Capítulo 12

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—Dios, es un asco. —dijo Emma tapando su nariz y barriendo con la mirada cada rincón de la habitación. Era un desastre, el suelo estaba cubierto por miles de pañuelos desechables, ropa sucia e incluso "limpia", papeles desparramados por doquier, era increíble que un simple resfriado haya provocado tal desastre en aquella habitación.

—¿Qué haces aquí? —pregunto James con voz nasal desde su cama.

—Eso no importa —respondió ella dirigiéndose hacia la ventana, corrió las cortinas y la abrió de par en par—. No puedo creer que puedas dormir con ésta peste.

—Bueno, uno de los beneficios de estar enfermo es que pierdes por un tiempo el sentido del olfato —murmuro el chico en respuesta—. De todas formas, no me has respondido ¿Qué haces aquí?

—Y yo te he dicho que no importa, ahora, vamos, levanta ese horrible y apestoso trasero enfermo y ve a darte un baño. —dijo ella regañando a James, mientras quitaba las sábanas y cobijas que el chico tenía para taparse.

—¿Es broma? ¿Acaso, aún no has notado que me encuentro al borde de la muerte? —preguntó él tratando de recuperar las sábanas y cobijas que Emma le había quitado.

—Con más razón, ¿Cómo piensas reponerte si no haces más que estar en cama? —lo regaño ella en respuesta.

Con una maldición y a paso lento, James, hizo lo que le indicaron, luego de un relajante baño y tomar el té que su hermana le había preparado, regreso a su habitación encontrado su cama con las sábanas cambiadas y perfectamente tendida, el suelo se encontraba reluciente sin ningún pañuelo o cualquier tipo de basura, y gracias al baño y que sus fosas nasales se encontraban levemente despejadas de cualquier materia, podía percibir un leve olor floral en el ambiente.

—Wow, debo enfermarme más seguido. —murmuro James claramente sorprendido. A paso lento y admirando lo que Emma había hecho con su habitación avanzo hacia la cama, tomando asiento en ella—. No tenias porque hacer todo esto. —finalizó.

—No pude evitarlo —respondió ella restándole importancia —
Pero no te sientas alagado, no lo hice por ti, fue por Liz, ella estaba mal por no poder ser de ayuda, y ya que tu madre no se encuentra en casa deberías ser tu quien la cuide y se preocupe por ella. No al revés.

—Lo sé, sabes.. Yo no lo elegí enfermarme. —murmuro él como si su madre lo hubiese regañado, pues así lo había sentido.

—Si, pero tampoco has hecho nada para curarte, no creas que por simple "reposo" el virus se irá, has estado días encerrado en una habitación sin ventilar o con miles de gérmenes a tu alrededor, debías hacer más que solo dormir.

—Lo lamento —susurro el chico bajando la cabeza.

—Solo duerme, iré a verificar que tu hermana no necesite nada y luego me voy —dijo ella. Sonrió con ternura, estaba acostumbrada a regañar a su hermano (incluso aunque él es el mayor), pero ver aquel chico tan débil y sumiso antes sus gritos le generaba ternura y deseos de acariciar su cabello como a una mascota—. Lo siento, no debí tomar tales atribuciones, es que... Es la costumbre, siempre debo estar diciéndole a Corbin que debe cuidarse y... Como sea, pasaré mañana temprano para ver como avanza tu estado o ver si Liz necesita algo. —finalizó Emma, dio media vuelta y antes de que pudiera abandonar la habitación escucho la voz del chico pidiendo que se detuviera.

—Sólo quiero decirte que.. No me molesta que te tomes tales atribuciones, de hecho te estoy agradecido, sino no hubiera sido por ti, probablemente siga recostado en una cama rodeado de bacterias.. Y mi hermana estaría al borde del colapso. Somos muy cercanos y se cuanto le afecta verme en este estado, ya que no me suelo enfermar, en fin, solo agradecerte. Por todo. —dijo James con sinceridad.

Emma se dio la vuelta, lo observo con atención y noto el agradecimiento en su mirada. Sonrió y luego de un leve asentimiento, y sin decir nada, se marcho finalmente de la habitación.

******

Los rayos se colgaban por la ventana, el cantar de los pájaros se escuchaba en el exterior, los ruidos de hacían cada vez más fuertes y las voces más nítidas, Emma con un audible bostezo y estirando los brazos para liberarse del sueño se quito las cobijas y con lentitud se sentó en la cama.

—Vaya, era hora de que despiertes. —dijo Elliot apareciendo frente a Emma. Él estaba acuclillado a sus pies por lo que su rostro se encontraba unos centímetros más bajo que la de ella.

—¿Q-qué haces? —pregunto Emma sorprendida. No todos tienen la suerte de que al abrir los ojos lo primero que logran ver es un apuesto joven de ojos violetas. Emma estaba agradecida de aquella visión (cosa que nunca admitiría), pero odiaba cada vez que eso sucedía porque no podía evitar que sus mejillas se sonrojasen y mucho menos el tartamudeo. Se sentía tonta ¿Cómo es posible que un "chico" logre que pierdas el control sobre tu propio cuerpo? Se pregunto, pero como muchas cosas en la vida, aquella pregunta no tenía respuesta.

Sin más preguntas y esquivando la mirada de Cupido, negó con la cabeza y se dirigió al baño a iniciar su rutina.

—Bien, me voy, tú puedes quedarte aquí, solo serán unos minutos. —dijo una vez lista. Pues debía pasar por la casa de sus vecinos, tal y como había prometido.

—Espera —dijo Elliot deteniendo a Emma—¿Ya te vas? Necesito hablar contigo. —en un segundo se encontraba bloqueando la puerta, evitando su paso.

—¿Ahora? ¿No puede esperar? —pregunto la chica empujandole, aunque ni siquiera lograba moverlo unos pocos centímetros.

—Es importante, y no, no creo que deba esperar, entre más pronto lo sepas, mejor. —dijo Cupido con seriedad.

Emma, lo observo frunciendo el ceño, algo no estaba bien, eso era obvio, abandono su lucha y con paso decidido marcho hacia su cama para luego sentarse en ella a esperar lo que sea que el chico tuviera decir.

Un cupido OnlineWhere stories live. Discover now