. Subí a mi cuarto y cuando me di cuenta, ya no estaba detrás mío. ¿Dónde se había metido? Lo llamé un par de veces, pero no me respondió. Cuando estaba incorporandome lo ví aparecer con un ramo de flores y una bandeja con dulces y chocolate caliente. ¡Este hombre era el mejor del mundo, y me volvía loca!

Después de darle un tímido gracias, lo obligué a comer y él aceptó a duras penas. Reímos mucho y estubimos hablando de varios temas sin sentido, hasta que llegó el qué los dos estabamos esperando.

- Y... ¿ahora que pasará, Hari?

- ¿Qué pasará de qué? - le respondí haciendome la loca.

- Sabes a lo que me refiero, no te hagas la tonta. - me sonrió de una manera sexy y me hizo olvidar todo.

- Eh... - tenía cara de tonta, seguro - Pues, no lo sé. ¿Qué quieres que pase?

- Quiero que estemos juntos. - dijo directo, sin andarse por las ramas.

- Entonces, supongo que podemos intentarlo de nuevo, ¿no? - le sonreí y me la devolvió.

- Te quiero, Hari, y te lo voy a demostrar. - en ese momento se fue acercando a mi poco a poco y me besó. Lo profundizamos y nuestras lenguas se acariciaban. Fue un beso salva, pues nos extrañábamos, y solo queríamos más de uno del otro. Queríamos que ese momento no acabara nunca y no separar nuestros labios en una eternidad, pero la falta de aire se hizo notar y a duras penas los fuimos separando. Nos miramos a los ojos y tras un nuevo beso, pero esta vez más tímido, y más dulce, nos sonreímos y seguimos hablando de cosas sin sentido.

Poco después de una hora, me propuso ir a cenar esa misma noche y se marchó después de que yo aceptara.

Desde luego este hombre era detallista y me enamoraba cada día más con cada cosa que hacía. Sí, había hecho bien en darle otra oportunidad, de eso estaba segura.

No pasé mucho tiempo sola desde que Sergio se marchó, pues Marcos vino apenas 10 minutos después.

- ¿Cómo está hoy mi preciosa? - me dijo abrazandome según entró.

- Harta de que no me dejen hacer, ni siquiera de mi propia casa... - dije haciendo un puchero.

- Tienes que estar en reposo para ponerte buena del todo, bebé.

- No me llames bebé, enano.

- ¿Enano yo? - una gran carcajada inundó la habitación - ¿Y me lo dices con ese tamaño? - y volvió a reir.

- ¡Oye! No me busques porque me encuentras, Marquitos...

- Tranquila bebé, se cuidarme. - Me dijo haciendo una mueca.

Afortunada CoincidenciaWhere stories live. Discover now